PP-PSOE, el pacto necesario pero imposible

EL CONFIDENCIAL  07/08/15
FEDERICO QUEVEDO

· Existe un rechazo insensato a esa opción, que proviene fundamentalmente del electorado de izquierdas porque en su imaginario colectivo sigue instalada la memoria histórica

Si hoy se celebraran elecciones generales y se cumpliera con el escenario aportado por el último sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas, a nadie se le escaparía que el país se vería abocado a una situación de ingobernabilidad o, al menos, de inestabilidad política muy considerable. Según ese sondeo del CIS, ni el PP ni el PSOE llegarían al 30% de los votos, y ni siquiera sumando a Podemos o a Ciudadanos alcanzarían una mayoría suficiente, por lo que sería necesario en cualquiera de los casos contar con terceras fuerzas políticas que pondrían un precio muy alto a sus apoyos, al igual que lo harían los dos partidos emergentes que obviamente tendrían, como se dice vulgarmente, la sartén por el mango.

Es cierto que no es la primera vez que se forma un gobierno en minoría con apoyos… Lo hizo Felipe González en su última legislatura, Aznar en su primera, y Zapatero en las dos que sumó. Pero en los tres casos, tanto el PSOE como el PP, obtuvieron un resultado significativo, por encima del 35% de los votos, y salvo el adversario principal –ellos mismos según cada caso–, ningún otro partido tenía una representación parlamentaria realmente significativa. González y Aznar pactaron con los nacionalismos moderados y Zapatero con los más radicales, pero en los tres casos eran gobiernos estables.

Existe algún precedente autonómico de pactos a más de tres, y ahí sí que puede hablarse de fracasos. Si eso ocurre en una comunidad autónoma –el más significativo fue el pacto de Baleares–, qué no ocurrirá a nivel del Estado si el PP y el PSOE se ven obligados a buscar desesperadamente acuerdos de gobernabilidad que pondrán en peligro la estabilidad política. No es una cuestión de legitimidad porque nuestro sistema político permite que la suma de varios alcance el gobierno, sino de oportunidad.

Lo que de verdad necesita en este momento España es un pacto PP-PSOE que afronte de una vez por todas los grandes retos que el país tiene

El CIS ha preguntado a los ciudadanos qué pactos de gobierno son sus preferidos, y la mayoría opta por un pacto PSOE-Podemos… Por detrás se sitúan otras opciones, y la última de todas es la que, sin embargo, tendría los mayores beneficios para el país: la suma de los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE. Existe un rechazo insensato a esa opción, un rechazo que proviene fundamentalmente del electorado de izquierdas. ¿Por qué? Fundamentalmente, porque en el imaginario colectivo de la izquierda sigue instalada, como si de un disco duro imborrable se tratara, la memoria histórica.

La izquierda identifica a la derecha con el franquismo y la dictadura, con los vencedores de la Guerra Civil… Han pasado generaciones, pero por desgracia ese pasado sigue condicionando nuestra convivencia, e incluso los electores más jóvenes de la izquierda, gente que ha nacido en la democracia y que no tienen ni idea de lo que fue el franquismo ni del papel que jugaron unos y otros, se han dejado condicionar por ese mantra. En la izquierda –no en toda, evidentemente, pero sí en una parte importante– anida el revanchismo, se ve a la derecha como un enemigo y no como un adversario político, y mientras eso sea así será imposible que, a pesar de los esfuerzos que se hicieron en la Transición y en los años posteriores, la concordia se instale definitivamente en nuestro modelo de convivencia.

Y es que, sin lugar a dudas, lo que de verdad necesita en este momento España es un pacto PP-PSOE que afronte de una vez por todas los grandes retos que el país tiene, las grandes reformas que hay que llevar a cabo para reconstruir el edificio constitucional y devolver a los ciudadanos la confianza en sus instituciones. Esa fórmula, que ha funcionado en otros países de nuestro entorno, sin embargo, es imposible ponerla en práctica en España. La gente lo sabe, y por eso ni siquiera se plantea esa posibilidad, pero la primera gran reforma que habría que llevar a cabo es, precisamente, la de un modelo educativo que, de una vez por todas, acabe con esa brecha que sigue abierta en nuestro país y que nos impide ser definitivamente como el resto de los ciudadanos de la Unión Europea.