JUAN CARLOS VILORIA-EL CORREO

  • Iglesias jalea un cinturón sanitario sin distinguir entre conservadores y populistas

Es absurdo decir en una sesión de control al Gobierno dirigiéndose a la derecha «ustedes no volverán al Consejo de Ministros» y, semanas después, firmar un manifiesto alertando al mundo de que la derecha es el gran peligro. Es chocante suscribir una declaración con populistas latinoamericanos afirmando que la democracia europea está en riesgo por la amenaza de un golpe de la ultraderecha y, días antes, desdeñarla con pitorreo: «Ustedes ni siquiera son fascistas, son acomplejados reaccionarios. Ya les gustaría ser terribles fascistas». Es la incoherencia en la que surfea Iglesias.

O la derecha es una amenaza que puede llegar a quemar el Parlamento para asaltar el poder, como los nazis quemaron el Reichstag, o la derecha es un tigre de papel acomplejado que no va a volver a sentarse en el Consejo de Ministros. Pero no puede ser las dos cosas. O está seguro de que la derecha no volverá a gobernar en España o tiene un pánico cerval a que el ‘Gobierno Frankenstein’ acabe siendo la tumba de la ultra (izquierda). Por eso jalea un cinturón sanitario sin distinguir entre conservadores de centro-derecha y derecha populista de Abascal. Llama a la alarma antifascista como si Europa y España todavía mantuvieran en sus cuadras al caballo de Pavía.

Cuanto más se polarice la política española, más difícil será que los grandes partidos socialista y conservador lleguen al convencimiento de que una gran coalición les acabaría beneficiando a ambos. Pero la derecha parlamentaria ha entrado al señuelo («matón», «coletas», «moños», «¡al Supremo, al Supremo¡», «hordas», responden a Iglesias) y, por lo tanto, al juego que propone el líder de Podemos de reproducir una España como la del 36 en el imaginario popular. Grave error.

La manera de justificar una coalición del socialismo constitucional en España con una fuerza como Podemos es hacer creíble el relato de que la alternativa al frente populista es el golpismo de ultraderecha. O nosotros o el fascismo. Que sería equivalente a que Casado le dijera a Sánchez: o nosotros o el comunismo. Cuando una fuerza política como Podemos ha tenido que jibarizar su programa de máximos y reducirlo a controlar los precios del alquiler, prohibir el color rosa a las niñas (es un decir), hay que llenar el hueco con misiones históricas. Por ejemplo, ser el dique contra el fascismo. Aunque todo sea una ficción. El PP ahora quiere romper esa polarización de ‘Frankenstein’ contra ‘España Suma’ y ha decidido retomar la estrategia de contraponerse en solitario al PSOE. La idea teóricamente puede funcionar, pero ni Sánchez es el PSOE ni la sociedad española es la de Felipe y Aznar.