Alejo Vidal-Quadras-Vozpópuli

  • Si el plan del adversario es conocido, no le des facilidades para llevarlo a cabo ni acudas al terreno de juego donde te espera. Calcula cada palabra, cada gesto

La suspensión por parte de Twitter de la cuenta oficial de Vox durante una semana ha generado una gran indignación entre los dirigentes, militantes y simpatizantes de esta formación, como era de esperar. En general, los casos en los que la gran empresa tecnológica fundada por Jack Dorsey ha ejercido su facultad de censura ateniéndose a sus reglas internas han despertado polémica porque a la protesta de los excluidos se ha unido el debate de fondo sobre el enorme poder del oligopolio que controla las redes para orientar la opinión utilizando sus algoritmos de manera escasamente transparente. Yo soy usuario de Twitter y tengo en números redondos unos 84.500 seguidores, entre los que abundan los que son coincidentes con mis opiniones, pero no escasean los que discrepan con frecuencia de forma agresiva o incluso grosera. Me tomo con tranquilidad tanto los elogios como las descalificaciones y nunca he bloqueado a un interlocutor por soez, insultante o injusto que fuera su mensaje o su comentario. Creo que los que no guardan las formas propias de un intercambio de opiniones civilizado se dañan más a sí mismos que a aquél al que pretenden ofender.

Fijando la atención sobre el problema concreto que ha motivado esta vez el bloqueo, conviene hacer algunas precisiones en aras del rigor. Cuando se dice “son el 0.2%” se omite el sujeto y la pregunta inmediata es: ¿quiénes son ese exiguo 0.2%? La población musulmana de Cataluña es aproximadamente el 7% del total, por lo que se deduce que el tweet se refiere a una ínfima parte de este grupo. El lector no puede adivinar cuál y yo he llegado a la conclusión de que se alude a los llamados menas, cuya proporción si se ajustaría a la cifra consignada, pero se trata de una mera hipótesis ya que el texto no lo aclara. Por otra parte, si esta diminuta fracción de los musulmanes afincados en Cataluña son objeto del 93% de las denuncias, ¿de qué tipo de denuncias estamos hablando? ¿De qué nivel de gravedad? ¿Se ciñe la advertencia a infracciones cometidas por jóvenes o a presuntos delincuentes de cualquier edad? La confusión es total y el redactor del tweet no parece un ejemplo de rigor descriptivo. La conclusión es que Vox debe seleccionar a los redactores de sus aportaciones a las redes entre personas con un nivel suficiente de claridad mental y ciertos rudimentos de aritmética.

Educar a nuestros hijos

Otra ocasión en la que el partido verde sufrió el veto de Twitter fue a causa del siguiente texto en el que se replicaba a uno de Adriana Lastra: “Lo que no soportamos es que os metáis en nuestra casa ni que nos digáis cómo tenemos que educar a nuestros hijos. Y menos aún que con dinero público promováis la pederastia”. Tras el consiguiente barullo, Vox acabó retirando este mensaje y las aguas volvieron a su cauce.

Por supuesto, carece de objeto dar consejos, sobre todo a los que no los piden, aunque siempre es útil en beneficio de eso que Víctor Pérez Díaz llama “el espacio de conversación pública” intercambiar puntos de vista por si alguien los quiere aprovechar. Cuando un partido está permanentemente sometido a un acoso sistemático, a una caricaturización cruel, a un rechazo implacable y su discurso es invariablemente deformado, mutilado y presentado como la emanación sulfúrea del mal con el fin de fabricar un artefacto tan repulsivo como imaginario que movilice y aglutine al electorado en contra de este supuesto ente diabólico, hay que diseñar una estrategia de comunicación acorde con la agresión, lejos de la reacción airada e intemperante, por justificada que esté la rabia. En otras palabras, hay que recurrir preferentemente a la inteligencia antes que al contrataque explosivo.

No hubiera habido bloqueo porque nadie puede oponerse a una declaración tan sensata y la posición de Vox hubiera quedado firmemente expresada de acuerdo con sus convicciones 

Por poner un ejemplo práctico, supongamos que en lugar del cuantitativamente indescifrable tweet sobre el elevado índice de criminalidad de la población musulmana en Cataluña se hubiera colgado otro de este tenor: “El Islam radical, misógino y fanático es incompatible con la democracia. Stop al islamismo ajeno a nuestros valores. Los ciudadanos de Cataluña han de respetar sin excepción el orden constitucional y las leyes”. No hubiera habido bloqueo porque nadie puede oponerse a una declaración tan sensata y la posición de Vox hubiera quedado firmemente expresada de acuerdo con sus convicciones y su ideario a plena satisfacción de sus adeptos. En cuanto a la erizada respuesta a Adriana Lastra, una formulación alternativa hubiera podido rezar: “No os metáis en casa de los españoles ni les digáis cómo educar a sus hijos. La libertad de educación es un derecho constitucional irrenunciable”. Exactamente lo mismo, el principio queda inequívocamente sentado de manera inatacable y sin bloqueo posible.

La conclusión es diáfana y sencilla. Si el plan del adversario es conocido, no le des facilidades para llevarlo a cabo ni acudas al terreno de juego donde te espera. Calcula cada palabra, cada gesto, cada propuesta y cada crítica teniendo en mente lo que hará tu oponente. Si el fondo de tu planteamiento es sólido, no lo malogres en la forma. De nada.