Rubén Amón-El Confidencial
- El 19-J predispone la inercia triunfalista de Feijóo y el hundimiento de la izquierda, sobre todo si Moreno consigue distanciarse de Vox
Juanma Moreno se definió a sí mismo como “el hombre de moda” en el debate televisivo que reunió a los candidatos a la presidencia de la Junta. No le convenía la etiqueta porque las modas se identifican en la provisionalidad, pero la categoría explica muy bien el valor coyuntural de las elecciones andaluzas. Mucho más que unas elecciones andaluzas. Un proceso electoral que aloja la clave secreta de la transformación integral de la política española. Por eso, Sánchez intenta relativizar las lecturas nacionales, escaparse de la estrategia errónea —derechos contra derechas— que él mismo ha diseñado. Aspira a convertir la catástrofe del 19-J en un asunto regional, localista, cuando no folclórico, del que no puedan extraerse lecturas desorbitadas.
Es la estrategia preventiva que desdibuja la debacle del PSOE y el hundimiento de las izquierdas. Sánchez no puede ganar las elecciones generales sin el caladero andaluz, menos aún si Moreno consigue atraer a los votantes socialistas que recelan del sanchismo y que aprecian los méritos del presidente andaluz en una legislatura moderada y sensata.
Moreno sería tan ‘votable’ como Núñez Feijóo, de tal manera que el 19-J resuelve o predispone uno de los argumentos que el PP necesita para coronar en la Moncloa el cambio de rumbo. Se trata de aglutinar la centralidad. Y de mantener distancias con la ‘mauvaise réputation’ de Vox.
Es la diferencia cualitativa entre Moreno y Ayuso. El líder andaluz recela de las veleidades de la colega madrileña con la ultraderecha. Y maneja una alternativa interesante porque la subida que los sondeos atribuyen al ‘macarenazo’ de Olona no inquietan la solidez ni la versatilidad de Juanma Moreno, cuyas redes tanto capturan a los votantes huérfanos de Ciudadanos como atraen a los sufragistas más desamparados del PSOE.
La transversalidad del voto popular define un antecedente que Feijóo necesita divulgar a escala nacional. Y que requiere distanciarse de cualquier relación orgánica con Vox. La hipótesis de Macarena Olona como vicepresidenta de la Junta de Andalucía resultaría incendiaria en los esquemas moderados del PP. Y propondría a Sánchez un argumento poderoso en su descripción apocalíptica de las derechas. Nadie más españolaza que Olona. Ni más dañina para el plan aséptico de Feijóo.
¿Se repetirían entonces las elecciones? Cuesta creer que Juanma Moreno las necesite si alcanza una mayoría indiscutible. Y no está claro que le perjudiquen si no queda otro remedio que emprenderlas. El ‘no es no’ a Vox resultaría tranquilizador para quienes recelan de la naturalidad con que otros barones del PP —Ayuso, Mañueco— cooperan con la ultraderecha.
Un gran pacto autonómico entre Moreno y Olona supondría un pecado original insoportable de la era Feijóo. Y un peligro que define o constituye el mayor riesgo que contrae el PP en esta cita tan propicia del 19-J.
Más peligrosa es para Sánchez la confirmación de un ciclo electoral tremendamente adverso —Madrid, Castilla y León, Andalucía— y la descomposición de las izquierdas en su división y su endogamia. Yolanda Díaz aspira a convertirse en referencia aglutinadora, pero el escarmiento andaluz reviste una inercia electoral que difícilmente puede remediarse desde el eterno amago o desde el agotado providencialismo.
Los comicios andaluces trascienden como nunca el ámbito nacional. Testimonian el hundimiento de Ciudadanos. Matizan la fuerza de Vox. Reflejan la balcanización de la izquierda. Alojan la catástrofe del PSOE. Y colocan al ‘hombre de moda’ en la posición sobrevenida de decantar el rumbo de la nación, aunque las amenazas de Olona en el debate del lunes —o la coalición de gobierno o no habrá investidura— demuestran que el PP igual termina pagando un carísimo precio por el rescate del secuestro.