JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 03/11/14
· Lástima que sean demasiado jóvenes o demasiado poco leídos para no saber lo que este tipo de movilizaciones pueden destruir.
De confirmarse los rumores que circulan sobre la última encuesta del CIS a publicar hoy, Podemos sobrepasa al PP y al PSOE en intención de voto. Pocas veces se habrá dado en el mundo democrático un vuelco tan explosivo y rápido. Algo que solo podría explicarse porque, o bien el sistema político español está más averiado de lo que nadie pensaba, o bien los españoles somos más alocados de lo que tenemos fama, que es mucho.
Que Podemos se ha montado en la ola de indignación que barre el país a causa de la crisis económica, los casos de corrupción que se acumulan, la falta de reflejos de la clase política y, por último, aunque no en último lugar, por nuestra tendencia a echar la culpa a los demás de las desgracias que nos afligen lo demuestra que continuamos viviendo en la burbuja inmobiliaria bastante más allá de que la crisis hubiera explotado, con lo que solo conseguimos hacer más difícil la recuperación. Llegar tarde es una marca de nuestro carácter.
Tan tarde que, con Podemos, acabamos de descubrir de una tacada la Comuna parisina de 1871, el golpe de estado bolchevique de 1917 y el chavismo venezolano de reciente factura. Podemos es todo eso, con ese toque tan español de desgarro, pendencia y dogmatismo que nos chifla. Como, además, ofrece soluciones muy simples a problemas muy complejos, algo que encaja perfectamente con otra de nuestras tendencias –hacer las cosas en un plis, plas–, no debe extrañar lo más mínimo el éxito que está teniendo.
Las consecuencias que ese éxito electoral tendría de llegar a materializarse no se las ha planteado casi nadie, y a los que se la han planteado no parecen preocuparles demasiado. Su primer objetivo –fastidiar a los que hasta ahora han estado en el machito– estaría alcanzado. Luego, está la posibilidad que podrían acercase a la pomada con el cambio de situación. El resto les importa aún menos, incluido lo que significaría en pérdida de libertad, base de la democracia, que solo despierta entre nosotros un entusiasmo de boquilla al ir unida a responsabilidad. Pero responsabilidad, individual y colectiva, es una de esas palabras que no figuran en las proclamas de Podemos. ¿Para qué, si aseguran tener la solución de todos los problemas y lo único que exigen es obediencia ciega? Sus primeros pasos como causa, asociación, partido o lo que sean son los de todo movimiento asambleario: muchos reunidos, pero una sola cabeza, que basta para pensar y decidir. La audiencia tiene bastante con escuchar y aplaudir. Tampoco pide más, ya que no se ha molestado en buscar en otras fuentes que las del resentimiento y el ajuste de cuentas.
Lástima que sean demasiado jóvenes o demasiado poco leídos para no saber lo que este tipo de movilizaciones, aparentemente comunitarias, pueden destruir y costar en opresión, derechos y sufrimientos colectivos.
JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 03/11/14