Presentación del libro de Xavier Pericay ‘Filología catalana. Memorias de un disidente’

Transcripción de las intervenciones durante la presentación del libro ‘Filología catalana. Memorias de un disidente’, de Xavier Pericay, el día 26 de mayo de 2009 en Bilbao, en un acto organizado por la Fundación para la Libertad.

Javier Elorrieta

Antes de lo que es pasar a la presentación del libro y del autor, que la hará Vicente de la Quintana, un buen amigo de la Fundación, y para mí una de las personas del entorno en los que nos movemos más preclaras y de un nivel tanto de criterio político como de cultura importante, quería comentarles que Xavier Pericay no es la primera vez que está en un acto que ha patrocinado la Fundación para la Libertad. Ya en otra ocasión estuvo aquí compartiendo mesa con nosotros y con Arcadi Espada. Del libro que hoy se presenta, me gustaría decir que hay algunas coincidencias entre Xavier Pericay y yo –aparte del nombre–, como el haber escrito poesía, o el haber tenido ambos un libro prologado por Jon Juaristi. Tengo que reconocer, siguiendo un poco esa pauta borgiana de que Dios nos libre de los prólogos largos, que en mi caso fue más benevolente porque, aparte de dedicarme un soneto, fue bastante escueto. Yo creo que en el caso de Xavier Pericay ha abusado un poco de la amistad y el bueno de Juaristi se nos ha cascado casi un mini ensayo del prólogo. Pero desde luego el afecto también en el mini ensayo se nota. Tenemos otras coincidencias: su hija se llama como mi mujer; y él ha tenido una referencia, me decía que para él era una foto, en aquella época de Puig Antic. Ahora le acabo de comentar que la coincidencia es que yo sí conocí a Puig Antic, coincidí con él en mi casa en Bayona cuando yo estaba en el exilio. Tengo que decir que, en la jornada escasa que estuve con él, creo que era un chico tímido, terriblemente tímido. Cosa que no entendía, porque me pareció un chico terriblemente atractivo. Para las mujeres tendría que ser terriblemente atractivo. Otra cosa que tenemos en común es que los dos somos disidentes.

Sin más, para hablar de su libro, para hacer una glosa tanto de él como del libro, le dejo a Vicente de la Quintana, antes de que el propio autor nos cuente sus propias impresiones. Muchas gracias.

Vicente de la Quintana

Bueno, muchas gracias. Yo, como es de rigor, y no solo de rigor, también de justicia, agradezco la invitación que me ha hecho la Fundación para la Libertad para presentar esta tarde un libro de un autor que yo estimo, como lector meramente. Lo que no puedo ofrecerles es un ejercicio de crítica literaria, porque ni soy crítico literario ni tengo la competencia suficiente para hacerlo. Voy a presentar el libro de un filólogo y eso siempre es una responsabilidad. Pero es que además tengo vergüenza. Me temo que van a tener que afrontar ustedes unas charlas que se las van a dar tres tímidos, porque también Xavier Pericay se confiesa una persona tímida en el libro que presentamos hoy. Lo vamos a pasar los tres muy mal, pero yo, en la medida de lo posible, intentaré suscitar su apetito lector para que los que no lo tengan ya se apresuren a comprar un texto que yo creo que es magnífico; intentaré razonar, en un tiempo prudencial, el porqué de esa opinión. No como crítico literario, insisto, sino como mero lector hedónico, diría yo.

Y sin más, agradecer también a la Fundación para la Libertad. Quería hacer un pequeño inciso. Ésta es la primera conferencia, el primer acto públicó que hace la Fundación después de unos meses, y quiero manifestar una opinión: es que en el actual contexto político que se vive en el País Vasco, esta Fundación tiene que ser relevante; les invito a que sigan ustedes viniendo a los actos que convoca. Creo que el papel que puede jugar ahora la Fundación para la Libertad puede ser especialmente decisivo.

En cuanto al texto que presentamos hoy, son unas memorias. Yo trazaría un perfil sintético de Xavier Pericay. He tenido el gran gusto de conocerle en persona ahora, pero cuando me he reconocido como lector suyo, le suelo seguir a través de la prensa en columnas, incluso en ‘terceras’ que publica en el diario ABC. Quiero decir que los artículos, las ‘terceras’, las columnas que publica Xavier Pericay son, a mi modesto entender, de lo mejor que se puede leer hoy en la prensa diaria. Y si en el mismo ejemplar del ABC que uno puede comprar un día coincide que Xavier Pericay y Jon Juaristi publican algún artículo simultáneamente, la lectura del periódico se convierte en una experiencia muy gozosa. Da la casualidad de que, también, este libro está prologado por Jon Juaristi. Luego intentaré desarrollar de alguna manera una impresión que yo tengo, y que si ustedes han leído el libro –si no cuando lo lean– podrán establecer muy fácilmente determinados paralelismos entre los dos autores.

Xavier Pericay nace en Barcelona en 1956; es Licenciado en Filología Catalana; actualmente imparte clases de Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Ramón Llull; es colaborador regular del diario ABC; y en cuanto a su obra publicada, yo diría que es polifacética. Él ha publicado como autor, y ha editado una serie de libros a los que me voy a referir inmediatamente. Es también traductor del catalán al castellano y también traductor del francés al catalán. Y es colaborador habitual de Fundaciones y de periódicos y de prensa diaria. Como autor, ha publicado, aparte de este libro, que ya les avanzo que es una traducción… la edición original está escrita en catalán, y lo que ustedes hoy pueden adquirir en las librerías es una traducción al castellano hecha por el propio autor. También en librerías ha aparecido muy recientemente… Ya digo que la primera edición de este libro es del 2007, se publica en la Editorial Destino, y actualmente en librerías tiene un texto que yo lo he empezado a picotear, no lo he leído, lo estoy empezando. Pero ya les avanzo que si mañana compran el libro que presentamos hoy, hagan un pequeño esfuerzo y compren también ‘Josep Pla y el Viejo Periodismo’; porque yo creo que va a ser un texto que va a quedar para los anales en la bibliografía sobre Josep Pla. La verdad es que –también les avanzo– es un libro que me está resultando verdaderamente espléndido.

Probablemente conozcan otro ensayo de Pericay titulado ‘Progresa adecuadamente. Educación y Lengua en la Cataluña del Siglo XXI’, en la que él que se ha movido siempre, tanto en su vida como en su obra, como publicista en los terrenos acotados, pero probablemente también interrelacionados, de la filología y el periodismo, tanto a nivel teórico como a nivel práctico, digamos, en su faceta o en su ejercicio docente, pues es un texto éste en el que si ustedes quieren encontrar una exposición lúcida que derrumbe determinado tópicos de un modelo pedagógico así llamado progresista; yo creo que está a la altura de un texto –porque también es citado en el libro que presentamos hoy– que tiene el reconocimiento y que gusta mucho a Xavier Pericay. Si ustedes han leído ‘El Conocimiento Inútil’ de Jean Francois Revel, esa parte final del libro titulada ‘La rebelión de los profes’ es una crítica al modelo ‘miterrandista’, al modelo pedagógico que postula la escuela como ámbito más de convivencia que de transmisión de un conocimiento objetivo; en este libro de Xavier Pericay también van a encontrar una crítica demoledora a ese mismo modelo que en España y en Cataluña, especialmente, se ha venido aplicando.

Y en catalán también es autor de ‘El malentés del Noucentisme’, ‘Libro de Estilo del Diario de Barcelona’ y ‘Verinosa llengua’. Como editor también –y aquí vuelvo a hacerle un agradecimiento– ha tenido una labor que yo calificaría –sin segundas intenciones naturalmente– de benemérita, porque ha editado dos libros que yo considero fundamentales e imprescindibles para cualquiera que disfrute con la literatura. Se trata de ‘La Segunda República Española’ de Josep Pla –es un volumen bien grande, bien denso, un auténtico tocho, pero por supuesto un placer leer como todo lo de Pla–, en el que se recogen todas las crónicas parlamentarias como corresponsal en las cortes republicanas. La verdad es que es una edición espléndida también publicada en la Editorial Destino. Y por otro lado también ha sido editor, junto con Arcadi Espada, Xavier Pla y Andrés Tapiolo, si no me equivoco, de ‘Cuatro historias de la República’, que es también una recopilación de los cuatro grandes del periodismo, del gran periodismo clásico español del siglo XX: de nuevo Josep Pla –que es una figura que, como ven, está muy presente en la vida y en la obra de Xavier Pericay–; de otro periodista, otro literato yo creo que magnífico que se va descubriendo ahora, que es Manuel Chaves Nogales; de ‘Gaciel’ Agustí Calvet, también un insigne periodista catalán; y de Julio Camba. Como editor, acredita el buen gusto el haber colaborado en la edición de estos dos volúmenes. Como traductor también, personalmente tengo que decir que forma parte de mi bibliografía de lector, porque hay libros que a uno se le quedan especialmente, y Xavier Pericay es traductor de una obra memorialista, creo que de las mejores que uno puede leer y que están en el mercado actualmente, de un autor también olvidado incluso en su época: son las memorias de un intelectual, de Julien Benda; también invito a la lectura de ese libro, que me parece un texto muy memorable. Además –y eso también es un jalón en la experiencia de cualquier lector–, de los ‘Dietarios de Pla’, dos volúmenes, si bien en la parte correspondiente al ‘Quadern gris’, Xavier Pericay respeta la traducción clásica de Dionisio Ridruejo y de su esposa Gloria de Ros, pero amplía, los castellano hablantes, yo al menos, no teníamos la posibilidad de disfrutarlo en castellano del resto de la obra de los ‘Dietarios de Pla’, en la que yo creo que hace traducción. En fin, sin conocer catalán es difícil decir esto, pero yo creo que por la lectura tan fluida que se puede hacer de ello es completamente espléndida, es también un magnífico libro.

Y es traductor también al catalán de textos clásicos de la literatura francesa. Simplemente con decir que ha traducido a Stendhal, a Balzac y a André Gide, ya se hacen ustedes una composición de lugar de cual es un poco el aire de familia, evidentemente esta obra tiene que ser necesariamente producto de una cultura que luego veremos, en cuanto expliquemos un poco, avancemos un poco el contenido del libro, muy influida por la literatura, el periodismo, la cultura francesa. Como colaborador, también ha colaborado con la Fundación FAES, en el primer caso como coordinador ha dado lugar a un opúsculo, un texto, que tiene mucho que ver con el libro que presentamos esta noche. Se titula ‘Libertad o coacción. Política lingüística y nacionalismo en España’. Creo que es un texto en el que se recogen también colaboraciones de Santiago González, que está por aquí, en el que se aborda cual ha sido la política lingüística desarrollada en las comunidades con hegemonía o gran presencia nacionalista, desde distintos puntos de vista. Xavier Pericay actúa como coordinador, Santiago González se ocupa en ese texto de ese opúsculo del caso vasco. Y creo que es también un trabajo muy a tener en cuenta. Desarrolla una serie de ideas que ya en el libro que presentamos hoy, lo que encontramos es la raíz biográfica de esas conclusiones a las que Xavier Pericay, entre otros, llegan acerca de la crítica que se puede hacer de la política lingüística del nacionalismo.

Y también tiene publicado en FAES otro trabajo titulado ‘El fraude del buenismo’. Bueno, yo creo que las conclusiones que pueden quedar claras simplemente del repaso, de la enumeración de la obra publicada de Xavier Pericay, yo creo que es coherente, como digo, tiene mucho ver y se mueve en los territorios de la filología y del periodismo. Y en cuanto al libro que presentamos hoy, yo creo que para explicarlo, para comentarlo con toda modestia, insisto, yo creo que basta remitirse al título. Ya he dicho, el título es ‘Filología catalana. Memorias de un disidente’. Creo que recordar que era Schopenhauer el que decía que había que tener mucho cuidado con la elección de los títulos, que un buen título siempre implicaba que la totalidad del contenido del libro estuviese implícita en el título del libro. Yo creo que este es el caso, sobre todo si ustedes leen ‘Filología catalana. Memorias de un disidente’, yo creo que una buena manera de explicar el contenido del libro es irse fijando en cada una de las palabras y cómo las traduce luego el propio texto. Filología, Memorias y Disidencia, yo creo que son los tres conceptos claves para poder avanzarles un poco la explicación de en qué consiste este libro. Ya les he dicho antes que originalmente es un libro escrito en lengua catalana, que es la lengua materna de Xavier Pericay. Simplemente este hecho, podría pensarse que compromete, solamente el hecho de que sea el propio autor el que escribe en lengua materna y luego lo traduce al castellano, podría pensarse que compromete uno de los dogmas que quizás no se explicitan mucho pero están implícitos muchas veces en gran parte, o buena parte, del discurso nacionalista, o al menos, en el discurso nacionalista de más estricta observancia.

No es ninguna novedad decir que a través de algo como la etnolingüística, este palabro absolutamente arrojadizo, existen personas, existen ideólogos nacionalistas que han querido transmitir esa idea, quizás de impronta romántica, herderiana, de que la visión del mundo de una determinada persona está absolutamente condicionada por la lengua que usa habitualmente. Es decir, que la concepción que uno tiene del mundo, que la manera de pensar está absolutamente influenciada y es intraducible, de alguna manera, a otra lengua. Es decir, las culturas funcionarían como una especie de organismos completamente cerrados y sería básicamente imposible hacer una traslación auténtica, una traducción que valiera de una a otra. De hecho, yo no sé si ustedes registran esa experiencia, yo he tenido oportunidad en algunas discusiones con nacionalistas vascos, en mi caso, y creo que el algún texto de Santiago González se recoge también esa expresión en la que uno mantiene una discusión sobre política lingüística y se encuentra con que los nacionalistas de más estricta observancia, yo diría los más cerriles, consideran que, al fin y al cabo, el euskera es intraducible. Es decir, lehendakari no es presidente, es lehendakari. Ertzantza no es Policía Autónoma, es Ertzantza. Ikurriña no es bandera, es ikurriña. Ni siquiera es bandera vasca, es ikurriña. Con lo cual, bueno, llevándolo tanto al absurdo pero siguiendo su propio esquema de razonar vendrían a concluir que realmente la lengua vasca es intraducible, con lo cual da como resultado un efecto muy paradójico porque entonces no puedes proponer ningún tipo de política lingüística. De hecho, ni siquiera puedes editar diccionarios. ¿Quién que no tenga como lengua materna el euskera puede llegar a aprenderla si en la práctica es intraducible? Es una divagación que se me ocurre al hilo del hecho de que el autor haya traducido su propio texto. Hoy, por cierto, un poco viniendo al hilo de esto publica Fernando Savater un artículo espléndido en El País en el que, al hilo de esto, dice: “Me interesa más lo que piensa William Shakespeare o Confucio que lo que se piensa anónimamente a través del inglés o del chino”. Creo que resume muy bien lo que he pretendido decirles.

Y siguiendo con la propiedad, con lo ajustado del título de estas memorias empezamos con lo de filología, filología catalana en este caso. Se ha dicho en una de las críticas más lúcidas que ha recibido este texto, en primera instancia creo que la publicó Ana Nuño en Letras Libres en la primera edición catalana, y posteriormente Ana Nuño también que es amiga del autor, ha hecho también otra reflexión muy interesante en Libertad Digital que aplica un método filológico al estilo narrativo y, es verdad, uno de los mayores atractivos para mi, insisto, como lector meramente es que cuando se emprende la lectura de este libro y se concluye uno ha viajado a través de la vida del autor en una especie de cómodo vaivén entre lo narrativo y lo ensayístico. Ana Nuño llegó a compararlo con Proust, luego rectifica y dice que no tenía intención de hacerle la pelota a Xavier Pericay. A mí me ha evocado otras memorias, me ha evocado las memorias de Juaristi, incluso me ha evocado las memorias de otro autor también bastante ignorado y bastante poco publicado, ahora recientemente vuelve a publicarse, las memorias de Santallana, es decir, es una técnica que utiliza el autor que tomando pie en una peripecia biográfica, en un acontecimiento de su vida, en una circunstancia familiar, llega a algún tipo de reflexión, de conclusión. Y al final incluso en muchas de las páginas se producen auténticos microensayos, por decirlo de alguna manera. Eso hace que lo que en otros textos a los que me he referido antes puramente ensayísticos, más abstractos por lo tanto, más desnudos de sangre y de vida, pues sin embargo en este libro sean realmente la conclusión a la que se llega a través de una experiencia vital, de la narración de un acontecimiento que puede ser perfectamente banal pero que lo hace interesante la conclusión a la que se llega y la manera de contarlo.

Filología también porque Xavier Pericay aborda en este libro una labor de cierta demolición a partir de su propia experiencia vital, de cierta demolición de muchos de los argumentos, de los dogmas, o si ustedes quieren de los tópicos del nacionalismo lingüístico. Está muy bien reflejado, muy bien abordado, esa extraña conclusión a la que llegan muchas veces los nacionalistas en el terreno de la política lingüística de considerar que las lenguas son más que un instrumento, una herramienta útil de comunicación entre personas, que son más bien herramientas para la construcción nacional, que son factores que hacen que se cree una identidad colectiva; más que instrumentos para comunicarse, para llegar a entendimientos, para la mera comunicación humana entre personas. Y también destaca Xavier Pericay a través de, no voy a explicitarlas, un montón de anécdotas, una realidad que puede resultar a mucha gente sorprendente pero que ciertamente en Cataluña y en el País Vasco, lo conocemos bien, es así. Ese profundo desinterés del nacionalismo institucional sobre la propia lengua. Es decir, las memorias que presentamos son hechas por un filólogo, por una persona interesada y profesional, sentimentalmente por la lengua catalana. Hay muchas anécdotas contenidas en el libro, hay muchos pasajes que hacen que esto sea… uno cuando llega a la conclusión lo vea bastante claro. Al nacionalismo en el fondo no le importa la lengua catalana en este caso o aquí el euskera, lo que le importa es, sí, la lengua como instrumento, como herramienta de poder. En el caso vasco se podría hacer una analogía muy fácil y se podrían trasladar todas las experiencias que cuenta Xavier Pericay en su libro y que ustedes las leerán. Son muy reveladoras. A esa construcción que se ha hecho también aquí en el País Vasco, acerca de qué es ser vasco, quizás el nacionalismo vasco en su momento fundacional establecía qué era ser vasco en función muy aranista, muy del antiguo régimen, en función del linaje: los famosos diecisiete apellidos que hemos oído mil veces, uno es vasco cuando tiene diecisiete apellidos vascos. Eso evidentemente llegó un momento histórico en el que periclitó, en el que no tenía sentido seguir haciendo afirmaciones de ese tipo. Y el segundo factor que podía considerar el nacionalismo vasco como aglutinante fue la lengua. Es vasco quien habla euskera. Hay una diferencia de hecho entre la situación catalana y la vasca. Y es que realmente el euskera es muy difícil de aprender y por mucho que… porque no tiene conexión con la lengua dominante, que es una lengua romance, cosa que no pasa en el caso catalán que si parten de un tronco común, son lenguas romances. Y también sobre ese hecho Xavier Pericay se explaya en páginas que también son memorables. Al final lo único que ha hecho el nacionalismo vasco es convertir el único factor de identidad vasca como tal la mera ideología. Al final se llega a la proposición de equivalencia total entre vasco y nacionalista vasco.

Son unas memorias… este libro constituye un ejemplo memorable de literatura memorialística. Se ha destacado ya, y es cierto, que no tenemos demasiados, que no es parte de la tradición literaria hispánica el hecho de que exista un cuerpo my nutrido de memorias. Cuando uno piensa en la literatura francesa o en la literatura inglesa pasa absolutamente todo lo contrario. Por lo tanto, también es muy de agradecer esta incursión en el género. Es una tradición que empieza ya a romperse un poco, esta ausencia de literatura memorialística. Vuelvo a insistir que me he acordado mucho de las memorias de Jon Juaristi al leer estas, me acordaba mucho de ‘cambio de destino’. Y son unas memorias además que yo creo que registran cualquier acontecimiento notorio, cualquier acontecimiento importante de la vida cultural, social o política de Cataluña durante los últimos 30 años está aquí comentado, está aquí vivido por un protagonista. Y está narrado de una manera, como les digo, tomando pie en el acontecimiento para llegar a una reflexión siempre interesante sin ninguna duda. Y la tercera palabra reveladora del título y que da la clave un poco del libro es la de disidente. Son las memorias de un disidente. La disidencia, supongo que ustedes se la pueden imaginar perfectamente en qué consiste y cuál es. La disidencia es la disidencia de un ambiente que se llega a crear en Cataluña después de la transición por parte del nacionalismo hegemónico en el poder, que hace literalmente la vida asfixiante a todos aquellos que no comulguen con la ideología establecida en el poder, que no se sometan a la narrativa que impone el nacionalismo desde el gobierno y que en el caso de Xavier Pericay es muy ilustrativa. Igual también, en el paralelismo, en el caso de Jon Juaristi. Porque siendo personas que parten de posiciones, digamos políticas, de izquierda y nacionalistas, francamente de izquierdas y francamente nacionalistas, sin embargo, la experiencia de vivir en eso que algunos han llamado el oasis catalán les condujo a través de un proceso de decantación, más o menos lento, primero a considerarse y lo dice también en un pasaje del libro que me ha sorprendido bastante, por lo contundente, aunque es un libro que mantiene siempre un tono de urbanidad casi exquisito, pero ciertamente es contundente, de una posición nacionalista y de izquierdas franca muy notoria y muy clara, a una posición de no nacionalismo o catalanismo, si más, durante la cual Xavier Pericay también tuvo una relevancia en cuanto a su presencia en instituciones culturales. Sin embargo, ni así, a uno se lo perdonan si no es estrictamente nacionalista y acabó desembocando en algo que él, francamente, llega a confesar y es una postura abiertamente antinacionalista.

He creído entender que es así, con lo cual lo que se suscita en el planteamiento es una postura ciertamente beligerante, una postura que no implica ningún tipo de crispación, ningún tipo de beligerancia malsonante, pero sí una actitud muy contundente frente a la realidad que le circunda y que él mismo ha experimentado. Disidencia que, al final, como en tantos otros casos, se acaba convirtiendo en: salida de Cataluña. Xavier Pericay abandona Cataluña, reside en Baleares, con su mujer, que es también balear, y es al final el efecto práctico en lo que consiste esa disidencia. Él llega a decir literalmente “bien mirado me habré pasado la vida llevando la contraria como un adolescente, allí donde se juntan nacionalismo y política lingüística, la libertad desaparece”. Son afirmaciones que tienen forma casi de teoremas que son absolutamente contundentes y que se hacen con toda la tranquilidad del mundo por parte de Xavier Pericay. Se confiesa también en el aspecto biográfico poco dado a la acción. Su participación política, me referiré inmediatamente a ella, tiene una antecedente que está de una manera muy divertida narrado en el libro bajo el epígrafe de un verso de Arthur Rimbaud, traducido literalmente es algo así como “no se es serio a los diecisiete años” si no equivoco, tiene su gracia y se lo contaré inmediatamente. Es también un recorrido por una ciudad que fue muy interesante, por la Barcelona de la transición y es también una crónica vivida en primera persona de cómo esa ciudad que, en principio no parecía que iba a tener la evolución posterior que ha tenido, se transformó en lo que actualmente es a criterio de Xavier Pericay y, en esto, como el resto de Cataluña, en el cerco que plantea el nacionalismo desde el poder a la gente, insisto, que no comulga, y en el clima asfixiante que hace que la disidencia se traduzca en una huída.

El libro está estructurado en cuatro grandes bloques que repiten de nuevo el tema de la filología. El primero, filología clásica; el segundo, filología francesa; el tercero, catalana; y el cuarto, hispánica. Yo únicamente voy a dar cuatro brevísimas pinceladas y le doy la palabra ya a Xavier Pericay porque creo que es lo interesante. En el primero de ellos, Filología Clásica, el título alude a figuras del entorno familiar. Evidentemente lo que relata es la infancia, la primera infancia del autor, Xavier Pericay. Mi recuerdo de la lectura de este libro… recuerdo cómo dibuja, cómo narra, la figura de su padre. En concreto es muy bonito el pasaje en el que Xavier Pericay hace una evocación de la figura paterna con ocasión de la ocasión de una noche que tiene que pasar en la casa familiar a la que vuelve después de muchos años y duerme, porque se hace instalar allí una cama, en la biblioteca de su padre, que tenía dos secciones principalmente, si no recuerdo mal. Una más o menos hecha a base de rescates y de búsquedas en tiendas de libros de viejo en Barcelona, la sección de literatura; y otra la sección de filología clásica porque su padre era catedrático de griego en un instituto. La figura del padre es una figura muy interesante, puesta en relación en esa narración que se hace con la figura del abuelo materno. El abuelo materno que no llegó a conocer Xavier Pericay militó en tiempos de la República y en los albores de la Guerra Civil en un partido, en uno de esos partidos confederados en la CEDA, Acció Popular Catalana, fue miembro destacado de ese partido y fue fusilado en los albores de la Guerra Civil. Y Xavier Pericay relata en la memoria familiar en qué consiste el recuerdo del abuelo, pero también para llegar a una conclusión posterior: el noviazgo entre sus padres hace que la primera vez que se conozca el abuelo materno con el padre de Xavier Pericay se produzca en un hospital estando ya preso, después del estallido de la Guerra Civil, el abuelo. Con la circunstancia de que el padre había tenido simpatías, no recuerdo si llegó a militar en la Ezquerra, pero bueno, tenía ciertos contactos, amistades políticas y, bueno, una proclividad política con el mundo de la izquierda política catalana. Se produce ese encuentro en la circunstancia evidentemente dramática de estar el abuelo materno en un hospital y después ser fusilado. Xavier Pericay narra cuál fue el efecto que eso produjo en la figura de su padre. Una persona interesada por la política pero marcada por ese drama familiar y le evoca, creo recordar, tumbado en la cama escuchando la radio, probablemente Radio Pirenaica y absolutamente contrario a que se hablara de política en casa, absolutamente contrario a que los hijos o los familiares más próximos tuviesen ningún vínculo, ningún nexo de contacto con la política activa en el periodo de la dictadura.

Y además, su interés por la política sofocado no solo por la circunstancia de vivir España bajo un régimen dictatorial sino porque ese drama, esa circunstancia familiar invitaba, parece ser, a la mudez. ¿A qué conclusión llega Xavier Pericay al final de ese capítulo, que yo recuerdo especialmente? A la conclusión de la superación del guerra civilismo. Acaba haciendo una loa memorable también del espíritu de la transición y a la superación de esa circunstancia. No deja de apuntar de paso que si viene a cuento la historia del abuelo del presidente del gobierno, en la memoria de muchas familias españolas está también el hecho, absolutamente cotidiano, de que en cuanto a su obediencia política y en cuando a la adscripción a uno de los bandos de la Guerra Civil, todos somos personas fruto de muchas tradiciones muy mezclados y la vocación de superar eso queda clara, queda patente, al final de ese capítulo.

Filología francesa es la juventud y los estudios en el Liceo Francés de Barcelona de Xavier Pericay. Tiene lugar en ese segundo bloque el capítulo a que me he referido antes de ‘no se es serio a los diecisiete años’. Xavier Pericay estudia en el Liceo Francés de Barcelona, por lo tanto experimenta la inmersión lingüística en carne propia pero en francés con todo lo que suponía en esa época en los años 60, en medio del régimen franquista lo que era estudiar en un Liceo Francés. Hay una frase de Javier Arzallus, yo lo recuerdo cuando leí este capítulo, una de esas frases que Santiago González diría que piden mármol, cuando Javier Arzallus dice ‘uno se imagina perfectamente a un vasco empuñando las armas, pero es muy difícil imaginarse a un catalán en la misma tesitura’. Es una perla más de Javier Arzallus, que es una persona abonada al error y también se equivoca en esto. En el caso de Xavier Pericay no se maneja ningún tipo de pistola automática, ni de arma de corto calibre o de largo calibre. Pero sí se manejan dos bidones de gasolina que se compran en una gasolinera y una mecha que, gracias a que estaba en malas condiciones, no llega a producir el efecto que se estaba buscando. Y es que Xavier Pericay, después de liderar una huelga que se llamó ‘sentada’ en esa época, en el propio Liceo Francés de Barcelona le cogió parece ser gustillo al activismo político a pesar de ser un gran tímido como él mismo se confiesa y en compañía de algún otro compañero años más tarde tuvieron la idea de incendiar el Liceo Francés de Barcelona. Afortunadamente, él lo celebra mucho también, no se produjo el efecto porque la mecha no funcionó. Una vez más, Javier Arzallus se puede equivocar. Sí, uno se puede imaginar a un catalán, no sé si con una pistola, pero con una mecha y un bidón de gasolina en la mano. A partir de ahí, lo que se inicia es un periodo muy común y muy de esa generación, muy normal. Javier Elorrieta, en su presentación, ha establecido una serie de similitudes, de comparaciones, hay una memoria generacional un tanto similar entre personas de esa edad, de la edad de la generación de Xavier Pericay. El contexto político, lo conocen ustedes perfectamente, son los estertores del franquismo. Y a partir de ahí, lo que dibujan las memorias es esa evolución a la que me he referido antes. Desde posiciones netamente nacionalistas, netamente de izquierdas, probablemente producto de una reacción frente a la realidad de la dictadura que, en un periodo más o menos largo, se van decantando hacia las posiciones que le han llevado a proclamarse asimismo un disidente.

Los siguientes capítulos, filología catalana y filología hispánica, son la histórica y la parte troncal, la parte más mollar del libro. Aquí es donde Xavier Pericay da cuenta, con detalle, con mucha prolijidad, y con un interés muy ameno, que yo, no me voy a entender que ya lo ha hecho suficientemente, cómo ha llegado a ser el personaje que, ustedes le conocerán probablemente en cuanto a su proyección pública, a ser impulsor del partido Ciutadans de Cataluña, a que su figura de disidente realmente sea notoria en la vida cultural y política catalana y también proyectada en el resto de España. En resumen, yo no quiero aburrirles más, no diría que este es un libro que merezca la pena ser leído pero porque su lectura de ninguna manera es un esfuerzo penoso. Este es un libro que se recomienda asimismo porque la lectura del mismo constituye todo un placer y yo creo que esa es la mejor recomendación que se puede hacer de un libro. Cuando ustedes abran las páginas de este libro, creo que sin duda van a disfrutar, no solo de la prosa de Xavier Pericay, sino también de una trayectoria vital muy interesante y de una serie de reflexiones que yo creo que, para nosotros, ciudadanos del País Vasco, que conocemos también bastante de primera mano el percal, por decirlo de alguna manera, no van a dejar de suscitar en ustedes un gran interés.

Le cedo la palabra a Xavier Pericay. Muchas gracias.

Xavier Pericay

Buenas noches, muchas gracias por su presencia. Ante todo, como soy un gran tímido voy a hablar muy poco, ya aviso. No únicamente porque sea un gran tímido sino porque los actos de presentación, antes lo comentábamos con Teo Uriarte, que estaba aquí antes pero ha tenido que salir… los presentadores son los que tienen el trabajo. El autor está aquí para agradecerles, que es lo que voy a hacer inmediatamente, sus palabras y para tratar de explicar sobre algunas de las cosas. Pero difícilmente voy a contar yo algo que no hayan dicho ya Javier o Vicente anteriormente sobre el libro, algo que puedo sintetizarlo más y mejor. En todo caso, muchísimas gracias a los dos por sus palabras, muchas gracias también por las distintas observaciones que han hecho sobre el libro. Habría una precisión sobre una cosa que ha dicho Javier. No es la segunda vez, sino la tercera, que tengo el gusto de estar aquí todos ustedes invitado por la Fundación. La que Javier no ha mencionado era precisamente la presentación del libro al que se refería antes Vicente ‘Progresa adecuadamente’ que lo hicimos también aquí y me parece que la presentación la hizo Teo Uriarte precisamente. En todos los casos ha sido, por supuesto, un placer estar aquí.

Respecto al libro, para no repetir cosas que ya se han dicho, comentaría lo que puede ser para mí la oportunidad del libro, o incluso la necesidad del libro. Mi querido amigo Arcadi Espada dice que no hay nada peor que escribir los libros cuando uno está cerca de la senilidad y que, por lo tanto, está muy bien que la gente escriba los libros de memorias, a eso se refiere Arcadi, cuando, digamos, nos joden. Lo digo porque a veces sorprende un poco que alguien, como es mi caso, a los 50 años –que es cuando escribí este libro– cuente su vida. Incluso a mí me sorprendió hacerlo pero había un pulso, diría mayor, que es lo que, me parece a mí, justifica un libro de memorias. Luego si el libro es mejor o peor eso ya depende de muchísimas circunstancias. Pero, al menos, la justificación primera es, a mi modo de ver, que uno haya cerrado algo. Hay quien cierra la vida y hay quien cierra otras cosas. Yo cerré, o creí cerrar, una etapa de mi vida, que es mi etapa catalana, por decirlo de algún modo. Es verdad que incluso creí cerrarla mucho más de lo que luego la cerré. Porque cuando yo me fui a vivir a Palma –mi mujer, como Vicente ha comentado antes, es mallorquina– nos fuimos por múltiples razones… Además, lo curioso es que a veces uno piensa que, en fin, es la mujer la que tira. En realidad tiraron razones familiares y, seguramente, quien está más a gusto ahí soy yo, más que ella… Pero bueno, eso son ya interioridades de pareja. En todo caso nos fuimos, y cuando me fui pensé que, efectivamente, había cerrado el capítulo. Yo escribía en los medios y, por lo tanto, seguía hablando de Cataluña, pero bueno… uno puede hoy hablar de Cataluña… incluso lo de Cataluña es una cosa tan repetida que uno podría hablar de Cataluña sin ni siquiera saber lo que está ocurriendo ahí, con un porcentaje altísimo de probabilidades de éxito, de no decir ninguna barbaridad, ninguna mentira. Al final, lo que uno va contando, como en mis colaboraciones semanales en la edición catalana de ABC, es casi siempre lo mismo, por desgracia. Pero cuando yo me fui, aparte de esos artículos que seguía haciendo, pense que se había acabado mi etapa catalana; y que me iría de algún modo olvidando, hasta cierto punto, de todo esto. Y sobre todo podría empezar una nueva vida.

En el libro cuento esa extinción a la que se refiere Julián Benda en sus memorias, que me parece que toma de William James, sobre los ‘once born’ y twice born’, los nacidos una vez y los nacidos dos veces. Yo soy de los nacidos dos veces y otros forman parte de la categoría de los nacidos una sola vez. Pero desgraciadamente para mí –tampoco es que me sienta tan mal, pero es cierto que mi intención no era esa–, nada más llegar a Mallorca, o al cabo de muy poco, se me ocurrió meterme, por razones que están contadas en el libro también, en toda esa historia que acabó fructificando en Ciudadanos de Cataluña. O sea, que volví a meterme en el mismo agujero del que creía salir. Es cierto que cuando se me ocurrió la idea del libro, quizás no diré ya que fuera inmediata a mi partida de Cataluña, pero sí que la iba ya de algún modo alimentando en los primeros tiempos. Luego con la cuestión de Ciudadanos incluso la reforcé y me pareció que era también la oportunidad no sólo de contar ese cierre de etapa sino también de contar un poquitín… porque tampoco quería convertir el libro en un libro sobre mi paso por la política, aunque fuera un paso circunstancial. Pero hay una conexión, incluso un cierto desenlace en la historia, en el proyecto de Ciudadanos de Cataluña y en mi participación en este proyecto. En todo caso, creo que un libro de memorias es un ejercicio francamente difícil. La escritura –todos lo que escribimos lo sabemos– es un ejercicio que tiene muchos sinsabores. Yo siempre digo que me gustaría leer mucho más de lo que escribo; no digo que no me guste escribir, sería falso… Pero, por desgracia, cuanto más escribo menos leo. Al final es una cuestión de tiempo. Y eso sí es algo que me sabe mal. En este sentido, un libro de memorias es quizás de los libros más difíciles de escribir, porque, quieras o no, hay un ejercicio necesario de sinceridad, de honestidad, de impudor, aunque ya les advierto que mi libro de memorias no contiene esa parte más íntima. Contiene una intimidad que para mí era necesario explicar para que se pudiera entender también mi propia historia, al menos la que cuento en el libro, pero no contiene toda esa intimidad que los expertos en autobiografías exigen a los memorialistas. Por ejemplo, una cosa que también Arcadi Espada, con una cierta insistencia, incluso con cierto abuso me reprocha es que no haya hablado de mis amores y de toda esa parte que forma parte también de la intimidad. En el libro no están, seguramente porque no tenía ningún sentido que estuvieran en este libro.

Pero dejando a un lado esta cuestión, algo a lo que se ha referido antes Vicente y que ciertamente en el libro está, contar la historia familiar es siempre complicado, sobre todo cuando bastante gente de mi generación o incluso de una generación mayor más de una vez ha rehuido ese tema; porque no es agradable tener que explicar determinadas actitudes que uno haya podido tener en relación, precisamente, con determinados apriorismos también que le hayan marcado durante parte de su vida. Entonces, es verdad que ese nieto de un hombre de derechas, de incluso un ‘mártir’ de la Guerra Civil…, porque mi abuelo era un hombre de derechas, conservador, que acabó, muy a su pesar, siendo muy antirrepublicano, sobre todo porque también era muy religioso, y eso fue lo que seguramente más le radicalizó. Pero al final tampoco era un golpista, sino un señor que se encontró como tanta gente ahí en medio. Esa figura del abuelo es una figura que dentro de la familia fue siempre muy incómoda, para mí y para mis hermanos, educados los cuatro en el Liceo Francés y que, al fin y al cabo, todos fuimos de algún modo antifranquistas, con mayor o menor grado antifranquistas… Era una figura muy molesta, algo que manchaba, por decirlo claramente. Y esa historia que, por otra parte, tanto había marcado a mi madre, por supuesto, que era la mayor de ocho hermanos y que lo asó muy mal no únicamente durante la guerra, sino luego también durante la dictadura. Y también a mi padre, que tenía una trayectoria distinta de la de mi madre, aunque como los dos comentaron más de una vez, cuando llegó la República, tanto el uno como la otra la recibieron con toda la esperanza del mundo… y luego las cosas se fueron complicando y agriando incluso hasta llegar a la Guerra Civil. Pero esto era algo que marcaba mucho a la familia y yo tuve que explicar, y para explicarlo bien lo tuve que conocer primero mucho mejor de lo que lo conocía. Y en ese sentido muchos… no hablo solo por mí, sino de gente de mi generación, que la mayoría de los que hemos sido hijos de una cierta burguesía catalana, la mayoría hemos tenido padres o madres de derechas y abuelos de derechas. La mayoría hemos sido, por otra parte, de izquierdas. Al menos durante un tiempo de nuestra vida y sobre todo cuando éramos jóvenes y en algún caso no tan jóvenes. Realmente, contar esa historia sin el apriorismo que el propio antifranquismo nos había ido marcando es algo que yo, la verdad, lo he encontrado en algunos casos pero en pocas ocasiones. Y eso requiere afrontar una historia que no es cómoda, afrontar unos hechos que tampoco lo son y tratar de explicarlo, y explicarse, en medio de esta historia familiar. Además, es la historia vivida ya mucho más por mí, no tanto en el campo familiar, sino ya con más uso de razón… creo que el uso de razón no sé exactamente cuándo lo empiezo a tener pero ciertamente no cuando intento quemar el Liceo Francés, sino bastante más tarde, pero en todo caso cuando ya tengo ese uso de razón… Soy una persona que intenta, aparte de una pequeña gripe de seis meses, ni siquiera militando… como compañero de viaje de una cosa que se llamaba Nacionalistas de Ezquerra –como su nombre indica, un partido político nacionalista y de izquierdas que tuvo una vida bastante efímera, que apareció justo antes de las primeras elecciones autonómicas en Cataluña en 1980–, estuve ayudando en la campaña electoral y luego creyendo en esa historia de los ‘países catalanes’…

Como cuento en el libro, eso me duró poco, afortunadamente. Pero luego fui una persona más o menos de catalanismo de perfil bajo, una persona que se interesaba por estudiar filología catalana. Yo era un poeta que empecé escribiendo poesía en francés, luego escribí también poesía en español, acabé escribiendo poesía en catalán y todo formaba parte de lo mismo. Pero a partir del momento en que empecé a interesarme por cuestiones relacionadas con la lengua, con la filología propiamente dicha y, sobre todo, con el uso que se hacía de la lengua en Cataluña, no en el sentido al que se refería antes Vicente, que es absolutamente cierto: este sentido puramente instrumental, utilitario y, sobre todo, simbólico… El caso de los periódicos catalanes escritos en castellano que son, como saben ustedes, la mayoría y que, en cambio, escriben Cataluña con ‘n’ e ‘y’, siempre como una marca simbólica, y luego algunas palabritas de éstas como ‘parlament’ y ‘gobern’ las ponen en catalán. Pero el periódico sigue escribiéndose en castellano que, al fin y al cabo, es la lengua que de momento ha sido la lengua comercial. El único caso de intento de periódico no oficial…, porque al fin y al cabo el Aviu es un periódico oficial, no es un periódico privado, aunque tenga en este caso un accionariado –que sigue siendo el que tenía cuando yo escribí este libro extraordinario– de un 20% de la Generalitat, un 40% de Planeta, y un 40% del Grupo Godó. Y es exactamente como funciona Cataluña: un 20% de una clase política que mueve un 80% de un accionariado que, en el fondo, paga con favores lo favores que le hacen. Y el Avui es eso exactamente; por supuesto no es un periódico privado. El único caso de intento de negocio privado de periódico fruto de la iniciativa privada fue un periódico que se llamó ‘El Observador’, que duró dos o tres años y que fue en castellano. Era un periódico, además, que tenía a Convergencia detrás, al dinero negro del partido encarnado por el fiel secretario del presidente Pujol, el señor Prenafeta. Y cuando se acabó el dinero negro se acabó el periódico, porque tampoco encontró sus lectores… Y además fue un periódico muy pensado en aquel momento para combatir a La Vanguardia, que era considerada por Pujol excesivamente socialista.

Decía esto simplemente porque yo me encontré, dedicándome también al periodismo en el Diario de Barcelona –con esto ya acabaré, porque quería hablar poco y ya estoy hablando demasiado–, me encontré tratando con cosas de la lengua y con una lengua catalana que es la que de algún modo podía leerse en el propio periódico Avui de aquellos años, podía escucharse en algún proyecto de medio de comunicación. Y sobre todo era una lengua literaria, una lengua que no era en absoluto una lengua real, una lengua que respondiera a lo que era el catalán hablado. Y eso es lo que a mí me empezó a convertir en un ser distinto de lo que eran los filólogos catalanes al uso. Me convertí en un disidente de la Filología catalana pero sin dejar de ser filólogo catalán y sin dejar de dedicarme a esto. Por supuesto fui muy mal considerado, fui bastante odiado pero, de algún modo, estaba ocupando este pequeño espacio que todavía desde dentro podía ocupar. Luego, eso me llevó al Diario de Barcelona como responsable del libro de estilo y de la lengua de este periódico; allí apliqué lo que había teorizado previamente en mis años junto con Ferrán Toutain, cuando habíamos escrito ‘Verinosa llengua’, el primer libro al que se ha referido antes Vicente… Y allí viví una doble experiencia: la experiencia de trasladar eso a un periódico y, por lo tanto, convertirlo, demostrar… y yo creo lo conseguimos. Luego no fue únicamente el Diario de Barcelona: el Avui también cambió su modelo lingüístico y también había ocurrido lo mismo con los medios de comunicación audiovisuales y orales; la radio y la televisión públicas catalanas habían hecho lo propio. Pero una vez ganada esta batalla estrictamente lingüística o de modelo lingüístico, la otra batalla era tratar de participar en un proyecto de periódico en catalán que no fuera nacionalista, que esto era en aquel momento el Diario de Barcelona, y digamos un poco pro socialista, pues era un periódico que tenía al Ayuntamiento detrás. El Diario de Barcelona duró un pelín más que El Observador, pero acabó igual, con la plantilla encerrada en la sede del periódico… Porque en aquel momento la ONCE… ni la ONCE, que era el antiguo propietario, ni una nueva empresa de unos empresarios leridanos quisieron responsabilizarse ni siquiera del cierre, y los periodistas y los trabajadores de talleres quedaron allí encerrados intentando cobrar –cosa que ni siquiera consiguieron– un paro que les permitiera vivir de una forma decente. Una de las personas que contribuyó, en gran medida, a esa situación fue el actual candidato de Ciudadanos de Cataluña y demás coaligados a las elecciones europeas, el señor Miquel Duran, que en aquel momento era el presidente de la ONCE. Dejando a un lado ese final triste, lo que sí demostró el Diario de Barcelona es que, efectivamente, no se podía hacer en catalán otra cosa que no fuera nacionalismo, otra cosa que no fuera lo que realmente el status quo, en este caso catalán, que es esa transversilidad del también llamado catalanismo, había establecido.

Dicho lo cual, yo seguí aún durante unos años en Cataluña peleando con cuestiones relacionadas aún con la lengua: luego estuve en el ayuntamiento de Barcelona. Esa fue mi última esperanza, que fue la de ver si por ahí…, y eso se acabó en el 99, fue cuando Maragall se presentó a las primeras elecciones. Allí uno todavía creía que el problema era un problema de cambio estricto: cuando se vaya Pujol las cosas pueden cambiar, las cosas… bueno Maragall perdió en el 99 aunque yo creo que él siguió y sigue creyendo que ganó y no ganó realmente porque no pudo realmente… sumando con Ezquerra Republicana y con Iniciativa Per Cataluña llegar al Gobierno hasta el 2003. La verdad es que en 2003 yo ya no podía votarle…, o quizá sí podía votarle, porque me parece que todavía no estaba empadronado en Palma…, pero ya no le voté. Yo ya no creía realmente, pero algunos amigos todavía le votaron. Lo que realmente ocurrió luego fue lo que acabó desembocando para mí y para los que todavía creían en 2003 en el posible cambio, acabó desembocando en Ciudadanos.

Esto y algunas cosas más que les ahorro… es lo que yo cuento en este libro de memorias con la máxima sinceridad, toda la sinceridad de la que he sido capaz; y también con la máxima simplicidad, porque, al fin y al cabo, el estilo siempre es un reflejo del alma. Y he tratado de explicarme también bajo la misma óptica y con el mismo propósito. Y nada más, sino agradecerles de nuevo su presencia. Por supuesto, cualquier cosa que quieran preguntar ahora, y que yo pueda responderles, lo haré con muchísimo gusto. Muchas gracias.

Javier Elorrieta

Vicente, muchas gracias. Desde luego, has emulado mucho a Juaristi, que en vez de un prólogo hizo un buen ensayo… En lugar de una presentación has hecho una conferencia, lo cual Xavier y nosotros te lo agradecemos mucho porque, verdaderamente, eres de los que lee los libros antes de presentarlos, cosa que no crean que es tan habitual. Bueno yo también, ¡eh!… Abrimos el turno de preguntas habitual…

Hombre, seguro que hay más tímidos aparte de los de la mesa…

Xavier Pericay

Bueno, hablando de Jon Juaristi, hay una cosa que simplemente quería comentar. Mi agradecimiento a Jon, sobre todo porque… lo explica perfectamente en el prólogo del libro… Me encontré un día con Jon en Madrid… Saben ustedes que Jon es la persona que lee más libros de este mundo. Creo que lee cuatro libros al día o un promedio de este tipo. Y, por supuesto, lee en catalán. Encarga los libros en la librería Blanquerna de Madrid. Y se ve que había encargado mi libro y se lo había leído en catalán. O se lo estaba leyendo en catalán un día que le encontré, y me dijo que le gustaba muchísimo. A mí me sorprendió; la verdad, no acerté a entender por qué le gustaba tanto pero, por supuesto, me complació muchísimo que lo dijera. Luego escribió una columna preciosa en ABC. Ycuando tenía hecha la traducción, se nos ocurrió con la Editorial Barataria la posibilidad de hacer un prólogo. Por supuesto pensé en Jon. No es que fuera la primera persona, es que fue la única persona en la que pensé en aquel momento. Y le llamé, le pregunté si quería hacerlo y me contestó que lo haría con muchísimo gusto. Y el prólogo, que yo agradezco muchísimo, efectivamente es la explicación de por qué a Jon le ha gustado tanto mi libro. No voy a adelantar lo que en el prólogo cuenta, pero me parece francamente muy interesante lo que él cuenta y el paralelismo que establece. Muy interesante, más allá de su historia y de mi historia, porque creo que también permite entender muchas cosas de este país…, quiero decir el de España.

Editores, 6/6/2009