Por qué no quieren homenajear a Miguel Ángel

LIBERTAD DIGITAL 11/07/17
CRISTINA LOSADA

· No quieren recordar a Miguel Ángel porque no quieren recordar aquel levantamiento ciudadano contra la ETA en el territorio que la ETA quería suyo

En Ermua, el alcalde Carlos Totorika ha hablado estos días del paso del tiempo. De cómo unos vecinos que participaron masivamente, hace 20 años, en los actos contra ETA por el secuestro y asesinato del joven concejal Miguel Ángel Blanco –unos vecinos a los que él mismo tuvo que frenar entonces para que no incendiaran la sede batasuna–, hoy están divididos y mucho prefieren pasar página, en lugar de sumarse al recuerdo y homenaje del aniversario. «Durante estos años hemos sufrido las malas caras y notado el odio acumulado en la sociedad vasca. Ese es el estigma de Ermua», dijo.

El estigma de Ermua, si no interpreto mal al alcalde, que ya era alcalde cuando mataron a Miguel Ángel, es haber encabezado la primera, masiva y contundente reacción ciudadana contra la organización terrorista ETA en el territorio que ETA quería suyo. Un territorio que se cuidaba de mantener controlado, vigilado y amedrentado con sus secuestros, asesinatos y extorsiones, y a través de su importante red de cómplices y cooperadores. Los habitantes de Ermua, hace dos décadas, desafiaron bravamente ese control, algo que nunca había ocurrido. Ese levantamiento no se lo perdonaron nunca ni los de ETA y sus matones auxiliares, ni los que esperaban recoger las nueces ni los medrosos que temían –y temen– más a los que se rebelan contra la dictadura terrorista que a los terroristas.

Por lo que dice Totorika, los vecinos de Ermua han terminado por ceder a la presión social del entorno que, o bien estaba con ETA, o bien estaba cómodo no siendo incómodo para ETA. Y yo no voy a reprochárselo. Para nada. En todo caso, la crítica será para aquellos que no quisieron o no supieron mantener vivo aquel impulso ciudadano. Para aquellos que lo consideraron peligroso. Peligroso, sí. Porque si cundía el ejemplo, si los ciudadanos le perdían hasta ese punto el miedo a ETA, igual la dictadura terrorista se acababa antes de tiempo.

En este vigésimo aniversario del secuestro y asesinato del concejal de Ermua, asistimos a un curioso escaqueo: aquí y allá, en unos ayuntamientos o en otros, muchas veces Podemos y algunas el Partido Socialista, están evitando que se hagan homenajes a Miguel Ángel Blanco. Los renuentes se escudan en que no se puede reconocer a unas víctimas más que a otras. O en que el PP está utilizando el aniversario para sacar rédito político. Esto lo dicen los socialistas vascos y puede que tengan razón. Pero resulta que Miguel Ángel era del PP. Y resulta que la manera de impedir que el PP extraiga en exclusiva algún rédito político no es desmarcarse del homenaje, sino participar en él. La cuestión importante, sin embargo, no es la pelea en la charca por los réditos. Es lamentable y mezquina, pero nada más.

Lo importante son los pretextos. Que haya pretextos para no hacer lo que hay que hacer cuando se cumplen 20 años de un asesinato que fue el catalizador de una reacción ciudadana que condensó el rechazo de la sociedad española a la ETA. Es absurdo el pretexto que ha dado la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, para no colgar una pancarta alusiva a Miguel Ángel. Eso de que no se puede homenajear a una sola víctima para «no hacer una situación de menosprecio de unas víctimas en relación a otras» no tiene pies ni cabeza. Cada homenaje a una víctima del terrorismo es una homenaje a todas las víctimas del terrorismo. Yo no sé si las asociaciones de víctimas, como alega Carmena, piden que no se individualicen los actos de memoria, pero si lo hacen se equivocan. Es al revés: hay que individualizarlas, hay que recuperar la individualidad de la que quiso despojarlas el terrorismo.

Los pretextos ocultan. Ocultan que, en realidad, no quieren homenajear a Miguel Ángel. No quieren recordar a Miguel Ángel porque no quieren recordar aquel levantamiento ciudadano contra la ETA en el territorio que la ETA quería suyo. No es casualidad que la resistencia a este recuerdo venga, sobre todo, de Podemos. En el mitificado antifranquismo de su cuadro dirigente, ETA tiene un lugar, y no un lugar menor, en el que figurará como representante de la lucha del pueblo vasco, que es exactamente como ETA ha querido ser vista y como quieren sus herederos que se la vea. La rebelión ciudadana contra ETA en el País Vasco en julio de 1997 no apuntala ese mito: lo echa abajo. Los podemitas se ponen muy estupendos cuando se les acusa de simpatías con la ETA. En lugar de sobreactuar retóricamente, deberían actuar. Este aniversario era una ocasión. Y en esta ocasión están mostrando que forman parte de aquellos que prefieren no incomodar. Como aquellos que estaban cómodos no siendo incómodos para ETA.