ARCADI ESPADA, EL MUNDO – 30/04/15
· Escribía aquí mi querido Enric González que lo que se grita en el estadio se queda en el estadio. A mí eso me parece bien para la habitación de los amantes y para el aula de los que aprenden. Con el estadio tengo más problemas, entre otras razones porque lo que sucede en el estadio nunca se queda en el estadio sino que se retransmite al resto de la humanidad. Él también debe de tener problemas, porque veo que flojea con el racismo. Da el sí al hijodeputa al árbitro, pero no al negrodemierda: le parece que esto último implica a todos los negros y es probable que tenga razón. Dándosela, me pregunto qué habrá que hacer entonces con los miles de fanáticos que el próximo día 30 de mayo van a insultar al Rey y al himno de España en la final de Copa que se celebrará en el estadio del Barcelona. Está claro que la cosa va por españolesdemierda.
Lo que yo preferiría, tratándose de una humillación anunciada, es que el Rey no fuera al estadio y el himno no sonara. Comprendo que la gente en el estadio tenga sus necesidades pero no es imprescindible que se las hagan encima de uno. Comprendo también la complicidad de las instituciones políticas con el deporte, dado que sustituye a la guerra; pero me parece un residuo anacrónico, de cuando el deporte era una forma de aristocracia, y un residuo español, saudí y japonés que haya copas del Rey o de cualquier otra suma excelencia. Las copas han de ser, como lo son todas las cosas, del Banco de Santander.
Me temo que el Rey no compartirá mi criterio e irá al estadio. Por eso debe estar previsto y anunciado el castigo. Si las propias autoridades futbolísticas castigan a un club porque sus incontinentes vejan a jugadores del rival, cómo podría procederse distinto con los incontinentes que vejan a millones de ciudadanos. Por tanto hay que anunciar a esta masa informe de valientes, tan expresivos, que sus insultos van a suponer la expulsión del llamado club de sus amores de cualquier competición oficial. Sin exageraciones: por un año bastará.
Lo importante de la libertad de expresión, y lo que la hace admirable, no es que esté garantizada por el ordenamiento jurídico, sino que el ordenamiento jurídico fije su precio. A la briosa gente del Barcelona y del Bilbao hay que darles la oportunidad de que elijan entre insultar y ver fútbol. Y a sus patronos más o menos cómplices, entre el insulto y la recaudación. España es el primer país del mundo en descargas (de conciencia) ilegales y este inmoral «todo gratis» tiene que cambiar.
ARCADI ESPADA, EL MUNDO – 30/04/15