- Vuelve Europa a esta ante la misma disyuntiva. ¿Hay que auxiliar a Polonia o es mejor aplacar al agresor?
La historia nos dice cuan catastróficos fueron los resultados de aquellos pacifistas de sombrero de copa y cobardía por corbata. Por no defender con firmeza a la Europa de siempre, la condenaron a una guerra devastadora y, seamos sinceros, a la irrelevancia posterior a la Segunda Guerra Mundial. Reino Unido, Francia, Bélgica y Holanda perdieron sus colonias, Alemania quedó dividida, países que fueron el corazón de la cultura europea acabaron en manos del totalitarismo soviético como Checoeslovaquia, Hungría o la misma Polonia y los que restaron bajo la égida de los EEUU se vieron sometidos a los intereses norteamericanos. Todo, por no querer afrontar el problema cuando todavía era posible.
Está pasando otra vez, también en tierras polacas. El invasor no dispone de Panzers ni Stukas, no desfila bajo la esvástica. Pero son lo mismo. Su racismo hacia nuestra forma de vida es igual que el que mantenían los nazis con los judíos, los eslavos, los mediterráneos o los polacos. Consideran que su cultura debe prevalecer sobre la nuestra y que el fin de nuestra forma de vida debe precipitarse para imponer la suya. Tienen una idea totalitaria de la sociedad, basándose en un libro, aunque esta vez no sea el Mein Kampf sino el Corán. Las mujeres no pintan nada en su mundo, se creen con derecho a matar a quien se les oponga y se ríen de los derechos humanos.
Algo más tienen en común con el Tercer Reich quienes pretenden invadir Polonia. Su amistad con los nazis, amistad que tanto ellos como la izquierda europea, antisemita hasta el tuétano, pretenden ocultar. Qué poco oirán ustedes decir a comunistas y demás ralea que en la II Guerra mundial el mundo árabe se posicionó abiertamente en favor del Tercer Reich, que su máximo líder el Gran Muftí de Jerusalén fue recibido con honores de jefe de estado por Adolf Hitler en Berlín, mientras millones de judíos eran asesinados en los campos de exterminio.
No les dirán que existió una división de las Waffen SS integrada por musulmanes, la Handschar, no les dirán que, tras la guerra, numerosos oficiales nazis se escondieron en tierras árabes, protegidos por reyezuelos y califas locales. No les dirán que la famosa revolución de Nasser en Egipto fue financiada con dinero proveniente del botín de guerra nazi canalizado a través del suizo François Genoud, miembro del partido nazi helvético de Geo Oltramare. Ni les dirán que Otto Skorzeny entrenó a los paracaidistas de Nassar o que el también SS standartenführer Raulic Mile era asesor del ejército egipcio en materia de misiles para arrasar al vecino Israel.
Su racismo hacia nuestra forma de vida es igual que el que mantenían los nazis con los judíos, los eslavos, los mediterráneos o los polacos
No se lo dirán igual que no le dicen que lo que se está preparando en la frontera polaca es una invasión en toda la regla, invasión en la que todos los países de la UE vienen colaborando activamente con cara de estúpido buenismo financiado por los Soros de turno. Esa invasión que también sufrimos en España a través de Ceuta, Melilla y Canarias. Esa invasión que no es de gente que huya del hambre, de la guerra o de la persecución política, sino de miles de personas que llegan a nuestros países para ser masa crítica cuando llegue el momento. Y todo – a Hitler le habría encantado – pagado por el estado a base de subvenciones.
¿Qué hará Europa si los miles de concentrados ante las vallas de la frontera de Polonia deciden atacar? ¿Qué dirá Borrell si el ejército polaco dispara en defensa de integridad de su patria? ¿Cómo reaccionarán los graves y sesudos burócratas europeos si alguien da la orden de avanzar y las repúblicas bálticas se ven en la misma situación, o si se ataca a Ceuta y a Melilla, o si en las banlieus francesas se levanta un motín gigantesco que colapse Francia? ¿Plantará cara el nuevo canciller del Reich si la población turca ocupa las calles de Berlín? ¿O de Colonia, o de Hamburgo?
No son teorías encima de un mapa. Es una realidad palpable, visible, amenazadora para todo aquel que analiza la contingencia internacional de manera fría. Pero los políticos oficiales siguen tan empeñados en mantener sus poltronas que les da igual lo que nos suceda a quienes debemos afrontar el día a día por las calles. Tenemos, desgraciadamente, un excedente enorme de Chamberlains y una escasez alarmante de Churchills. La historia se repite. 1939, 2021. Dios nos coja confesados.