Ignacio Camacho-ABC

  • El logo ocupando media caja. Que la simple rutina de logística sanitaria parezca la llegada del Arca de la Alianza

No era una bandera de la nación, ni un escudo. Era un logotipo. El del Gobierno de España. Impreso con letras enormes ocupando media caja. Empaquetado especial: no busquen ningún emblema similar ni ningún símbolo oficial en el embalaje de las vacunas de Alemania, Portugal o Francia. Y una orden bien clara: que se vea, que luzca, que salga en primer plano, que nada ni nadie estorbe el tiro de cámara. Que una simple rutina de logística sanitaria parezca la llegada de la nueva Arca de la Alianza. Y sobre todo, que en la primera buena noticia real desde que se desató la plaga se note quién manda a través de un despliegue de fanfarria mediática. Moncloa al aparato, sin milongas de cogobernanza. Es la hora tanto tiempo soñada del gran despliegue de la propaganda. La verdadera justificación de los seis meses de estado de alarma.

Desde que Sánchez obtuvo la autorización del Congreso sólo ha ejercido los poderes extraordinarios para suspender la ley de Transparencia, acelerar proyectos legislativos sobre materias sensibles, garantizarse el control personal de los fondos europeos y tramitar por decreto asuntos en los que la pandemia es un mero pretexto. Ha descargado sobre las autonomías las medidas susceptibles de originar descontento, se ha desentendido de las ayudas a la hostelería, el turismo y el comercio y ha eludido la fiscalización de los contratos públicos parapetándose en el burladero de una inaceptable ley del silencio. Ahora siente que llega al fin su momento, el de presentarse como portador del gran remedio, como providencial gobernante sanador del pueblo, y ése se lo reserva por entero. Salvo que haya problemas en la organización y distribución, en cuyo caso volverá a descargar la gestión del fiasco sobre unas comunidades con los servicios de atención primaria desbordados. Ya conocemos el manual de crisis, el prontuario de actuación ante compromisos antipáticos. Está ensayado durante la segunda oleada de contagios: monopolizar los éxitos y mutualizar el fracaso. Todo listo para el triunfal balance de fin de año.

Entre períodos en funciones y estados de emergencia, la mitad del mandato sanchista desde 2018 ha transcurrido en condiciones excepcionales. La anomalía transformada en costumbre, la contingencia en norma, la circunstancialidad en paisaje de un trastorno institucional y político constante. El ambiente perfecto para el desarrollo de un caudillaje al que la dramática irrupción del Covid ha proporcionado la coartada de lo irremediable. En esa sucesión de trances irregulares, el único rasgo no eventual ni lábil es el diseño publicitario de las estrategias gubernamentales, rodeadas de una parafernalia simbólica cuyo alcance depende mucho menos del contenido que del envase. El logo gigante de la vacuna retrata esa minuciosa preocupación por los detalles que convierte el ejercicio del poder en una cuestión de cartonaje.