TONIA ETXARRI, EL CORREO 04/11/13
· Las incoherencias de las formaciones clásicas abren el campo de juego a nuevas opciones políticas.
De las conclusiones a las que suelen llegar los partidos, después de haber comprobado los votos de castigo correspondientes en la cita electoral, la más nítida es que la incoherencia y la división terminan por pasar factura. Si esta tendencia se ha convertido en norma desde que los ciudadanos acudimos a las urnas, en tiempos de crisis no existe otra clave que pueda explicar el fenómeno del ascenso de partidos jóvenes, como UPyD y Ciutadans, que se presentan libres del lastre de un pasado trufado de intereses, sin complejos a la hora de pactar gobiernos y atrevidos hasta el punto de poner boca abajo el intocable Estado de las autonomías. Porque la desafección hacia los partidos está haciendo sonar la alarma frente a las siglas de los que no son capaces de lanzar mensajes coherentes y cohesionados.
La gente necesita mensajes claros, suelen repetir en UPyD, que acaba de reelegir a Rosa Díez como líder del partido magenta con una mayoría tan abrumadora (un 93%) que recuerda la falta de crítica de los cónclaves de los congresos búlgaros. Pero que, sobre todo, dan la impresión de estar afrontando los problemas más vidriosos, sin dilación.
Sus propuestas sobre la devolución de algunas competencias y su cuestionamiento del Concierto económico son, entre otras, las causas que explican que sus puntos débiles estén, precisamente, en Euskadi y Cataluña, donde el pensamiento nacionalista está extendiendo su manto en las instituciones sin mayores dificultades. Pero saben, como el partido de Ciudadanos de Cataluña que acaba de reunir 35.000 inscripciones en quince días en cuanto se ha presentado en algunas ciudades de la geografía española, que la falta de alternativa al Gobierno actual es tan notoria, que no pueden entretener a los ciudadanos creando problemas en vez de resolverlos. Quizá por eso, en vez de darse un paseo por las tumbas del franquismo y dedicar sesiones interminables del Parlamento a debatir entre Monarquía y República, prefieren hacer propuestas sobre sobresueldos y medidas anticorrupción o colar en el Congreso de los Diputados una moción sobre el llamado derecho a decidir que logró sacudir los cimientos del PSOE, precisamente por su falta de mensaje coherente y unívoco.
Y es que los socialistas han vuelto a escenificar su división, como el pasado mes de febrero en el mismo escenario del Congreso de los Diputados, en torno al llamado derecho a decidir la autodeterminación y su consulta. Por eso no se entiende que hayan decidido excluir del debate de su próxima conferencia política el modelo territorial y el desafío independentista catalán. Hablarán sobre el modelo de Estado y del laicismo, pero, ¿ni una sola palabra sobre el encaje de Cataluña en España ?
El coordinador del evento, Ramón Jáuregui, dice que estos temas quedaron «completamente cerrados» en el último congreso. Pero considerar cerrada una cuestión que la pasada semana volvió a abrir una brecha entre el PSOE y el PSC no parece la mejor manera de afrontar los problemas que están ahí. Desde Castilla La Mancha, García Page dice que «entre Mas y Rajoy siempre defenderemos a Rajoy», mientras Rubalcaba se centra en querer cambiar la Constitución para resolver el problema nacionalista catalán y, desde Andalucía, la emergente Susana Díaz toca a rebato para defender la unidad de España por encima de todo.
En Euskadi, los socialistas, más discretos desde que el ruido sobre las elecciones primarias que quiere dilatar Rubalcaba ha empezado a remitir, sostienen que ellos han defendido posiciones que ahora los dirigentes ‘revelación»’ defienden como la gran novedad. El caso es que la aparición de un Odón Elorza queriendo remover los huesos de Franco, después de más de veinte años de gobiernos socialistas, no provoca más que confusión en su electorado.
Sus últimos movimientos impidiendo que en algunos ayuntamientos se nombrara personas ‘non gratas’ a los excarcelados de ETA, a propuesta del PP, no se ha entendido bien. Su explicación para justificarlos, hablando de los «extremos», mucho menos. Y lo peor de todo es que han dejado un poso de confusión en el debate al considerar que los presos excarcelados, por el mero hecho de estar en la calle ya se les puede considerar reinsertados. Las víctimas del terrorismo les han afeado su actitud recordándoles que un ex preso que no está arrepentido de sus crímenes no puede ser considerado reinsertado en la sociedad. Seguirá el debate.
El PP tampoco se escapa del desencanto ciudadano que están manifestando las encuestas. Que no sólo es la corrupción (el PSOE también tiene la suya en Andalucía) ni el desgaste del Gobierno (el lehendakari Urkullu está probando ya los sinsabores de la gestión ), sino que la falta de reacción ante los problemas más acuciantes le está marcando la curva de descenso en la pérdida de confianza electoral. No se trata tanto de su respuesta a la crisis económica, que a pesar de las medidas tan impopulares que ha tenido que adoptar no se le puede reprochar inacción, sino de su escasa presencia a la hora de situar el desafío soberanista catalán en sus justos términos.
En el entorno de Rajoy sostienen que no hay que parecer más crispado para parecer más convincente. Están haciendo cosas. Se mueven entre bambalinas con los representantes de la Generalitat. Pero no las cuentan con detalle. Están buscando un encaje de bolillos para ver si se puede concebir una consulta dentro de la legalidad. Pero con el articulo 92 de la Constitución en la mano no ven margen. Esto no acaba aquí.
TONIA ETXARRI, EL CORREO 04/11/13