José Ramón Bauzá-EL ESPAÑOL

  • La tibieza del Gobierno español con los regímenes latinoamericanos autoritarios enciende la alarma en Estados Unidos y abre el debate dentro del Senado norteamericano.

Que hablen de ti, aunque sea mal es una expresión que no aplica en política internacional, y mucho menos cuando quienes te critican son los líderes del país más poderoso del planeta. Esta semana se habló de España (y muy mal) en el Senado estadounidense. En los minutos que duró la confirmación de Julissa Reynoso como próxima embajadora en nuestro país se describió el estado de las relaciones entre los dos países con una crudeza poco frecuente en el lenguaje diplomático.

El más directo fue el influyente senador demócrata Robert Menéndez: “En Cuba y Venezuela, España no comparte el compromiso con la democracia y los derechos humanos que Washington espera de un país amigo y aliado”. Reynoso, veterana de la política exterior estadounidense en Iberoamérica, sumó a Nicaragua a la lista de países en los que nuestra implicación es mediocre.

El tono de Menéndez y Reynoso reflejó muy bien cómo perciben los estadounidenses nuestra acción exterior en las Américas. No es el enfado y la sorpresa que despierta un aliado que, de golpe, te deja en la estacada. Es el cansancio, el hastío de quien empieza a perder la paciencia ante una tomadura de pelo constante.

Por más que me doliera escucharlo, no pude sino darles la razón ante una realidad que conozco de primera mano. Porque así ha actuado nuestro gobierno de coalición en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Con la excusa de mantener abierto el diálogo, España ha minado en estos años la cohesión de la respuesta internacional, que entiende, correctamente, que déspotas como Díaz-CanelMaduro y Ortega sólo responden a la presión.

La reticencia del Gobierno a adoptar una posición más firme tiene su eco también en Bruselas, donde Josep Borrell, exministro de Exteriores de Sánchez y hoy máximo responsable de la diplomacia comunitaria, exaspera hasta a sus propias filas del socialismo europeo con su negativa a adoptar una postura más decidida contra los abusos de derechos humanos en América Latina.

Si las tensiones con Rabat escalaran hasta un conflicto abierto, podemos imaginar lo que pensaría el establishment estadounidense en caso de decantarse

A Washington, que tiene intereses muy importantes en la región, se le acaba la paciencia y no está por la labor de seguir perdiendo el tiempo mientras continúan fluyendo hacia el norte la sangría de refugiados, el crimen organizado y la inestabilidad.

Nuestro Gobierno ha querido restar importancia a las palabras de Bob Menéndez, como si fuera la opinión individual de un senador más. Pero no vamos a caer en ese engaño. Menéndez es una de las figuras más influyentes del Partido Demócrata, tiene línea directa con el presidente Joe Biden, y la comisión de Exteriores del Senado que él dirige condiciona en gran medida la política exterior estadounidense. Que, además, las críticas a nuestro país pongan de acuerdo con republicanos y demócratas debería ser otro motivo de preocupación.

Nuestro país se juega mucho en su relación con Estados Unidos. La inversión norteamericana y los vínculos comerciales son tan vitales como la cooperación tecnológica y en materia de seguridad y lucha contra el terrorismo. Además, cuando años de recortes presupuestarios han llevado a nuestra defensa al límite, la buena predisposición estadounidense hacia España es uno de los mejores garantes de nuestra soberanía frente a las ambiciones territoriales de Marruecos, sobre el que Washington ejerce una gran influencia.

Si las tensiones con Rabat escalaran hasta un conflicto abierto, podemos imaginar lo que pensaría el establishment estadounidense en caso de que tuviera que volver a decantarse. De un lado Marruecos, un socio importante en la lucha contra el yihadismo, partícipe en los Acuerdos Abraham con Israel y un buen cliente de su industria de defensa. Y del otro España, un actor contrario (en palabras de Menéndez) en las crisis abiertas con los regímenes latinoamericanos y que no termina de decantarse ante el empuje de ciertos países europeos por ser más autónomos de Estados Unidos.

En ese sentido apuntó el senador Menéndez al afirmar que a los españoles no les gustaría que nos comportáramos en su hemisferio como lo hacen ellos en el nuestro. Un recordatorio que no deja dudas sobre las consecuencias de agotar la paciencia de nuestro principal aliado.

Debemos recordar que nos unen siglos de historia en común y, cada vez más, un futuro que comienza a hablar en la lengua de Cervantes

La realidad es tozuda y se acaba imponiendo a la ideología. Por eso, el Gobierno está intentando enmendar sus errores con Washington, aunque sea con torpezas como los veinte segundos de cumbre entre Biden y Sánchez. Pero cabe preguntarse hasta qué punto será capaz de reparar las relaciones con Estados Unidos un gobierno condicionado por los intereses políticos y personales de sus socios.

Los vínculos ideológicos y profesionales de los dirigentes de Podemos con los regímenes latinoamericanos son de sobra conocidos, como lo son las sospechas de financiación ilegal a las que apuntó la justicia boliviana en su momento, y que ahora amenaza con destapar el Pollo Carvajal, jefe durante años de la inteligencia chavista.

Mientras los intereses de España sigan siendo rehenes de los socios de Sánchez, y nuestro papel ante el drama que se vive en Iberoamérica no sea congruente con los valores que decimos defender, España se arriesga a perder prestigio e influencia en la escena global.

Ante esa amenaza, debemos recordar que a españoles y estadounidenses nos unen siglos de historia en común y, cada vez más, un futuro que ya comienza a hablar en la lengua de Cervantes. Nos une también la fe en la libertad individual, la democracia y el Estado de derecho como mejores garantes de unos derechos inalienables y comunes a todos los hombres.

Cuando esos derechos son pisoteados en naciones hermanas como Cuba, Venezuela y Nicaragua, los españoles no podemos mirar hacia otro lado, ni abandonar a un viejo amigo y aliado como Estados Unidos a la hora de defender la causa de la libertad en el mundo.

Hubo un tiempo en que un presidente del Gobierno español fue recibido en pie y con aplausos en el Congreso de Estados Unidos. Trabajemos por recuperar esa España.

*** José Ramón Bauzá es eurodiputado de Ciudadanos y miembro de la Comisión de Asuntos Exteriores y de la delegación para las Relaciones con Estados Unidos del Parlamento Europeo.