Olatz Barriuso-El Correo
- Sánchez opta por la patada hacia delante para armar un Gobierno continuista de incondicionales
Que en el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez entren Óscar Puente y la mano derecha del exalcalde de Valladolid en la Corporación, Ana Redondo, al frente nada menos que de Igualdad, es todo un mensaje sobre la filosofía con la que el presidente ha armado su nuevo Ejecutivo. Sánchez premia la fidelidad y la lealtad de quienes han estado a su lado en la procelosa ruta que, manual de resistencia en mano, le ha llevado a revalidar el cargo contra todo pronóstico si nos atenemos a las expectativas tras el batacazo que menguó el poder territorial del PSOE en mayo. Entonces saltó la sorpresa que Sánchez tenía reservada tras la derrota, un adelanto electoral que precipitó los pactos regionales entre PP y Vox y, con ello, la pírrica victoria de un Sánchez obligado a hacer encaje de bolillos para lograr los votos de todos los soberanistas con representación en el Congreso.
Así que, logrado lo más difícil, si alguien esperaba un cataclismo como el de julio de 2021, en el que el líder fulminó a algunos de sus más cercanos para recuperar impulso, ahora la revolución estriba en que no hay revolución. Ni siquiera Fernando Grande Marlaska, al que casi todas las quinielas daban por amortizado, se cae del Consejo de Ministros, en una nueva demostración de que a Sánchez nadie le marca la pauta, por más que el veterano titular de Interior haya empeorado en los últimos tiempos materias altamente sensibles como la relación con las fuerzas de Seguridad del Estado, encrespadas por la amnistía, o la gestión de la inmigración irregular.
Junto a él, igualmente incombustibles, siguen pesos pesados en puestos clave como, sobre todo, Félix Bolaños, el ‘superministro’ con más peso político del nuevo Ejecutivo, que sale así reforzado tras pilotar las complejas negociaciones para atar el favor de Puigdemont a cambio de una amnistía que ha fracturado la calle y cuya aplicación real tendrá que gestionar el nuevo titular de Presidencia y Justicia. También las vicepresidentas Nadia Calviño (que podría ser sustituida al frente de Asuntos Económicos por otro incondicional a prueba de desgaste, José Luis Escrivá, al frente por el momento de Transformación Digital, si prospera su candidatura al Banco Europeo de Inversiones) y Teresa Ribera. Ellas serán, junto con Yolanda Díaz, la guardia pretoriana de Sánchez, a la que asciende como vicepresidenta cuarta otra de las fieles, fajada también en las negociaciones para la investidura, María Jesús Montero.
Premio tiene también el ‘tercer hombre’ que ha movido los hilos con Junts y el que cargó con la parte más ingrata, poner cara de póker en la foto que rehabilitó políticamente a Puigdemont, cartel promocional del 1-O incluido. Santos Cerdán, secretario de Organización socialista, sitúa a una persona próxima a él, Elma Sáiz, al frente de Seguridad Social. El socialismo navarro, igual que el PSC con Jordi Hereu o la sorpresa del canario Ángel Víctor Torres para gestionar las insaciables demandas de los nacionalistas, logra así la cuota de representación en el Gobierno que se le resiste a un PSE que, aunque también ha demostrado lealtad sin fisuras al líder, no obtiene en cambio recompensa.
No hay para todos a pesar de que, como acostumbra, Sánchez se ha olvidado de la hemeroteca y de sus promesas de reducir la estructura gubernamental para mantener un Ejecutivo de nada menos que 22 ministerios. Había que encajar a cinco de Sumar sin asiento para Podemos, una muestra del carácter implacable de Díaz, que ha preferido hacer saltar por los aires el engarce con los cinco diputados morados que renunciar a pasar factura a Pablo iglesias. Vienen curvas en la legislatura más impredecible, y el Gobierno de Sánchez es toda una declaración de intenciones sobre cómo espera lidiar el presidente con la montaña rusa que se avecina. Tirando de núcleo duro. No ha dado entrada a ningún independiente, a ninguna figura de refresco o a nadie que proporcione alguna ilusión de transversalidad tras el gris discurso polarizador de las dos Españas y el muro de contención frente a la derecha en la investidura. No es baladí que el Gobierno se haya conocido el 20-N mientras arrecian las protestas de nostálgicos franquistas frente a Ferraz. Este es, más que nunca, el Gobierno de Sánchez. A su imagen y semejanza.