«Porque el Rey se lo pidió»

RAMÓN PÉREZ-MAURA – ABC – 24/11/15

· ¿Cuántos españoles están hoy dispuestos a sacrificar sus condiciones de vida por su Rey y por España?

Estremece leer un testimonio publicado el pasado domingo en ABC dentro de las páginas dedicadas a recordar los cuarenta años de la proclamación de Don Juan Carlos como Rey de España. Es el de Marta Araluce Letamendía, hija de Juan María de Araluce Villar, una víctima de ETA. En el aniversario de la restauración de la Monarquía ABC le pidió un testimonio sobre cuáles eran las motivaciones de su padre cuando el 22 de noviembre de 1975 Don Juan Carlos fue proclamado Rey.

Él ocupaba un cargo que le costaría la vida menos de un año después de la llegada de Don Juan Carlos al trono. Para quien no lo leyese, permítanme reproducir el texto, de sólo 90 palabras: «“Porque el Rey se lo pidió”. Ésta es la respuesta que daba mi madre cuando yo, a los diez años, no entendía por qué mi padre, teniendo una notaría y la vida resuelta, se dedicó a la política. Su lealtad a la Corona, su amor a España y su determinación eran su motivación cuando Don Juan Carlos fue proclamado Rey. Le costó la vida y la de las cuatro personas que le protegían el día en que ETA los mató a la puerta de casa cuando le esperábamos para comer».

En el momento de su asesinato, Araluce era presidente de la Diputación de Guipúzcoa y miembro del Consejo del Reino, del que era uno de los dos consejeros electivos, elegidos por votación por los grupos de procuradores de la Administración local. Próximo a Laureano López Rodó, era un firme defensor de la restauración de la Monarquía en Don Juan Carlos y por ella dio su vida junto con su conductor, José María Elícegui Díaz, y los tres policías que formaban su escolta: el agente Alfredo García González, el inspector Luis Francisco Sanz Flores y el subinspector Antonio Palomo Pérez.

Todos igual de víctimas del centenar de balas que dispararon tres asesinos a la puerta del domicilio de Araluce. Casi cuarenta años después yo me pregunto cuántos españoles están hoy dispuestos, no a dar su vida, pero sí al menos a sacrificar sus condiciones de vida por su Rey y por España. Los hay, sin duda, pero no son muchos los que creen que merezcan la pena el sacrificio personal, el magro sueldo y la exhibición pública de tu vida a cambio de un servicio por el que sólo te premiará tu conciencia.

Personas como Juan María de Araluce eran de una hechura única, condición que transmitió a sus hijos y que otros han despreciado hasta nuestros días. Cuando en noviembre de 2006 murió su viuda, Maité Letamendía Goitia, ABC publicó una necrología de esa gran mujer que durante treinta años había sobrevivido a su marido sin odio en el corazón. Semanas después, un diario en el País Vasco reproducía de forma vergonzante el artículo del que sólo se había suprimido una frase: «El menor de sus hijos varones, José, sacerdote, tiene dicho en público que “no me acuesto un solo día sin rezar por los que asesinaron a mi padre”». Hay censores que honran.

RAMÓN PÉREZ-MAURA – ABC – 24/11/15