LUIS VENTOSO-EL DEBATE
  • En la pandemia nos encerrasteis inconstitucionalmente, nos mentisteis y ahora sabemos también que nos robabais. Triplete histórico. No se puede pedir más
Siempre me ha llamado la atención la mansedumbre con que los españoles hemos orillado la calamitosa gestión que hizo el Gobierno ante la pandemia. A Boris Johnson le costó el Número el 10 haber mentido en aquellos días. Aquí, mentir fue solo uno de los tres pecados capitales del Gobierno.
Mientras aplaudíamos en los balcones, el PSOE hizo el triplete en la pandemia: nos mintieron, nos encerraron en nuestras casas inconstitucionalmente y ahora sabemos también que nos robaron.
La mugre trincona que está asomando no es el caso Koldo. El corpulento y tosco guardaespaldas de Ábalos, reconvertido en asesor y consejero de Renfe, es solo la punta del iceberg. El grueso del hielo sigue sumergido. Cuando asome veremos a la luz del día las miserias de ministros y presidentes autonómicos socialistas. Ni siquiera es solo el caso Ábalos. Será también el caso Illa, el responsable/irresponsable ministro de Sanidad (materia de la que sabía tanto como yo sobre el cultivo del aguacate en Perú). Será el caso Marisu Montero, la titular de Hacienda y por tanto responsable última del control contable. Y será, por supuesto, el caso Sánchez, quien jamás ha explicado por qué fulminó a Ábalos en el partido y el Gobierno (pero ahora el motivo empieza a emerger de manera diáfana).
Nos mintieron negando en febrero de 2020 la gravedad de lo que se nos venía encima. Se acercaba la chupi fiesta feminista del 8-M del 2020 y nada podía enturbiarla. Calviño, tal vez la ministra más sobrevalorada de las últimas décadas, llegó a garantizarnos que las secuelas económicas de la covid serían «poco significativas».
Nos mintió Sánchez cuando se inventaba datos sobre lo bien que se hacían las cosas (inolvidable cuando tuvo la olímpica jeta de invocar un estudio de la Johns Hopkins sobre la realización de test para presumir de lo bien que salíamos, lástima que dicha universidad negó la existencia del susodicho informe). Nos mintieron hasta con las cifras de muertos (todavía hoy no conocemos la real). Y nos mintió otra vez Sánchez cuando el 4 de julio de 2020, debido a que se acercaban unas elecciones autonómicas, proclamó que la pandemia se había terminado y nos animó a «disfrutar de la nueva normalidad». Luego vendrían varias olas letales más y para camuflar su error lanzó una campaña de distracción a costa de Juan Carlos I, que acabaría con un insólito destierro forzado por el Gobierno.
Sánchez nos encerró saltándose nuestras libertades constitucionales y fue condenado dos veces por ello tras una atinada denuncia de Vox. Pero a diferencia de cualquier otro presidente no dimitió (ni siquiera se le pidió con mucho énfasis que lo hiciese, porque este país está anestesiado por un cañón incesante de tele-propaganda).
Y ahora, como remate final, descubrimos también que robaron dinero público a gran escala aprovechando el desconcierto de una emergencia sanitaria.
Lo dejo aquí. No voy a incidir ya en la pésima gestión económica (con los peores datos de la OCDE de pérdida de poder adquisitivo y la más lenta recuperación). Ni tampoco en la falta de humanidad del presidente, que se resistió a declarar el luto, no fuesen a empeorar sus encuestas (un mandatario que en toda la crisis sanitaria solo hizo una visita brevísima a un centro sanitario). Ni siquiera quiero recordar aquella pesadilla orwelliana en la que nos sumieron con los constantes Aló presidentes televisivos y un batallón de ministros que vivían en las pantallas para adoctrinarnos, acompañados por un supuesto especialista semifriki que no acertó nunca en nada (creo recordar que se apellidaba como un popular vino de tetrabrick).
Eres un icono, presi, ¡te queremos!
PSOE: 144 años de honradez.