JULIO REY – EL MUNDO – 11/06/17
· Ramón Casas, Santiago Rusiñol y Miquel Utrillo, con sus cáusticos pinceles, enlucían de libertador modernismo las paredes de Els Quatre Gats, un petit salón comedor cervecero y cabaret de aperturas, de acaloradas tertulias y cenas de bohemia indigente con cosmopolita vocación parisina. Y Picasso. Universal. Els Quatre Gats justificaba su nombre por el número de parroquianos de su concurrencia: cuatro gatos… ¡Pero de angora! Plantado en los bajos de la casa Martí, su estilo neogótico se descuelga por las fachadas del carrer Montsió, a un paso del carrer del Obispo, el de San Severo y el de San Honorato, en el distrito de Ciutat Vella de Barcelona. Barrio Gótico.
Afluentes de crucerías, contrafuertes y arbotantes que desembocan en la plaça de Sant Jaume, rectangular frontera con la Rambla perpendicular al horizonte del mar, en donde el Renacimiento decora la piel centenaria del Palau de la Generalitat de Catalunya. Muy honorable institución de todos y para todos los catalanes.
El president Carles Puigdemont, dictador nocturno y alevoso de una reforma del reglamento parlamentario que asegure su exprés ley de desconexión, inmerso en una desesperada huida hacia adelante para que no le devore la descontrolada víscera traicionada, ha anunciado –no convocado, para evitar ponerse a tiro legal– la fecha y pregunta del manoseado referéndum; imbuido de boato cismático, se sirvió del solemne santuario democrático de la plaça de Sant Jaume de manera partidista, atentando sectariamente contra los inviolables derechos individuales de los catalanes protegidos por la Carta Magna. La inapelable rotundidad de la sentencia del TC contra el Gobierno de Rajoy por la «grave abdicación del Estado» de su ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, apuntala la independencia del Constitucional y deja a los independentistas desnudos de argumentos en su contra.
Cuerda tensa con el Estado (los «CATexit» rezan a Sant Jordi, incluso a su dragón, para que rompa), estrategia de suicidas con imperiosa necesidad de mártires inmolados tocando arrebato en el Bruc con el tambor.
Caracoles estelados que sacan sus cuernos ciegos al sol, rotulando el suelo con translúcidas pistas zigzagueantes de baba, rasgos de vetustas líneas fronterizas espurias, que ahuyentan la modernidad y no poseen el seny.
JULIO REY – EL MUNDO – 11/06/17