Josep Martí Blanch-El Confidencial
- ¿Qué ha pasado para que Illa ahora considere la posibilidad de ofrecer sus votos al Gobierno independentista en el caso que este no logre sacar adelante sus cuentas con los votos de la CUP?
El PSC, ganador de las elecciones y primer partido de la oposición en el parlamento catalán, enfocó el inicio de la legislatura bajo una doble premisa: ofrecería su apoyo al Gobierno independentista de JxCAT y ERC en cuestiones de calado que requiriesen grandes acuerdos (pandemia, recuperación económica, renovación de cargos estatutarios caducados) y se mantendría en una oposición de carácter firme en todas aquellas cuestiones referidas a la agenda soberanista y también en cuantas iniciativas pudiesen desdibujarlo como alternativa de gobierno.
Entre estas últimas, Salvador Illa había situado el hipotético apoyo a los presupuestos de la Generalitat considerando que este era uno de los asuntos que no podía ni siquiera estudiar. Básicamente porque consideraba que nadie en su electorado —el que ya tiene y el que aspira a tener en el futuro— entendería que los socialistas acabaran siendo la muleta que sirviese al Gobierno de ERC y JxCAT para torear con más o menos fortuna la legislatura. Siempre en el caso que la extrema izquierda cupera acabase retirándole a Pere Aragonès el apoyo que, de momento, aún le presta con escaso entusiasmo.
¿Qué ha pasado para que Salvador Illa haya cambiado esta semana de planteamiento y ahora sí considere la posibilidad de ofrecer sus votos al Gobierno independentista en el caso que este no logre sacar adelante sus cuentas con los votos de la CUP?
Levantando la vista para ver todo el tablero, hay que considerar forzosamente que en su decisión pesa el previsible apoyo que ERC acabará prestando a Pedro Sánchez para que este pueda aprobar los próximos Presupuestos Generales del Estado. Sería este un argumento de lo más convencional desde el punto de vista político: yo apruebo tus cuentas en Madrid y, en caso de que te necesite, tú apruebas las mías.
Haciendo la oferta esta semana, Illa intentaría consolidar entre la opinión pública que esta es una decisión suya, tomada con independencia del equilibrio de fuerzas existente en el Congreso y que nada tiene que ver con lo que acaben negociando Pedro Sánchez y Oriol Junqueras por su cuenta. Naturalmente, la aritmética del Congreso y la del Parlamento tienen vasos comunicantes y es imposible no establecer esa relación. Pero el intento de Illa, formalizando con tanta premura la oferta, pretende desvincular una cosa de la otra. De ahí que la oferta llegue ahora y no con el curso político más adelantado.
El PSC ha llegado a la conclusión de que la mejor manera de desestabilizar es poner sobre la mesa ese hipotético apoyo
Pero, más allá de esta variable obligada, hay otras cuestiones que también explican su decisión. El PSC ha llegado a la conclusión de que la mejor manera de desestabilizar al actual Gobierno independentista es poner sobre la mesa ese hipotético apoyo a sus Presupuestos. Tienen razón los socialistas cuando advierten que el Gobierno catalán está ahora mismo disfrutando de una falsa calma que anticipa tempestad entre los socios del Gobierno de coalición (ERC y JxCAT) y también con quienes les prestan apoyo parlamentario (CUP).
Los diferentes ataques de escepticismo que JxCAT —el último del mismo Jordi Sánchez, secretario general del partido— viene profiriendo sobre la mesa de negociación Estado-Generalitat para abordar el conflicto político irán a más cuando esta se concrete. Y también van a crujir las costuras en cuanto los Presupuestos empiecen a tomar forma. La CUP no va a ponerlo fácil —ya ha dicho que la ampliación del aeropuerto y la candidatura Barcelona-Pirineos para los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030 ponen en riesgo su apoyo—, pero es que además exigirá cuestiones que, aunque sean irrelevantes desde el punto de vista práctico, servirán para tensar los equilibrios ideológicos del Gobierno de ERC-JxCAT. En este escenario, es más que imaginable que el Gobierno deba mirar a otros grupos parlamentarios para poder aprobar sus presupuestos y ahí, desde esta misma semana, está el PSC esperando.
Desde las filas socialistas se explica el movimiento apelando principalmente a la responsabilidad y se abunda en el argumento de que Catalunya no puede seguir con presupuestos prepandémicos. Por ello, argumentan, se ofrecen como apoyo en el caso de que la extrema izquierda catalana, fiel a su tradición, incumpla el pacto parlamentario que tiene firmado con ERC. Pero como la bondad y la responsabilidad no son los principales motores ni de la política actual ni de la del pasado, conviene llevar a la mesa de análisis otros escenarios.
Salvador Illa sabe que un Gobierno independentista de ERC y JxCAT no puede aprobar los Presupuestos de la Generalitat con los votos favorables de los socialistas si, previamente, no ha colapsado en su formulación actual.
Es decir, para que ese escenario llegase a ser posible debería llegarse al punto en el que ERC decide —porque la situación con JxCAT se ha vuelto insostenible— echar del Gobierno a los de Carles Puigdemont y continuar la legislatura en solitario. En algunas conversaciones del sanedrín republicano este escenario —continuar en solitario— se contempla, particularmente si las agresiones de JxCAT a la mesa de negociación entre gobiernos se tornan imposibles de gestionar. Ahí sí que la muleta del PSC sería imprescindible para que la legislatura continuase en Catalunya, igual que la de ERC es obligada también para Pedro Sánchez en el Congreso. Así se entiende la vehemencia con la que el presidente Pere Aragonès niega la posibilidad de pactar los números con los socialistas. Sabe que solo puede llegar ahí si por el camino ha habido un accidente y puede acreditar que los culpables han sido otros, es decir, JxCAT.
Ese sería el escenario más disruptivo. Pero si finalmente la coyuntura no resulta tan autolesiva para la actual coalición de ERC y JxCAT, el PSC habrá sacado por el camino partido a su oferta recién realizada. Si no hubiere Presupuestos, Illa siempre podrá decir que el Gobierno catalán es irresponsable porque mantiene unas cuentas prepandémicas cuando había alguien razonable como él dispuesto a aprobarlos sin exigir demasiado a cambio. Y si los hay, podrá argumentar que con su apoyo hubiesen sido mejores, porque nada que requiera el concurso de la CUP puede resultar beneficioso para la recuperación económica.
Y sí, por supuesto, además de toda esta literatura, están también los Presupuestos Generales del Estado y el imprescindible voto a favor de ERC para que tengan luz verde en el Congreso. Pero, siendo esto es así, la decisión de Illa tiene más retranca. Atentos a los próximos meses. En Catalunya, hace tiempo que viene siendo cierto que la calma siempre anticipa tempestad. Y en estos momentos la hay y en demasía —aunque solo públicamente— entre ERC y JxCAT.