Pronunciamientos

ABC 30/05/17
IGNACIO CAMACHO

· El desafuero soberanista le ha construido al Gobierno el marco mental que no encontraba: el del golpe contra el Estado

DESPUÉS de mucho tiempo a rastras de los acontecimientos, el Gobierno ha encontrado, casi tropezando con él, un marco mental sólido y ventajoso sobre el conflicto catalán: el del golpe de Estado o, más exactamente, contra el Estado. Se lo ha servido en bandeja la sinrazón de los soberanistas con su inaudita ley de secesión unilateral, trufada de arbitrariedad autoritaria; pero el caso es que frente a la patraña del derecho a decidir hay al fin un discurso eficaz y fácil de entender tanto dentro como fuera de España. El de un pronunciamiento contra la Constitución, contra la convivencia de los españoles y contra los derechos de los ciudadanos de Cataluña que no quieren ser despojados de su nacionalidad. Una conspiración tan palmaria que sus autores la han urdido en secreto –¿en qué democracia se ha visto una ley clandestina?– y hurtándola al debate parlamentario. Una rebelión institucional que pretende crear un régimen despótico, venezolano, sin independencia de poderes, con medios de comunicación intervenidos y bienes estatales confiscados. Un delirio xenófobo que al quedar al descubierto ha proporcionado al marianismo el más oportuno de los regalos.

Tan evidente es el desafuero que ha arrancado otro «no es no» a Pedro Sánchez. Corrían por el Madrid político dudas sobre la posición del Renacido ante una probable circunstancia de desobediencia flagrante. Sus intervenciones en la campaña de las primarias dejaban margen de ambigüedad sobre la cohesión nacional y las tensiones territoriales. Con Puigdemont apretando a fondo el acelerador en su fuga hacia ninguna parte, el líder socialista no tenía más remedio que aclarar su compromiso, disipar recelos, asumir responsabilidades. Elegir bando, en suma, aunque la letra pequeña de su adhesión quede para ser discutida más adelante.

Aun así, a la nueva dirección socialista se le nota incómoda en este escenario. No tiene la iniciativa ni la capacidad de respuesta, y el problema le quema en las manos. Con la boca pequeña busca en la equidistancia entre el PP y los independentistas un hilo argumental con el que abrirse espacio. Pero la realidad es que Rajoy cuenta ahora con un consenso social amplio para mostrarse firme y dispone ya de un relato. Puede invocar la Constitución para ejercer un acto de fuerza legal y ante la manifiesta voluntad sediciosa del nacionalismo nadie le va a reprochar que posponga sine die la famosa y estéril «Operación Diálogo».

Al Gobierno le favorece además el desfallecimiento sociológico del impulso secesionista, que acusa síntomas de cansancio. La mayoría de los catalanes ve con desasosiego la posibilidad de una colisión con el poder central y temen que el órdago de la Generalitat se haya descontrolado. Quedan meses de enorme estrés político pero a día de hoy da la impresión de que el bloque insurgente ha subestimado la energía telúrica del Estado.