Presión para Urkullu

El Correo 10/12/12
Tonia Etxarri

Los socialistas recogen el guante del «coliderazgo» insinuado por el PNV para ofrecer estabilidad parlamentaria

Con la intención de mantener la iniciativa, los socialistas vascos escenificarán esta semana una propuesta de colaboración al PNV para reformar el Estatuto de Gernika haciéndose visibles en el escenario parlamentario en donde Urkullu necesita ayuda para cualquier movimiento. Los portavoces nacionalistas, que van repitiendo el «mantra» de que ellos no pueden dirigir solos Euskadi, han llegaron a utilizar una expresión tan gráfica como la necesidad de «coliderar» el país, que les ha venido de perlas para recoger el guante. La tercera fuerza en el Parlamento vasco quiere tener un banderín de enganche con el gobierno nacionalista mientras la presión de la izquierda abertzale sobre el PNV va incrementado su intensidad dejando en evidencia las dificultades que se le van a presentar a Urkullu en cuanto abra las puertas del Palacio de Ajuria Enea.

Las urnas van colocando en su sitio a políticos tan altaneros como Artur Mas, aunque, superado el primer sonrojo tras su fracaso electoral, vuelva a jugar con su idea del referéndum sobre la independencia, porque su pacto con Esquerra Republicana de Cataluña le acotará el margen de maniobra. Al final suelen ser las alianzas, con la excepción del apoyo incondicional del PP de Basagoiti al Ejecutivo de Patxi López, las que van marcando la hoja de ruta de un gobierno en minoría. Urkullu no es Artur Mas. Y más allá del ‘posado’ conjunto en Barcelona, el presidente del PNV ha evitado cualquier asimilación con CiU. Las coincidencias para «recorrer juntos» el camino del «reconocimiento de los hechos nacionales de Euskadi y Cataluña» están ahí. Pero el futuro lehendakari quiere manejar sus tiempos y no quedar cual rehén de un partido, como le va a ocurrir a Artur Mas con Esquerra Republicana. Necesita que alguna de las fuerzas parlamentarias que le puedan aportar la mayoría que no tiene su partido, le eche una mano. Pero sin apretar.

Bildu, que se ve como alternativa con tan sólo seis escaños menos que el PNV, se ha estrenado en el Parlamento y colgándose la medalla de la eficacia de la presión para cambiar las cosas. Tras frenar la compra de 100 tabletas para los parlamentarios, sus portavoces se mueven como si fueran los nuevos demócratas, dando lecciones de «ética y honradez», aquejados, eso sí, de un ataque permanente de desmemoria que, si los demás partidos no se mantienen exigentes, acabará por imponer el relato de una historia que nunca ocurrió. El marcaje con el que han empezado la legislatura, que ha descolocado a más de uno, provocó la primera reacción en la nueva presidenta del Parlamento, la nacionalista Bakartxo Tejeria, que recordó públicamente que en este país «se ha gastado mucho dinero público quitando pintadas o reparando mobiliario público» para recriminar a los herederos de Batasuna que no se hubieran mostrado tan sensibles al gasto del dinero público durante los años en los que el terrorismo callejero era el paisaje nuestro de cada día.

El futuro lehendakari es consciente de que, en un primer tiempo, tendrá que mirar hacia otros socios externos. La presentación de los presupuestos será su primera prueba de fuego y difícilmente podrá encontrar afinidades en la izquierda (socialista y abertzale) en una política que, seguramente, se parecerá bastante a la que ha tenido que aplicar el gobierno de Mariano Rajoy.

Pero los socialistas, para hacer valer sus 16 escaños como imprescindibles para garantizar cierta estabilidad al PNV, han elegido el terreno de la reforma estatutaria como terreno de una negociación complicada, teniendo en cuenta que el partido de Patxi López ha hecho, de su pronunciamiento constitucionalista, su seña de identidad durante la única legislatura no nacionalista que ha tenido Euskadi. Llevan tiempo manejando algunas ideas desde la época de los encuentros de Loyola entre Eguiguren y Otegi. Ahora se trata de ofrecer al PNV un borrador que les permita coliderar en la legislatura. No será fácil porque aunque tienen como libro de cabecera el fallido intento catalán no podrán traspasar las líneas rojas que marcó el Tribunal Constitucional. El hecho de no estar en el Gobierno de España y los tiempos federalistas que reclama Rubalcaba pueden ampliar su margen de maniobra. Pero a la hora de entenderse con el PNV tropezarán con la piedra de la consulta soberanista. Ahí se verá la cintura de Urkullu y la capacidad de «adaptación» del partido de Patxi López.

Además de los presupuestos y la reforma del nuevo Estatuto, la convivencia en los «nuevos tiempos» marcará las diferencias. EH Bildu se ha estrenado anunciando, entre otras cosas, su intención de participar en la ponencia de pacificación. Pero le costará mucho más reubicarse en su empeño por blanquear la historia del terrorismo de ETA. Ayer la izquierda abertzale se quedó sola en su homenaje a «todas las víctimas» en San Sebastián. Tan sola como se quedaron los mediadores en su última visita a la que no se presentaron ni el PNV ni el PSE (tampoco el PP y UPyD). Y mientras sus portavoces sigan diciendo que no están dispuestos a «abjurar de su pasado» será difícil avanzar en el cierre de la historia más vergonzante de nuestra tierra. Hoy, la comisión de derechos humanos del Ayuntamiento de San Sebastián ha convocado otro acto de homenaje. El PP ya ha avanzado que sólo participará si la celebración va dedicada en exclusiva a las víctimas del terrorismo. Queda mucho trecho por recorrer. La convivencia no se puede construir sobre la amnesia.