- El sector duro del PP ve en Ayuso una posible sustituta a Feijóo, pero tendría dificultades para atraer votantes de Vox y favorecería la movilización de la izquierda.
Una semana después del 23-J los resultados de la cita electoral siguen marcando el pulso de la opinión pública española. En la derecha, que estaba convencida de alcanzar la mayoría absoluta, reina una sensación entre la incomprensión y la apatía donde los profetas más agoreros ya pronostican que los suyos no gobernarán en décadas.
«Mientras exista Vox la derecha no gobernará» o «los nacionalistas siempre decidirán el futuro de España» son algunos de los titulares que abundan en las secciones de opinión de numerosos diarios españoles. Hay quien incluso pronostica que el PSOE se convertirá en una especie de Democracia Cristiana Italiana, un partido al que nadie es capaz de desalojar del poder y se mantendrá por décadas incrustado en él a través de pactos con distintas formaciones minoritarias.
Ante esta tesitura, algunas voces del mundo conservador ya han comenzado, si no a pedir la cabeza de Feijóo, a plantear qué alternativas podría haber al líder gallego de reeditarse el gobierno de coalición. El diagnóstico en muchos de estos círculos es que con una derecha dividida en varios partidos será imposible sacar al PSOE de la Moncloa. Y que la prioridad para esta debería ser buscar la unidad en su espacio.
Esto defendía el otro día Esperanza Aguirre, que afirmaba que el PP debía volver a la estrategia de Aznar: que todo lo que esté a la derecha del PSOE esté cómodo dentro de los populares. Una tarea para la que, según Aguirre, solo estaría capacitada la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
Esta opinión, compartida por los sectores más duros de la derecha, considera que Ayuso sería la única capaz de atraer a esos votantes de Vox que dejaron de votar al PP por blando o marianista. En la derecha española la primera legislatura de Mariano Rajoy abrió una gran grieta al considerar que el gobierno, que contaba con mayoría absoluta, no se atrevió a derogar algunas de las leyes que el PP había impugnado desde la oposición como leyes ideológicas. Por ejemplo la Ley de Violencia de Género, la de Memoria Histórica o la del matrimonio homosexual. Además, las subidas de impuestos de Cristóbal Montoro al frente de Hacienda terminaron por crear un cisma con el ala más dura e ideológica del partido, que acabó recabando en Vox.
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El PP de Ayuso, más duro y centrado en dar «sin complejos» la batalla cultural a la izquierda sería por tanto el único capaz de cerrar esta grieta que ha impedido a la derecha gobernar en los últimos años. El ayusismo, como una suerte de aznarismo renovado, sería según estos sectores la única solución que podría alejar del poder al Partido Socialista.
A pesar de lo extendida que está esta hipótesis en determinados círculos, creo que «la Operación Ayuso» podría no ser tan exitosa como algunos creen. Un liderazgo como el suyo entrañaría dos riesgos fundamentales para la derecha que podrían alejarla del gobierno.
El primero de estos riesgos es que una figura como Ayuso sería una garantía de hipermovilización del electorado progresista. Con un discurso tan duro y polarizador como el de la líder madrileña la izquierda no tendría ni siquiera que esforzarse en construir un enemigo perfecto con el que movilizar a los suyos. Ayuso ataca duramente las propuestas económicas y sociales de la izquierda defendiendo un modelo profundamente neoliberal en lo económico y con fuertes guiños al mundo conservador en los asuntos sociales.
«Vox ha creado una comunidad cerrada de fieles que no será tan fácil de disolver»
Además, es muy beligerante con los nacionalismos periféricos en asuntos como la política lingüística de las comunidades bilingües. Un cóctel ideológico que garantizaría que los electorados de todos estos partidos se movilizaran en masa para evitar que gobierne alguien que ataca frontalmente sus principios.
Esto supondría un gran escollo para la derecha española, ya que cuando la participación ha subido por encima del 70% solo ha conseguido la victoria en tres ocasiones (Suárez en el 77, Aznar en el 96 y Feijóo en 2023). Y en una de ellas ni siquiera le darán los números para gobernar. Es decir, la derecha tiene más opciones de ganar las elecciones en escenarios de baja movilización, cuando la izquierda se queda en casa y decide no ir a las urnas.
El otro gran riesgo que entrañaría el liderazgo de Ayuso es que a pesar de endurecer el discurso del PP no consiguiera alcanzar la tan anhelada unidad de las derechas y el partido perdiera electores moderados mientras Vox sigue existiendo. Aunque el partido de Abascal ha sufrido una caída considerable en las últimas elecciones, hacerlo desaparecer puede no resultar tan fácil como parece por varios motivos.
El primero es que Vox ha demostrado una gran resistencia a pesar de las adversidades. Aun con una campaña mal orientada y en un escenario adverso, los de Abascal se han mantenido como tercera fuerza y conservan un núcleo de votantes que oscila entre los 2,6 millones que les votaron en abril del 2019 y los 3 millones que les eligieron en 2023.
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Esta bolsa de votantes se ha mantenido hasta el momento fiel a Vox. Y aunque algunos pudieran verse seducidos de volver a un PP con Ayuso es muy complicado que todos ellos fueran a parar a las filas del PP. Vox ha creado una comunidad cerrada de fieles que no será tan fácil de disolver.
El segundo motivo es que Vox ha desarrollado durante estos años una identidad de partido diferenciada del PP, con una oferta programática y unas alianzas internacionales distintas de los populares. El peso que ha adquirido en los últimos meses el sector del partido liderado por Jorge Buxadé ha hecho que Vox evolucione hacia un partido más conectado con la realidad internacional de la derecha radical, lo que le lleva a defender postulados diferenciados de los partidos populares europeos.
Este Vox más crítico con la Unión Europea o las élites globalistas se diferencia más del PP que el Vox centrado únicamente en la cuestión catalana y la defensa de la unidad de España. Y, por tanto, puede haber mucha gente que ya no contemple volver al Partido Popular por mucho que este endurezca su discurso.
La gran pregunta que debe hacerse el PP es si de verdad es factible hacer desaparecer a Vox. ¿Conseguiría Ayuso absorber completamente a los de Abascal? ¿Y a qué coste? Si la respuesta es negativa, y Vox va a seguir existiendo como una oferta diferenciada del PP, tal vez el único garante de esa unidad de la derecha sea alguien como Alberto Núñez Feijóo.
«Lo mejor que podría hacer el PP si quiere volver a gobernar España es mantener la unidad en torno a un liderazgo como el de Feijóo»
El gallego ha aglutinado en su campaña desde perfiles moderados como Borja Sémper o Luis Garicano hasta otros del sector más duro como Cayetana Álvarez de Toledo. Ha conseguido que su programa económico lo revise Soraya Sáez de Santamaría, pero que su cara a cara con Sánchez lo prepare Miguel Ángel Rodríguez. Y ha alineado detrás de su figura a todas las baronías, desde Ayuso a Moreno Bonilla.
El PP de Feijóo ha demostrado que su escisión de derecha moderada, Ciudadanos, puede dejar de existir y sentirse «cómodo» dentro del PP como decía Esperanza Aguirre. Ahora, ¿un PP de Ayuso sería capaz de hacer lo mismo con Vox? ¿Le conllevaría eso a perder a los sectores más moderados? En la respuesta a estas dos preguntas se encuentra el futuro del PP y la derecha española.
En mi opinión, hacer desaparecer a Vox hoy y reintegrarlo en las filas del PP es una utopía, teniendo en cuenta la deriva del partido y un contexto internacional que favorece una oferta diferenciada de los populares. Por tanto, lo mejor que podría hacer el PP si quiere volver a gobernar España es mantener la unidad en torno a un liderazgo como el de Feijóo y tratar de volver a establecer un canal de diálogo con los partidos vascos y catalanes.
Cuando la derecha gobernó España lo hizo entendiéndose con los nacionalismos periféricos y asumiendo el complejo rompecabezas territorial de la realidad española. La cuestión es si, después de años dinamitando esta relación, restablecer esta relación es más utópico incluso que hacer desaparecer a Vox.
*** Jaime Bordel es politólogo y coautor del libro Salvini & Meloni: hijos de la misma rabia (Machado Libros).