Por la paz, una pancarta

EL CORREO 19/01/14
JAVIER ZARZALEJOS

· Cuando se habla de la derrota de ETA por el Estado de Derecho, en el mejor de los casos, miran a otra parte

El PNV ha dado dos explicaciones de su protagonismo en la manifestación a favor de los presos de ETA del pasado día 11. La primera, doméstica beligerante y guerrera, hablaba de la necesidad de «parar los pies al Estado» después de que el magistrado Eloy Velasco prohibiera la primera convocatoria que había hecho ‘Tantaz Tanta’. Los jeltzales se adelantaban en la imagen a los portavoces de Sortu que, para mejorarla, tuvieron que acudir a las artes marciales y jactarse de haber ganado al Estado aprovechando su propio impulso, no hace falta aclarar que siempre represivo.

Pero la segunda explicación ya iba dirigida al gran público, y a los que dentro del público nacionalista la imagen de renovada confraternización con la izquierda abertzale les daba, digamos, mal rollo. Tiempo atrás, cuando el PNV se movilizaba en compañías mucho más recomendables, sus líderes ya aclaraban que se equivocaban los que creían que lo hacían contra ETA. No, lo hacían por la paz.

Hay otros ejemplos recientes de cómo el PNV siempre se sacrifica por la paz. El diputado general vizcaíno dejaba claro hace unos días que «no se daban las condiciones» para que la selección española de fútbol jugara en el nuevo San Mamés como equipo local en la Eurocopa de 2020. El lehendakari amplió la tesis aclarando que quien jugaría como equipo local sería el equipo de Euskadi. ¿Sectarismo? No, sería impensable en mentes tan elegantes. Sólo el afán de evitar líos que, sin duda, se producirían el día del partido (de fútbol).

Por la paz también en este incansable esfuerzo, el PNV advertía esta misma semana que si el PP y el PSOE persisten en sus objeciones al plan (ni que decir tiene que el plan es de paz), está dispuesto a seguir adelante con el apoyo de Bildu.

La paz ha exigido mucho esfuerzo al PNV. Por la paz se opusieron a la ley de partidos y a la posterior ilegalización de Batasuna y de las demás marcas políticas de ETA. Por eso, cuando se habla de la derrota de ETA por el Estado de Derecho, en el mejor de los casos, miran a otra parte. Las exigencias de la paz requirieron de los nacionalistas oponerse también a la ley de cumplimiento íntegro de las penas. Tampoco les parecía bien que expusiéramos a ETA y a sus cómplices políticos al control internacional de sus movimientos y su dinero incluyéndolos en la lista de organizaciones terroristas de los Estados Unidos o que se trasladase ese instrumento legal a la Unión Europea.

Un tiempo antes, el PNV se vio apremiado a moverse por la paz ya que nadie más lo hacía. Y de ese sacrificio por la paz nació el pacto de Estella y luego el plan Ibarretxe y el pacífico frente nacionalista por la paz, con la apacible Batasuna.

Es verdad que el destino ha querido premiar este continuo esfuerzo por la paz del PNV con la inmunidad que acompaña a los héroes, lo que ha permitido a este partido seguir trabajando incansablemente por la paz mientras compañeros de escaño o de corporación de otros partidos –PP, PSOE, UPN– no podían hacerlo porque eran asesinados, perseguidos y expulsados de la vida pública. Gracias a estar investido de esta misión providencial, un partido como el PNV, que tanto ha arriesgado por la paz, ha podido mantener su poder prácticamente incólume durante más de tres décadas en todos los niveles de gobierno.

Esta aparente contradicción entre el riesgo extremo que los nacionalistas han asumido por la paz y la preservación indemne de su militancia, de sus estructuras y de su poder no debería dar lugar a malévolas interpretaciones. Se explica fácilmente si se piensa en los términos del papel histórico que el PNV tiene asignado.

Hay detalles, sin embargo, que pueden producir cierta perplejidad. Por ejemplo, que la regla sea que cada vez que el PNV anuncia que se va a mover por la paz, la foto con la izquierda abertzale es cuestión de horas, los periódicos reservan espacio y los dirigentes ahora de Sortu, antes de Batasuna, despejan la agenda. Tampoco se entiende bien, a la luz del esfuerzo permanente por la paz, que ésta sea en la visión jeltzale como la cesta de cerezas: no puedes sacar la paz sin que ésta se lleve enganchado más nacionalismo. Seguramente nos falta perspectiva histórica para poder desentrañar esta estrategia que por su sutileza escapa a nuestro rudimentario intelecto, de ahí que éste, a veces, nos lleve a ceder a la tentación de poner en duda la integridad de algunas actitudes del PNV.

De hecho, hay quien considera que esta versatilidad del PNV que le habilita un día para marchar por el asfalto y al siguiente para pisar la alfombra es funcional para la paz y que si eso conduce a que sea el PNV el que marque sin contradicción la referencia de la nueva, y tan vieja, centralidad en la política vasca con Sortu a un lado, y el PSOE y PP a otro, pues qué le vamos a hacer.

Lo importante es que el PNV siga trabajando por la paz como hasta ahora, es decir, promoviendo manifestaciones con la izquierda abertzale, descalificando las operaciones judiciales contra las estructuras de ETA, denunciando en el Parlamento vasco la «gravedad» de estas, avanzando con Bildu en el «plan de paz» frente a las posiciones de los partidos democráticos y –por si faltaran los gerundios– preparando el escenario para una revisión del régimen autonómico que sólo los irremediablemente crédulos pueden esperar que se mueva en parámetros constitucionales.