Antonio Casado-El Confidencial
- En Moncloa entienden que Pedro Sánchez es más movilizador del voto socialista y que su candidato no da el peso para competir en la bronca
Sobre su jefe político, Pablo Casado, dice Isabel Díaz Ayuso en distancia corta: “Somos dos en uno”. Su cosecha será la cosecha del PP, sostiene. Eso sí, una vez sentado que hará las cosas a su manera. Justo al revés de lo que ocurre con su adversario, Ángel Gabilondo, que viene tutelado por el presidente del Gobierno. No por colaboración, como quiere hacer creer Iván Redondo cuando trata de explicarlo, sino por suplantación.
Craso error de Sánchez, a mi juicio. Hasta el punto de desdibujar la figura del candidato socialista y comprometer al Gobierno de la nación en absurda pelea de fuerzas desiguales y muchas papeletas para salir trasquilado. Lo escribí en mi anterior columna: si pierde Gabilondo, habrá perdido Sánchez.
Así, se ha malogrado la oportunidad de convertir la cordura de Gabilondo en alternativa justa y creíble a la crispada polarización Iglesias-Ayuso. La que propuso el exvicepresidente del Gobierno tras su fuga. Pero el polarizado acabó siendo Sánchez. Ayuso, encantada, feliz por el éxito de su juego: pista para el artista. Y Gabilondo, a verlas venir.
Se ha malogrado la oportunidad de convertir la cordura de Gabilondo en alternativa creíble a la crispada polarización Iglesias-Ayuso
Una pena, porque los españoles en general y los madrileños en particular tienen hambre atrasada de gobernantes cuerdos, fiables, racionales, sensatos, realmente entregados a la gestión de los problemas reales del ciudadano y no a las vanidades que inspiran las luchas por el poder. Somos deficitarios en las virtudes que adornan a Gabilondo: sentido común, aversión al insulto, moderación, respeto al adversario.
Pero en Moncloa no lo ven así. Por un lado, entienden que Sánchez es más capaz de movilizar al votante socialista, cuyo índice de fidelidad respecto a 2019 es del 77%, frente al 90% del votante del PP, según el CIS. Por otro, opinan que el candidato no da el peso para competir en la bronca. Así que se ofrecen a hacerle un trabajo nunca requerido por él.
¿Por qué no dejan que Gabilondo sea Gabilondo? El verdadero sería más competitivo que el desfigurado. Es muy discutible que el tique Sánchez-Iglesias capitalice mejor el rechazo que produce Ayuso entre los votantes de la izquierda. Perjudican al candidato del PSOE quienes gritan y descalifican en su nombre, desde el mismo lado de la barricada. Esto vale para quienes defienden a pedradas —no siempre dialécticas— la unidad de la izquierda para desalojar a la derecha del poder en Madrid.
Somos deficitarios en gobernantes cuerdos, sensatos, entregados a gestionar los problemas del ciudadano y no a la lucha por el poder
Así se distancian de Ángel Gabilondo, justamente por no ser un político al uso. De ahí la malograda ocasión de aprovechar ese rasgo de su personalidad. Se ponen a la altura de una clase dirigente cuya baja calidad acaba de retratarse en el grito de la comunidad científica por el rigor, la transparencia, la unidad frente al enemigo común y la despolitización de la lucha contra el covid. Mal camino llevamos cuando reclamar lo obvio se convierte en noticia de primera página.
En cualquier caso, toca esperar y hacer quinielas de cara al 4 de mayo. Acaba de empezar una campaña autonómica que marca el pulso de la agenda política y mediática a escala nacional. Y lo seguirá condicionando en función del resultado. Muy incierto, porque las intenciones de voto están más inspiradas en el rechazo a otras opciones que en la adhesión a las propias. Y eso va a modificar la presente foto demoscópica.
Partimos de un aparente techo en las buenas previsiones de la derecha (todo el mundo da por hecha la continuidad de Ayuso, con o sin escolta) y un aparente suelo en las malas perspectivas de la izquierda. Por tanto, a unos solo les queda empeorar y a los otros mejorar.
El que no se consuela es porque no quiere.