PSOE, de aquellos pactos, esta crisis

EL CONFIDENCIAL 02/01/16
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS

· En mayo, el PSOE abrió las puertas del poder institucional a Podemos y los de Iglesias no han hecho otra cosa que ir ganando terreno y robusteciendo su estrategia con una «acumulación de fuerzas»

El pasado 20 de diciembre, Pedro Sánchez debió preguntarse por qué Podemos y sus confluencias periféricas se habían quedado a poco más de un punto del PSOE (350.000 votos) y el socialismo se había hundido en todas las comunidades menos en Andalucía y en Extremadura. En definitiva, antes de proclamar que su partido había “hecho historia” y reivindicarse anunciando que se presentará a seguir dirigiendo la organización, Sánchez debió tener en cuenta la significación de algunos datos inequívocos.

Al menos, los siguientes: 1) El PSOE registraba su suelo histórico perdiendo millón y medio de votos y veinte escaños. 2) El PSOE perdía posiciones en todos aquellos municipios y comunidades en los que en mayo de 2015 había pactado con Podemos tras los comicios. 3) El PSOE quedaba en Madrid -la lista que encabezó Sánchez- en cuarto lugar, después de haber ofrecido sus votos para que Carmena fuese alcaldesa de la capital y 4) El secretario general del PSOE debió reconocer que seis de las comunidades autónomas en las que logró la presidencia del Gobierno, los 2.800 alcaldes socialistas instalados después del 24-M y el control de 18 diputaciones provinciales fueron el resultado de un trueque con Podemos al que incorporó, con amplios poderes, en municipios y comunidades.

Sin embargo, Sánchez no llegó a entender que lo que le ocurrió al PSOE en las elecciones generales era, exactamente, lo que debía ocurrirle. Los socialistas se atiborraron de poder municipal y autonómico en mayo de 2015 a costa de entregar una fenomenal presencia institucional de base a Podemos. No un poder cualquiera, sino el poder básico para crecer: el local, el más próximo a los ciudadanos, coadyuvando, además, a erigir iconos políticos de la nueva izquierda como Manuela Carmena (Madrid), Ada Colau (Barcelona) o Xulio Ferreiro (A Coruña), entre otros que, serán, seguramente, con Pablo Iglesias coordinando la operación, los que impulsen la sustitución del PSOE por Podemos.

Salvo la gran electora del socialismo español que es, sin duda, la populista Susana Díaz -que pactó con Ciudadanos-, los demás barones que ahora se rasgan las vestiduras por la gestión torpe de Pedro Sánchez, debieran permanecer en un discreto silencio o militar en una sincera autocrítica. Muchos de ellos están donde están porque pactaron a calzón quitado con Podemos. Y en mayo del año pasado, los de Iglesias eran ideológica y estratégicamente lo mismo que ahora. La línea roja del referéndum en Cataluña que propugna Podemos porque “rompe España” y que los críticos a Sánchez enarbolan dogmáticamente -lo que al que suscribe le parece perfecto- suena tan campanudo como escapista. Ellos -los oficialistas y los críticos, los miembros del aparato y los barones- han introducido al zorro en el gallinero, sin reconocer que de aquellos polvos de la primavera pasada vienen los lodos electorales de este benigno invierno.


· Los socialistas se atiborraron de poder municipal y autonómico en mayo de 2015 a costa de entregar una fenomenal presencia institucional de base a Podemos

El grave problema de los socialistas españoles es de coherencia y de autoanálisis. El PSOE lleva años -muchos- jugando al oportunismo político con la coartada de que su obligación programática es «echar al PP» por encima de cualquier otra consideración. Es una falacia. Antes que deshacerse del adversario hay que fortalecerse en el espectro ideológico en el que se desenvuelve el partido, o sea, la izquierda. En mayo, el PSOE abrió las puertas del poder institucional a Podemos y los de Iglesias no han hecho otra cosa que ir ganando terreno –lejos de radicalizarse se han moderado- y robusteciendo su estrategia con una “acumulación de fuerzas” próximas en las zonas más estratégicas (Cataluña, Valencia, Madrid, Galicia) preparando lo que puede ser un colosal ‘sorpasso’ en una probables próximas elecciones.

En estas circunstancias, la crisis que padece el PSOE es de las que se ha ganado a pulso y concierne a unos y a otros y apenas sí salva a la gran electora del socialismo, la presidenta de la Junta de Andalucía, que es la única dirigente que pareció intuir que los pactos locales y autonómicos con Podemos eran el abrazo del oso. Mortal de necesidad. Deberían pensar ahora los integrantes del Comité Federal del PSOE si -con o sin Rajoy- no les traerá más cuenta una abstención en la investidura de un presidente popular por un tiempo suficiente para que cese “el lamentable espectáculo” (sic, de Patxi López) que están dando y puedan recomponerse de su alocada estrategia.