«PSE y PNV alientan a Bildu en público y se llevan las manos a la cabeza en privado»

LIBERTAD DIGITAL, 16/10/11

El periodista asegura que los concejales del PNV en Vizcaya intentan huir del control fiscal de Bildu.

Santiago González, periodista durante muchos años en El Correo y ahora uno de los analistas más influyentes de España desde sus columnas en El Mundo y su muy seguido blog en la edición digital del periódico, escuchó un día una frase al mismo tiempo que todos los españoles. Una frase que decía, textualmente: «Las palabras han de estar al servicio de la política y no la política al servicio de las palabras». La pronunció en junio de 2005 José Luis Rodríguez Zapatero, poco más de un año después de llegar a la Moncloa, y este observador de la realidad la tomó como un auténtico casus belli.

Así lo confiesa en estas Lágrimas socialdemócratas con las que La Esfera de los Libros aspira a pelear en lo más alto de las listas de ventas en este ocaso del zapaterismo. Una obra que versa, como reza el subtítulo, sobre «el desparrame sentimental del zapaterismo» para lo que era obligado, primero, hablar del propio desparrame sentimental de este vasco, piloto de la marina mercante y licenciado en Económicas que militó en el PCE clandestino «eramos 17 en la célula de Sarriko». A ello dedica un primer capítulo, en el que relata cómo el estudio de la ciencia económica en la Universidad de Bilbao a finales de los setenta, en particular la lectura del clásico de Adam Smith La Riqueza de las naciones hizo tambalear su fe izquierdista, alimentada hasta entonces por neo marxistas como Marta Harnecker y Althusser. Aunque mucho menos teórica fue su caída del caballo al leer el Premio Planeta de 1977, la autobiografía de Federico Sánchez en la que el recientemente fallecido Jorge Semprún ajustaba cuentas con sus viejos camaradas, muy en particular con Santiago Carrillo.

Nada que ver con la biografía del todavía presidente del Gobierno. Alguien, según Santiago González, de la estirpe de quienes añoran lo que nunca conocieron. Véase la lucha antifranquista o la transición. A la manera de aquellos jóvenes retratados por Coppola en La Ley de la calle cuyo hermano mayor, interpretado por Mickey Rourke, alcanzó a conocer los buenos viejos tiempos de las pandillas y las peleas. «Para Zapatero, el chico de la moto sería Felipe González».

Pero la ausencia de esa experiencia no ha impedido al líder socialista construir su propia leyenda épica «diciendo una cosa y su contraria, según lo exija el relato». Por ello, tan pronto se presenta como alguien que desayuna y cena indefectiblemente con su familia, como el líder preocupado que se levanta mientras la familia duerme en Doñana durante las navidad de 2006, minutos antes de recibir la noticia del atentado de ETA en la T-4 en plena negociación con los terroristas. En la misma línea figura la construcción de todo un relato en torno a uno de sus abuelos, el ínclito capitán Lozano fusilado durante la guerra, mientras elude siquiera mencionar por su nombre al otro, el que le dio su segundo y más popular apellido y al único que conoció hasta bien entrada su adolescencia. Faustino Zapatero Ballesteros, un hombre de indudables simpatías franquistas. O el plantear como una gesta digna de mejor causa su afiliación al PSOE en febrero de 1979, tres meses después de la aprobación de la Constitución y cuando los de Felipe González se habían consolidado como la fuerza hegemónica de la izquierda en detrimento del Partido Comunista. De ahí lo ridículo de su confesión a uno de sus biógrafos, el escritor Suso de Toro, cuando le dice que entonces veía a los socialistas como «la fuerza de futuro».

Las mentiras de la negociación con ETA

La negociación con ETA emprendida por Zapatero como gran apuesta de su primera legislatura no es ajena a esa sentimentalidad de izquierdas, no en vano se le dio el pomposo nombre de proceso de paz. Sin embargo, Santiago González afila aquí la pluma para diseccionar uno de los capítulos más negros de manipulación política de un partido, el PSOE, desde la firma hace ya una década del Pacto Antiterrorista. Si bien asegura que tanto Rubalcaba como Zapatero son conscientes de que ni siquiera una foto de alto el fuego definitivo les salvará del descalabro electoral el 20-N. «Es algo que les pudo salir caro y ahora las prioridades han cambiado, hay una crisis económica brutal que centra el debate político y las preocupaciones de la gente, y que explica la caída en votos de los socialistas»

En un capítulo titulado significativamente «engañar a un terrorista», González niega la mayor del socialismo gobernante de que el proceso ayudó al fin de ETA. «Rompió la estrategia que comprometía a los dos principales partidos en una línea común, dividió en dos a la sociedad española, aumentó la crispación en la vida pública y dio poder municipal a una reencarnación de Batasuna llamada ANV con la complacencia del Gobierno». González detalla las mentiras socialistas en el proceso, sobre todo cuando lo comparan con lo sucedido en época de Aznar. Y es que la tregua que se encontró el ex presidente había sido negociada en el verano de 1998 por los terroristas con el PNV y EA, mientras que la de 2006 la urdieron el presidente de los socialistas vascos Jesús Egiguren y el líder de Batasuna Arnaldo Otegi a espaldas del PP. Y otra mentira, la que lleva a presentar al Ejecutivo de Aznar y Mayor Oreja como un liberador de etarras presos al por mayor, incluido el asesino del concejal socialista Juan Priede Pérez. Mantra instaurado por Jesús Egiguren, presidente del PSE, y repetido por sus corifeos. Simplemente, la única verdad es que a ese como a otros terroristas se les liberó por decisión del tribunal sentenciador o del juez de Vigilancia Penitenciaria, al igual que se ha hecho con muchos reclusos etarras que han abandonado la cárcel desde 2004, sin que eso tenga por qué ser atribuido a Zapatero.

El capítulo se cierra, como no podía ser de otra manera, con la desgraciada llegada a las instituciones de Bildu «La única opción electoral que no condena los 858 asesinatos de la historia de ETA y que no ha pedido la disolución de la banda» y ahora «Los mismos que apoyaron su legalización (todos, menos el PP y UPyD) empiezan a llevarse las manos a la cabeza. Los empresarios comienzan a temer que datos sensibles de sus empresas caigan en manos de los nuevos gestores de la Hacienda Foral y por ello los concejales del PNV en los pueblos de Vizcaya gobernados por Bildu piden hacer la preceptiva declaración de bienes no en el Ayuntamiento, sino en la Diputación, gobernada por el PNV»

LIBERTAD DIGITAL, 16/10/11