CARMEN LEAL SEQUEIROS, EL MUNDO 14/08/13
· La autora explica que la imposición del catalán obstaculiza la libre circulación de los ciudadanos en Cataluña.
· Asegura que la igualdad lingüística que proclaman los voceros nacionalistas no es más que «pura retórica»
En las declaraciones de los políticos en general y de los políticos catalanes en particular se utiliza la palabra bilingüismo y bilingüe con notoria imprecisión. No se sabe si esa falta de finura conceptual es intencionada o fruto de la ignorancia. Ciertamente, cuando utilizamos la palabra bilingüe estamos aludiendo a la persona que puede utilizar dos lenguas en cualquier situación comunicativa. Sin embargo, subrayemos, bilingüe sólo lo puede ser la persona. Sólo ellas hablan, no los territorios, por más que por extensión se hable de territorio bilingüe o se diga que existe un bilingüismo social en tal o cual lugar cuando hay un uso habitual de dos lenguas por los habitantes de una misma región/país (especialmente cuando esas lenguas tienen el rango de oficiales).
Precisemos los conceptos: se considera bilingüe aquella persona que tiene una buena competencia en dos lenguas y en las cuatro habilidades lingüísticas: hablar, entender, leer y escribir. Además, la persona técnicamente bilingüe cumple tres requisitos:
Autonomía de códigos lingüísticos: no confunde las lenguas, ni tiene interferencias, mantiene la independencia de los dos sistemas lingüísticos. Alternancia de códigos: paso de una lengua a otra, inmediatamente y sin esfuerzo. Traducción: puede transmitir los mismos contenidos en las dos lenguas. Según esto, no hay muchas personas bilingües. La diferente competencia lingüística y la distinta práctica del habla de las popularmente llamadas bilingües da lugar a una variada tipología: bilingües coordinados, equilibrados, precoces, simultáneos, consecutivos, biculturales, etc. Quienes más se acercan a las condiciones definitorias indicadas antes son los bilingües nativos, aquellas personas que desde la cuna han utilizado las dos lenguas. Aun así, en ellos siempre predomina una lengua sobre otra, la lengua del sentimiento: aquella en la que uno sueña, se enfada o ama. Pero las experiencias personales nunca son idénticas en las dos lenguas.
Hay también otro tipo de personas bilingües o políglotas, son aquellas –escasas– que han llegado a ser bilingües por las circunstancias de su vida o por sus estudios, dependiendo siempre de su aptitud –cualidades personales–, y su actitud ante otra lengua y cultura. Cuando dos lenguas comparten un mismo territorio –territorio bilingüe– los que se consideran a sí mismos bilingües abundan, aunque con distintos grados de competencia en cada lengua. Unos entienden y hablan las dos, pero leen y escriben en una sola, otros entienden y leen, pero no hablan ni escriben la otra, etc. Las variedades son tantas como personas. En Cataluña el bilingüismo pasivo o bilingüismo de interacción es lo habitual: cada interlocutor habla su lengua, catalán o castellano y entiende a quien dialoga con él en la otra lengua.
Es preciso denunciar un propósito político obsesivo de los sucesivos Gobiernos catalanes: que toda la población se transforme de bilingüe (en distintos grados de competencia) a monolingüe catalán (un sol poble, una sola llengua). Por ello, la escuela bilingüe (en la que se imparten las enseñanzas de las distintas materias en las dos lenguas; en la que los alumnos adquieren, teóricamente, una buena competencia en ambas, además de los conocimientos de las distintas materias), ha sido sustituida por la «escuela de todo-en-catalán». Lo que proclamaban los voceros nacionalistas de conseguir un bilingüismo equilibrado era pura retórica. Los únicos centros que practican el bilingüismo escolar: colegios extranjeros y algunos privados de élite, sería utópico en el Sistema Educativo Público, esto es, para toda la población catalana.
Lo que es beneficioso para una minoría de niños inteligentes y con cualidades específicas, generalmente procedentes de familias cultas y adineradas, no lo es para la masa de la población catalana. Una cosa es conocer una lengua para servirse de ella como sistema de comunicación, lo que Cummins (1980) llamaba Basic Interpersonal Language Skill (BILS), que supone habilidades básicas para la intercomunicación, que se puede y se debe adquirir en la escuela y no necesariamente por inmersión, y otra muy distinta poder pensar y razonar por medio de una lengua que no es la propia y en la que la competencia lingüística del alumno de orden cognitivo-académico –lo que Cummins llama Cognitive Academic Language Proficiency (CALP)– no está garantizada para todos. Ésta es la razón por la que en la mayoría de los territorios europeos que tienen dos o más lenguas oficiales la enseñanza se imparta en una sola lengua, con la obligación paralela del aprendizaje de la otra lengua, con un peso horario importante, con objeto de facilitar el entendimiento entre las dos comunidades lingüísticas.
El ejemplo paradigmático es Finlandia, con el sueco y el finés, que cosecha muy buenos resultados académicos. Otros países tienen escuelas separadas o líneas diferentes en la misma escuela. Son menos los territorios cuya escuela es bilingüe como en el Valle de Aosta, Italia (Antoni Milian i Massana. Drets lingüístics i dret fondamental a l’educació, 1992. Generalitat de Catalunya. Institut d’Estudis Autonòmics). En este caso, no se separa a los escolares por razón de lengua sino por razón de eficacia pedagógica, para facilitarles la comprensión y el razonamiento; para enseñarles a pensar, que es lo primordial en la escuela. Primar el conocimiento de la lengua catalana a costa del desarrollo integral de los escolares castellano-hablantes no es ético ya que se utiliza al niño como un medio para fer país y no como un fin en sí mismo.
Es imprescindible la libertad de elección de lengua en la escuela. Ningún país obstaculiza la libre circulación de sus ciudadanos por su territorio por una cuestión lingüística. En España lo garantiza el artículo 19 de la Constitución de 1978, pero hoy día, ¿cuántas familias con hijos en edad escolar se trasladan a Cataluña? ¿Cuántas se han marchado por la imposición lingüística? ¿Por qué no puede haber escuelas en español? Cualquier Sistema Educativo del mundo desarrollado incluye una segunda lengua en el currículo del educando con objeto de que adquieran una competencia que les permita una relación interpersonal suficiente para transitar por un mundo tan interconectado como el del siglo XXI y, a partir, de esa base poder adquirir una mayor competencia en el área en la que se pueda desarrollar su trabajo o sus posteriores estudios. Las escuelas bilingües en los países de Europa –y no digamos las trilingües como las Escuelas Europeas–, son escasas. Son minoritarias en cualquier país, por mucha importancia que hoy día se le conceda a las distintas lenguas independientemente de su extensión. Otra cosa es que se haya intensificado el conocimiento de otra lengua extranjera o regional con mayor presencia horaria, incluso con alguna materia en otra lengua –generalmente inglés– en colegios privados y algunos concertados.
Respecto a las lenguas minoritarias, España firmó la Carta Europea de Lenguas Regionales y Minoritarias en los términos más amplios posible para mantener sus lenguas vernáculas: catalán, valenciano, vasco y gallego, de forma que se pudiese impartir toda la educación obligatoria en la lengua minoritaria, dando por supuesto que a sensu contrario, se podría impartir toda la educación también en español en todos los territorios de España con dos lenguas oficiales. En la Carta se advierte explícitamente que este tipo de escolarización debería ser posible de forma voluntaria e indistinta para los de una u otra lengua, con objeto de facilitar la permeabilidad y unión entre las comunidades de hablas diferentes. Es decir una libertad lingüística para toda la población. Ya llevamos muchos años (decreto de 1992) con el sistema escolar de inmersión forzosa solo para los castellanohablantes –todo en catalán, no bilingüe, con una presencia testimonial de la lengua española–, con el argumento de que el español lo aprenden en su casa, en la calle, en la TV, en el cine, etc. y el fracaso ha sido clamoroso, y para todos.
La lengua culta solo se aprende en la escuela y leyendo, pero en Cataluña no hay ni siquiera libros de texto escolares en español. Este monolingüismo catalán en la escuela ha dado como resultado el fracaso escolar para los niños castellanohablantes y una escasa competencia lingüística en español para los catalanohablantes. La espina dorsal del conocimiento es la lengua y, aquí, a unos niños se les facilita la comprensión a través de su propia lengua (catalana), mientras que a otros –los castellanohablantes– se les dificulta impartiendo la materia en la lengua que no les es familiar. ¿Por qué, si son las dos oficiales? ¿Por qué, si todos los padres de habla catalana o castellana pagan los mismos impuestos? Estamos ante una flagrante vulneración de los derechos personales.
Carmen Leal es vicepresidenta de la Asociación por la Tolerancia.
CARMEN LEAL SEQUEIROS, EL MUNDO 14/08/13