Psico

EL MUNDO 04/06/13
ARCADI ESPADA

El juez Castro, que instruye el sumario contra el duque de Palma, dio a luz una pieza separada por la que solicita que el Tribunal Superior valenciano investigue la participación de los aforados Francisco Camps y Rita Barberá en graves delitos. Los únicos indicios que maneja el juez son una reunión en la residencia del Rey, el 29 de enero de 2004, de los dos aforados con el duque de Palma y su socio Diego Torres. El duque, Camps y Barberá han negado esa reunión. Tampoco la confirma el jefe de la Casa Real, Alberto Aza, «la única persona que quizá pudiera ofrecer información al respecto», según el propio auto. No sólo eso. En una insólita, aunque sincera, exhibición de sus fracasos el juez dice que ni las listas de pasajeros ni el registro de la sala de autoridades del aeropuerto ni el chófer que hizo los viajes a la Zarzuela ni el libro de entradas del propio palacio pueden confirmar esa reunión. Para su creencia, que califica de racional, el juez sólo se basa en unos datos facilitados por Diego Torres. Es raro que el juez no los detalle en su auto, dada su natural y exuberante prolijidad. La alcaldesa de Valencia hizo llegar a los medios la otra tarde una pormenorizada exhibición de sus actividades durante el 29 de enero, que hacen imposible la reunión de la Zarzuela. Es decir, se vio obligada a demostrar su inocencia. Cuando los ciudadanos tienen que demostrar su inocencia es que todos son ya culpables. Sin excepción para los jueces.
La necesidad de que el duque de Palma y su socio convocaran la reunión en Palacio la justifica el juez Castro en razón de que así la cita tendría un mayor «impacto psicológico hacia las autoridades valencianas.» Esta incursión de la ambigua literatura psicológica en la fáctica prosa judicial no tiene una traducción sencilla. Pero creo que no traicionaré la penetración psicológica del juez si digo que a dos palurdos de la huerta se les invita a la Zarzuela y cuando salen de allí, bien estovados cual garrafones, sólo preguntan dónde hay que echar el arroz, majestad. Una observación que tiene el mismo valor, y el mismo grado de ofensa, que si yo escribiera, como voy a escribir, que el impacto psicológico de los protagonistas principales de sus autos, el duque de Palma y la Infanta Cristina, ha trastornado severamente el discernimiento, la lógica y la competencia profesional del magistrado juez José Castro Aragón, dícese.