EL MUNDO – 23/07/17
· Los recelos y los roces de la primera semana evidencian la fragilidad de la nueva relación.
El PSOE y Podemos consideran ahora que se necesitan y que deben trabajar conjuntamente. Al menos, eso es lo que plantean Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Sin embargo, los dos partidos son adversarios políticos y se disputan el mismo espacio electoral como alternativa al PP, con lo que la desconfianza y las discrepancias pesan mucho más que las coincidencias, como se ha puesto de manifiesto varias veces durante esta semana.
Hay cambios en las formas y en la sintonía. Sánchez e Iglesias hablan ahora habitualmente. Pero de fondo ninguno supera los recelos de la relación tormentosa de 2016. El líder socialista sigue desconfiando de la buena disposición del secretario general de Podemos. De hecho, cree que en cualquier momento puede romper la baraja y optar por volver al enfrentamiento. Por parte del partido morado, hay quienes dudan de las intenciones del grupo socialista y sospechan que están intentando que «no salga bien» esta nueva etapa.
Sánchez, según personas de su entorno, piensa que en ese caso de una vuelta a las hostilidades, quien saldrá perdiendo es Podemos, ya que cree que el PSOE ya ha ganado la batalla de la izquierda a Podemos. Un juego al que el partido morado dice que se niega a entrar al mismo tiempo que intenta condicionar los pasos y los ritmos de esta relación.
La principal fotografía de esta nueva etapa entre el PSOE y Podemos se produjo el pasado lunes en el Congreso y a instancias especialmente del partido morado. La reunión de alto nivel entre los dos partidos se produjo en un buen clima, como aseguran las dos formaciones. Pero reflejó también en buena medida las posiciones antagónicas que mantienen en muchos temas.
Iglesias estaba empeñado en que el del lunes fuera un encuentro de las dos ejecutivas para evidenciar una reunión al máximo nivel. Y así se lo transmitió a Sánchez, como confirman fuentes conocedoras de sus conversaciones. La intención del líder de Podemos era dar la máxima relevancia política a una cita que la formación morada persiguió durante días con insistencia e impaciencia, mientras el PSOE le daba largas.
La portavoz, Irene Montero, ofreció a su homóloga del PSOE, Margarita Robles, hasta tres fechas distintas para acelerar la convocatoria tras hartarse de esperar. Sin embargo, tuvieron que hablar de nuevo Sánchez e Iglesias para cerrarla.
El líder socialista le aseguró, eso sí, que la reunión debía producirse en el ámbito parlamentario, no entre ejecutivas, y sólo para coordinar iniciativas en el Congreso, especialmente en materia social. Sánchez sí aceptó encabezar la delegación para darle así la más relevancia. Iglesias pretendía dar cabida a su plana mayor, donde no todos son diputados.
En la reunión, los representantes de Podemos insistieron en crear una mesa de coordinación parlamentaria. Portavoces del PSOE les respondieron que podían inaugurar una nueva etapa o una nueva dinámica de trabajo conjunto. Y anunciarlo así. Sin necesidad de darle una personalidad propia. Pero desde Podemos insistieron en abrir una mesa de coordinación «permanente» y en presentarlo después como una «relación preferente». Se exageró ese estatus y se presumió de haber «prefigurado» una suerte de gobierno alternativo ante la sorpresa del PSOE.
En las distintas intervenciones a puerta cerrada, según fuentes de la reunión, el líder de IU, Alberto Garzón, fue el más sincero. En su exposición, reconoció se disputan el mismo espacio electoral y que, aunque vayan a trabajar juntos, los dos deben mantener plena autonomía como formaciones distintas que terminarán enfrentándose en las urnas.
La reunión constató un desencuentro absoluto en asuntos capitales, como la forma de enfrentarse al desafío independentista catalán. Y otros que podían serlo, como una moción de censura, ni se tocaron. En este punto, Podemos quiere meter prisa al PSOE y dirigir a Sánchez hacia su terreno marcando la agenda con sus temas. No en vano, Iglesias tiene la presión de quienes piden no abandonar la mano dura.
El gran desafío ahora será conciliar dos estilos y dos ritmos bajo la sombra de la desconfianza. Los primeros roces así lo han demostrado.
EL MUNDO – 23/07/17