La vida política está cambiando ante nosotros a una velocidad de vértigo. Hace diez años no habríamos creído que íbamos a tener ministras con el bagaje intelectual y moral de Irene Montero y Ione Belarra, por poner dos ejemplos clamorosos. Pero tampoco que un presidente del Gobierno iba a nombrar ministro a un tío como Salvador Illa. Ministro de Sanidad, porque era filósofo. ¿Demuestra esto la finura intelectual de Pedro Sánchez, su amor a la sabiduría, que es lo que significa etimológicamente ‘filosofía’? Ciertamente no.

Salvador Illa fue nombrado ministro de Sanidad precisamente por su falta de conocimientos, para ir calentando silla hasta que le tocase lo de ahora. ¿Quién podría suponer que le iba a tocar en suerte la pandemia?

También creíamos los clásicos que los Presupuestos eran la ley más importante que los Gobiernos elaboraban cada año, la piedra de toque para su ejercicio del poder. Cuando Felipe González presidía, en octubre de 1995 recibió una llamada de Jordi Pujol en la que que le avisó de que CiU iba a votar en contra de sus presupuestos. Felipe, que con sus cosas, también era un clásico, supo lo que tenía que hacer: convocó elecciones para el 3 de marzo del 96 y las perdió.

Eso era antes, ya digo. Después vino con moderneces Patxi López, intelectual alternativo, que le aprobó tres o cuatro presupuestos a Juan Josué Ibarretxe, guía del pueblo elegido, a quien aspiraba a sustituir. Y lo consiguió en 2009, pero no por votarle las cuentas, sino por los votos de los parlamentarios del PP, a quien no ha perdonado desde entonces. Y esta semana ha hecho lo mismo Salvador Illa, votando los presupuestos de ERC. ¿Se ha bajado Aragonès de sus exigencias autodeterministas? No, padre, más bien parece que es Illa quien se ha subido al carro de los independentistas, porque el recogido president ha celebrado el apoyo diciendo que su aspiración secesionista continúa intacta. Al PSC debe de parecerle muy bien esto, porque apoya todos los gastos de la Generalidad en acción exterior, así como la idea de aumentar las ‘embajadas’, dos más que se sumarán a las 18 existentes hasta ahora. Aumentará la financiación de Diplocat, la participación en organismos internacionales y la promoción de la lengua catalana. Las subvenciones a los medios públicos catalanes crecerán un 18%. El PSC había exigido impulsar las grades infraestructuras: aeropuerto de El Prat, carreta B-40 y un complejo de ocio de Hard Rock en Tarragona, pero se les olvidaron por el camino.

Van a resucitar el tripartito junto a los comunes, aunque esto, en rigor, no sea novedad. Recordemos el tripartito que presidió Pasqual Maragall a partir de 2003. Él fue el primer artífice de todo este carajal. Él convenció a los separatistas de la necesidad de un referéndum que nunca habían reclamado. Pujol se conformaba con la mordida de cada ejercicio para votar los presupuestos al PSOE. Ahora, estos presupuestos que aprueba el PSC defienden “una Cataluña soberana y las aspiraciones del pueblo catalán de conseguir un Estado propio”. Los socialistas presumen de haber normalizado a Cataluña, no sin razón: han allanado casi cualquier muestra de resistencia; casi todo es golpe.