MARIO VARGAS LLOSA-EL PAÍS
- El libro de Cayetana Álvarez de Toledo nos recuerda que España es un país que debe cambiar, perfeccionarse a sí mismo. Sería una lástima que cayera en saco roto
El excelente libro que acaba de publicar Cayetana Álvarez de Toledo no es el que suelen escribir los políticos, hombres o mujeres prudentes que por lo general omiten lo esencial y suelen quedarse en la periferia de las confesiones. Cayetana va a lo fundamental desde el principio: su familia, sus nacionalidades, la manera como decidió hacerse española, sus pasiones (que son sus hijas, antes todavía que la política), una síntesis de su vida, su paso por Oxford y la deuda que tiene contraída con el profesor Elliot, bajo la dirección del cual hizo su tesis doctoral y aprendió a investigar, pasándose algunos años en los archivos, entre libros y periódicos. Su paso por Oxford sí ha dejado en ella una huella: escribe por todo lo alto y dice lo necesario con las palabras siempre justas.
Se trata de un gran libro político, por supuesto, pero de una política que desnuda sus intenciones en cada página, lo mucho que le duele que Pablo Casado la haya cesado como portavoz del Partido Popular y las intrigas de sus adversarios en el seno de ese partido, que ella ve concentradas en su secretario general, a quien atribuye su súbita defenestración. Pero esto es sólo una parte —y, creo, la menos importante— de su libro, pues el mayor número de páginas de él están dedicadas a promover el liberalismo, a señalar los defectos de este Gobierno y a la defensa de España, cuyo destino ella ve cada vez más democrático y sede de las reformas que lo convertirían en un país desarrollado, justo para todos sus miembros y pobladores, y a la cabeza, o poco menos, de la Unión Europea, a la que defiende de manera militante.
El libro está muy bien escrito y es inevitable leerlo con la pasión que Cayetana ha depositado en sus páginas, una pasión vigilada y contenida por la razón, con la que la autora explica con lujo de detalles qué defiende, qué ataca y los incidentes que la llevaron a escribirlo. No soy demasiado imparcial al escribir esta reseña; soy miembro de Libres e Iguales, la organización fundada por Cayetana —que la sacó a la luz pública, añadiré— y ya escribí una Piedra de Toque, defendiéndola, cuando fue separada del cargo que ostentaba en su partido como portavoz. Creo, sin embargo, que las críticas que hace en este ensayo al Partido Popular son mucho menores, perfectamente dentro de lo que se escribe, por ejemplo, sobre los partidos Republicano y Demócrata en Estados Unidos por sus propios militantes, de manera que, creo, sería escandaloso que el Partido Popular aprovechara esta circunstancia —el libro publicado— para separarla de sus filas, como suelen hacer los partidos autoritarios. Sería un gravísimo error, porque Cayetana, pese a las cosas que dice en contrario en su propio libro, es a mi juicio una militante leal y convencida de lo que este partido de derechas ofrece como remedio para los males de España.
En lo que sí coincido con ella cien por ciento es en sus críticas al nacionalismo, que ha provocado guerras horribles y sido una fuente de enemistades y odios absolutamente gratuitos y uno de los problemas más difíciles de resolver en todas partes, así como en la propia España. Ella acusa con severidad a la derecha de haber generado este asunto, haciendo concesiones a los independentistas catalanes en el dominio de la lengua, de manera irresponsable, sin medir las consecuencias a mediano y largo plazo, en páginas que yo suscribiría sin vacilar. También en la necesidad de la militancia política, sin dejarse abatir por lo ingrata que suele ser esta experiencia, en la que ella ve la razón de ser de la ciudadanía libre, al mismo tiempo que la fuente del progreso y la justicia social. Y, por supuesto, en la defensa de la libertad como postulado básico de todos los cambios que puedan y quieran efectuarse en los programas de un partido democrático.
Su libro es una defensa de la Transición, de la sensatez que lucieron tanto la derecha como la izquierda en la elaboración de la Constitución vigente, y el ejemplo que España dio al mundo en aquellos años que siguieron a la muerte de Franco. Todo aquello ha quedado atrás, por supuesto, y ahora es tiempo de que los problemas que el país arrastraba y sobre los que había echado un prudente velo, encuentren solución. Estos problemas no son menores y podrían generar algo de aquella violencia empozada a la que Cayetana se refiere muchas veces en las mejores páginas de su ensayo.
Su hostilidad al feminismo recalcitrante está muy bien explicado en su libro, pero tengo que decir que a mí no me convence del todo. Ella dice que no se puede acusar a todos los hombres de la condición postergada y vejada que es, en buena parte del mundo, la situación de las mujeres, y que éstas deben actuar en su defensa evitando los privilegios porque, de prevalecer éstos, en el futuro la tortilla sería la misma, sólo que al revés. Y, por supuesto, tiene parte de razón; pero ¿y quiénes no pueden ni están en condiciones de defenderse y, por lo tanto, son las víctimas del “machismo” que se luce en las calles de este y otros países con obscena insolencia y que, por ejemplo, aquí en España, deja saldos diarios de víctimas golpeadas y asesinadas? Para corregir semejante barbarie hace falta un sistema legal que favorezca a la mujer, sobre todo en países donde la condición femenina es todavía atropellada con frecuencia y en muchos países del llamado primer mundo.
El personaje central de este libro se desnuda por completo en sus páginas, mostrando sus restaurantes y platos favoritos, los lugares donde va a refugiarse cuando la tensión política en la que vive parece a punto de explotar, y adónde lleva a sus hijas para gozar con ellas unos días u horas de paz. También cita a sus amigos y adversarios, con claridad meridiana, sus lecturas, la música que escucha y que la serena cuando está enervada, y, en resumen, nos ofrece un retrato claro y directo de su vida cotidiana. Son las páginas que a mí me conmueven más de este hermoso libro que revela una vida ávida y sobresaltada por las imprevisiones de que están hechas las jornadas de alguien que se aventura a los excesos y traumas de la política.
España tiene una gran ventaja sobre el resto de las naciones de la tierra. Está dentro de los países que construyen la Unión Europea, que han elegido la democracia y la libertad como el mejor camino para alcanzar sus objetivos. El país debe funcionar, más o menos de manera disciplinada, dentro de un grupo de naciones afines, que no van a permitir que ninguno de los países que la componen se exceda o quede atrás. Esto quiere decir que las que pudieran ser las libertades que se conceden a los países miembros tienen un límite, más allá del cual no pueden pasar ni arriesgarse. Los riesgos que España corre están limitados, pues, siempre y cuando no transgredan ciertas fronteras, que defienden al país de repetir la experiencia atroz de la guerra civil y de la dictadura franquista. El libro de Cayetana Álvarez de Toledo nos recuerda que España es un país que debe cambiar, perfeccionarse a sí mismo, adaptándose cada vez más y mejor a lo que son las contingencias y problemas que debe ir resolviendo a medida que se presenten. Aquellos problemas están descritos, todos ellos, en las páginas de este libro, con una defensa empeñosa de ciertas soluciones, hechas con la inteligencia y la cultura de una mujer excepcional. Sería una lástima que lo que ella ofrece con tanta claridad, franqueza y brillantez cayera en saco roto.