Unos presupuestos no son solo un tema económico. Es la ley más importante de la democracia. Por eso hay que contemplar su aspecto político.
Por consiguiente, hay que remarcar que, probablemente, el proyecto de presupuestos aprobado por el Gobierno no es solo para 2022. Lo más seguro es que si se aprueba (con la ayuda de los independentistas) sean prorrogados para el siguiente año porque a finales del curso que viene la situación política se enrarecerá.
Cada uno de los componentes de la coalición de gobierno y parlamentaria tendrá que presentar una cara diferenciada ante las elecciones del 2023 o principios del 2024 y sus alianzas se fracturarán. Son presupuestos para el año 2022 y, casi seguro, para el siguiente. Se podrían denominar: PGE 22/23
Estos presupuestos se podrían denominar como bianuales
Sánchez sabe que, si se aprueban estas cuentas, la legislatura está parlamentariamente salvada y no necesitará más pactos. Prorrogarlos por un año más no es un problema para él. Lo ha demostrado ya. Por eso hará todo lo posible para sacarlos adelante. Le trae sin cuidado que sean reales o no, lo que le importa es que los voten sus socios.
Algo fácil, porque en materia presupuestaria poner números en el papel es fácil. Lo difícil es hacer que se cumplan si se parte de hipótesis irreales.
La falta de realismo y credibilidad económica de este proyecto de presupuestos lo muestra el cuadro macroeconómico sobre el que se basan. Cuadro que demostró sus debilidades cuando las previsiones del INE de crecimiento del PIB del segundo trimestre de este año se desplomaron del 2,8% al 1,1%. Más del 50%. Creer lo que dice ese cuadro para el año que viene es un acto de fe e ilusión social-populista bianual.
Además, hay algo que siempre ocurre en la ejecución presupuestaria. El gasto se cumple y, normalmente, se desboca. Por el contrario, el ingreso ha habido años en que excede a lo presupuestado y otros en que está por debajo (los más).
Creer lo que dice el cuadro macro para el año que viene es un de fe e ilusión social-populista bianual
Depende del funcionamiento de la economía. Si el PIB crece por encima de lo previsto, la recaudación aumenta y, al contrario, disminuye. En el primer caso el déficit público es menor del presupuestado (por ejemplo, con los gobiernos de Aznar) y en el segundo mayor (los últimos de Rodríguez Zapatero).
Para analizar lo que puede pasar con estos presupuestos veamos lo que dicen los números:
– El techo de gasto no financiero sumará 196.000 millones de euros, por encima de los de este año. El gasto social, según la ministra Montero, uniendo las ayudas desembolsadas por Bruselas, aumentaría hasta los 248.390 millones. El mayor de la democracia española. Seguro que los gastan las Administraciones públicas y, probablemente, más. Solo en Pensiones serán 171.000 millones con un aumento del 4,8% respecto a 2020.
– Los ingresos presupuestados son de: 232.352 millones, un aumento del 8,1% respecto a los actuales ¿Creíble? Para ello hay una serie de medidas fiscales que habrá que ver si tienen los efectos esperados. Probablemente no, porque las tasas de crecimiento previstas son irreales y abultadas.
Los ingresos presupuestados son de: 232.352 millones, un aumento del 8,1% respecto a los actuales
– El déficit público con estos números sería del 5% del PIB. Si los ingresos no llegan en la medida prevista más.
¿Cómo se puede cubrir ese agujero? Con deuda pública que aumentará más aún. Total, dirán los gestores públicos, ahora es barata.
Pero en todo esto no está contemplado un elemento más. El peligro de la inflación que en EEUU y Europa se está consolidando. Si se mantiene unos meses más, los bancos centrales (Reserva Federal y BCE) subirán el tipo de interés y la necesaria renovación de la deuda pública desbaratará aún más el déficit.
Una carga pesada cuando se tiene más del 120% de deuda pública sobre el PIB. Un horizonte posible sobre todo si pensamos en un periodo bianual. Los hombres de negro de Bruselas aparecerían en 2024. Pero para entonces Sánchez habrá salvado su legislatura
Conclusión: estos presupuestos no están hechos para que se cumplan financieramente, sino para que permitan sobrevivir políticamente al Gobierno un par de años y luego…. Como dice el refrán: a quién Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.
*** José Ramón Pin es profesor del IESE