PSOE y Ciudadanos

JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 28/05/2013

Juan Carlos Girauta
Juan Carlos Girauta

· Todo lo que desea oír de sus representantes un socialista barcelonés medio lo encuentra hoy en Ciudadanos.

Notables socialistas, especialmente de la vieja guardia, están hartos de su brazo catalán. Más hartos de lo que el lector se imagina, y apuesto a que el lector imagina bastante. Lo que no significa que la savia nueva del PSOE, que quizá controle el partido en breve, circule mejor por la rama catalana. Sucede que los mayores han tenido más tiempo de cansarse de sus aliados, socios, compañeros o franquiciados de la calle Nicaragua. Nótese que las piruetas del PSC acaban repercutiendo seriamente en la política nacional en la medida en que el PSOE necesita su histórica bolsa de votos catalanes para volver a gobernar algún día España. Es decir, para cumplir con su propósito: ser un partido central que, o bien gobierna, o bien constituye alternativa de gobierno.

Alfonso Guerra, el hombre a quien todo le debe el socialismo de democracia en términos de organización, acaba de poner el dedo en la llaga, como suele. Dos de sus últimas observaciones son crudamente exactas: primera, el PSC se ha sumado al nacionalismo orgánico en Cataluña; segunda, Artur Mas deberá reconducir su proceso soberanista, y ello le costará la cabeza. El adjetivo «orgánico» es afilado y preciso. Es justamente el magma organicista subyacente en el nacionalismo catalán la que permite contemplar hoy Cataluña como un régimen. Por eso la interlocución con la Generalidad, con la dócil sociedad civil, con los medios de comunicación locales, y también con el PSC, obligan a constantes traducciones. No las exige la diferencia de lenguas, sino la distancia —la incompatibilidad— de los lenguajes políticos.

Trátese de García-Page o de Chacón, de Madina o de López, el nuevo líder socialista conducirá un vehículo que corre sin frenos por la pendiente del descrédito, de la fracasada complicidad con los anti sistema, de la crisis de ideología, de la falta de ideario, de la indiferenciación del proyecto socialdemócrata a nivel global, de la insignificancia en Europa, de la confluencia de intereses entre Hollande y Rajoy, y de otros muchos factores. Su disgregación en Cataluña no es uno más: es el que antes le puede precipitar al vacío.

Porque todo lo que desea oír de sus representantes un socialista barcelonés medio lo encuentra hoy en Ciudadanos: en Albert Rivera, en Jodi Cañas, en Carina Mejías, en Inés Arrimadas. Al nacionalismo organicista sólo se le puede entrar de dos maneras: aceptando sus premisas (para bailarle el agua o para criticarlo) o negándolas. Si haces lo primero, poco importan los matices; serás absorbido. Si haces lo segundo, te pondrán las cosas difíciles, pero al final puedes desencadenar una corriente muy difícil de detener. El votante desengañado que deserta del socialismo catalán no se va al PP. Ese puente casi no existe. Hasta hace poco optaba por la abstención; ahora tiene un proyecto nuevo, regeneracionista, no contaminado, desacomplejado. Defraudado durante lustros, puede volver a creer. Y Guerra lo sabe.

JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 28/05/2013