PSOE-UP… Gobierno de Colisión

TEODORO LEÓN GROSS-EL PAÍS

  • Políticamente el asunto tiene interés, aunque el coste puede ser demasiado alto, enredando con la Corona o la separación de poderes

Hay algo seguro, y no importa cuánto sea ficción y cuánto real: uno de ellos perderá en este juego, quizá los dos. De momento ambos se enfrentan a la necesidad de convertir esa confrontación en un relato rentable. Iglesias insiste en presentarse como el genuino paladín del progreso social enfrentado a la resistencia socialdemócrata de un PSOE demasiado reacio a romper con el statu quo de los privilegiados. Eso encaja en la lógica populista de buenos y malos sin demasiados matices, apelando a las emociones primarias. Claro que no parecen engañar a nadie, o cada vez a menos. Tocan fondo en las encuestas, y la última de GAD3 ha sido demoledora: UP apenas superaría a Esquerra, reducido a la mitad de Vox. De más de setenta a apenas veinte, partido de rango menor, mientras parece nutrir a grupos como ERC o Bildu, a los que ha dado wild card a la Dirección del Estado. En el PSOE se mantienen en su estrategia de partido institucional que sobrelleva el incómodo peaje de unos socios chuscos, pero inevitables. No es fácil evaluar el descontento que pueda generar internamente. Sánchez ha vaciado las instancias orgánicas de debate en el partido.

En esta mecánica del Gobierno del Colisión hay mucho de wrestling, esa modalidad de lucha libre coreográfica que funciona como performance de pocos golpes y mucho teatro. Políticamente el asunto tiene interés, aunque el coste puede ser demasiado alto, enredando con la Corona o la separación de poderes. En todo caso, el país no está para teatro. Ya resulta insoportable que mueran decenas de miles de compatriotas mientras la oposición sigue erre que erre con su instinto oportunista del no a todo; pero que estén muriendo esas decenas de miles de compatriotas y los dos partidos del Gobierno, responsables de la gestión pública de los recursos del Estado, estén enredados en batallitas coreográficas para disputarse los réditos del poder, eso sí que nos retrata en el género del esperpento tan definitoriamente español.