Eduardo Uriarte-Editores

En una práctica política sostenida en la propaganda y la imagen como es el sanchismo los últimos acontecimientos, derrota en las elecciones gallegas, escándalo de corrupción por la compra de mascarillas durante la pandemia. y, sobre todo, la declaración de rebeldía del diputado Ábalos negándose a entregar su acta, constituyen una grave quiebra para el mismo. Suponen la rúbrica de una deriva del deterioro que padece el Sanchismo, un auténtico subsistema parasitario del sistema legalmente constituido, que ha pasado de jugar al límite a atravesarlo en la actual legislatura, hasta alcanzar su quiebra. Se fortalece así la sospecha de la dificultad de sacar adelante la inconstitucional, en mi criterio, ley de Amnistía, mucho más tras la imputación de terrorismo a Puigdemont por el Supremo.

Annus horribilis, lo declaraba Nicolás Redondo.  Situación que induciría a cualquier gobierno normal a convocar elecciones. Pero para los promotores del Manual de Resistencia es muy pronto para que entre en sus cálculos tan necesaria, sensata y patriótica decisión. Solo hasta que todo, incluido el país, se vaya a pique, lo hará de las peores maneras. Pues todo le es permitido, dogma antidemocrático, con tal que no gobierne la derecha. Planteamiento antisistema que el PSOE ha recogido de las infantiles, y por ello peligrosas, concepciones rupturistas de Podemos.

Pero el problema nuevo en el que hoy se encuentra el sanchismo es que su rebelde, Ábalos, es también uno de los fundadores de ese manual de resistencia, y así lo ha demostrado. Primero, haciendo un discurso rechazando su dimisión de diputado con todas las claves retóricas y propagandísticas de ese manual, justificando su presencia en el escaño, es decir en su aforamiento ante la ley, y haciéndose visible ante el acoso que pudiera recibir de sus antiguos compañeros. Una presencia en el Congreso que recordará al resto de los diputados y a la opinión pública la corrupción realizada desde el Gobierno investigada judicialmente. Resistirá, también, hasta el final.

Precisamente ante el Gobierno que redujo las penas por malversación, y está dispuesto a amnistiar a los secesionistas que la llevaron a cabo, Ábalos puede pensar que este Gobierno, que tiene a gala saber y probar de quién depende la fiscalía, que ha indultado delitos más graves que los que surgieron de su ministerio, debiera también “solucionar” lo suyo. Siempre que esa solución no alcance a la derecha.

La democracia española que no es tan longeva, ha pasado, sobre todo en sus inicios, por momentos de crisis. pero en ningún caso por el caos político e institucional que la voluntad de sostenerse en el poder por parte del actual líder de la alianza izquierdista-secesionista la ha acabado por arrastrar. Cuando éste se marche, y no lo hará de buenas formas, el sistema constitucional estará muy maltrecho y con grandes grietas.

Resulta muy desagradable hablar de corrupción política, pero nuestra partitocracia sigue confirmando que partido y corrupción son inseparables. Los partidos, especialmente el PSOE (que se olvida que tiene dos expresidentes condenados), en su última etapa ha quebrado el modelo constitucional del 78 mediante un comportamiento arbitrario y frentista que pone en seria duda su entidad como partido democrático. En gran medida ha llegado a ello ante vacíos legales, pero en otras ocasiones contra la letra o el espíritu de la Constitución.

Llegados a este punto,  no habrá manera de retomar la política si la Constitución en su reforma, una vez implosionado el sanchismo, no resuelve, limitándola, la preponderancia y hegemonía, que llega a la arbitrariedad, de los partidos frente a la convivencia real que si existe en la sociedad (más estable que la política), no refuerza al Estado frente a dicho partidismo, con especial énfasis en la independencia del Poder Judicial, no soluciona de la deriva centrífuga territorial (con posible formulación federal), y no recupera el poder central la competencia de educación, entre otras soluciones.

La crisis de la corrupción política, hoy muy visible en las más altas esferas del PSOE y del Gobierno, no tendrá límite sin una reforma constitucional cuando el sanchismo desaparezca. O volveremos a lo mismo con otros protagonistas.