Vicente Vallés-El Confidencial
- Para ser bisagra, no basta con querer serlo. Esa versatilidad te la tienen que conceder los partidos con los que pretendes pactar y, sobre todo, los votantes
Con el país sumido en una calamidad sanitaria y en otra calamidad económica (centenares de muertos diarios y millones de españoles en paro), esta semana hemos sabido a lo que de verdad dedican su tiempo en determinados despachos: a trastear, porque gestionar los verdaderos problemas de la gente es demasiado difícil. Para qué ocuparse solo de frenar la pandemia y mejorar la economía si podemos dedicarnos a la confabulación, a golpear el tablero político y a provocar seísmos con sus correspondientes réplicas. ¡Viva la politiquería! ¡A la mierda la gestión!
Pedro Sánchez e Inés Arrimadas compartían –quizá haya llegado la hora de hablar en tiempo pasado– un mismo objetivo: evitar que tuviera éxito el plan de Pablo Casado para alejarse de Vox y centrar al PP engullendo a Ciudadanos. Sánchez y Arrimadas querían impedir la pretendida reunificación de la derecha en el Partido Popular. Era, por tanto, una coalición de intereses que permitiría a Ciudadanos tener una presidenta autonómica en la Región de Murcia, aunque eso obligara al partido a pactar con Podemos en la ciudad de Murcia (dato no menor). Como consecuencia, Ciudadanos ampliaría su distancia con el PP y la reduciría con el PSOE. Y como deriva de esa consecuencia, Ciudadanos ayudaría a Sánchez a impedir la conformación de una alternativa viable para así consolidar ‘sine die’ su poder que, hasta el momento, tiene como firmes pilares a todas aquellas fuerzas políticas contra las se creó Ciudadanos: populistas e independentistas.
Ya se equivocaron cuando forzaron la repetición electoral en noviembre de 2019. Estaban seguros de subir de 123 a 150 escaños para gobernar solos y terminaron bajando a 120 y gobernando con Podemos. Creyeron que el ‘efecto Illa’ rompería la unidad del independentismo y ahora hay una extremista del soberanismo –e imputada por corrupción– al frente del Parlamento catalán y colocada por Puigdemont, y lo más probable es que se forme un Gobierno con Esquerra, Juntx y la Cup; los partidos constitucionalistas suman menos de lo que sumaban antes del famoso ‘efecto’ y Vox se dispara. Enamorados de su propia capacidad para el enredo, en la Moncloa dieron por seguro que solo ellos saben hacer juegos de manos y trataron de arrebatar Murcia al PP. Nada por aquí, nada por allá. Pero en política, como en la vida, el que no corre vuela: el PSOE sigue siendo oposición en Murcia y unas posibles elecciones en Madrid pueden resucitar al mortecino PP y dar sepultura a Ciudadanos, cuando lo que pretendía la Moncloa era engordarlo. ¿Por qué lo llaman estrategia cuando quieren decir temeridad?