Luis R. Aizpeolea, EL PAÍS, 22/10/12
El espectacular ascenso de la izquierda radical va a tener sus efectos sobre el PNV
Estaba escrito que las primeras elecciones vascas tras el fin de ETA serían las de la lucha por la hegemonía del nacionalismo entre el PNV y la izquierda abertzale —en esta ocasión con la marca EH-Bildu— como las cuatro anteriores —1998, 2001, 2005 y 2008— lo fueron por la disputa entre los bloques nacionalista y no nacionalista. Todo estaba a favor de un triunfo histórico del nacionalismo, sobre todo de la izquierda radical, que logra el mayor éxito de su trayectoria.
Para ello se han aliado todos los astros a su favor y, simultáneamente, en contra de los partidos no nacionalistas: la capitalización política del final de ETA; la inédita agrupación de todos los partidos desperdigados de la izquierda abertzale (antigua Batasuna, Eusko Alkartasuna, Aralar…) en una única candidatura; la explotación del victimismo con el regalo del Estado de mantener a Arnaldo Otegi en la cárcel; su cambio de imagen; la presencia de caras nuevas y, como contraste, el fuerte desgaste por la crisis general económica y política de los dos partidos constitucionalistas, PSE y PP, uno gobernante en Euskadi y el otro en España. Es muy difícil que la izquierda abertzale pueda disponer en el futuro de unas condiciones tan favorables como en esta ocasión.
Sin embargo, se va a dar la singularidad de que el nacionalismo vasco no va a utilizar su histórica abrumadora mayoría, al menos a corto y medio plazo, para dar un salto soberanista, como pretende Artur Mas en la vecina Cataluña. La historia sirve para algo y aún está fresca la experiencia del plan soberanista del lehendakari Juan José Ibarretxe que marcó decisivamente al candidato del PNV, Iñigo Urkullu, ganador de estas elecciones. Urkullu, al frente del partido, comprobó cómo ellehendakari se quedó en manos de la izquierda abertzale; muy pronto, absolutamente aislado, con lo que perdió la tradicional centralidad del PNV. El candidato del PNV no quiere repetir la historia. Y, además, la gravedad de la crisis económica, que se está cebando con retraso en el País Vasco, con un año 2013 para el que se vaticinan negros augurios, complica aún más las tentaciones soberanistas de los nacionalistas.
Urkullu tiene claro que su norte es mantener la centralidad política —con la lucha contra la crisis económica como prioridad—, lo que reafirmará su diferencia con la izquierda independentista, con un programa económico muy naif y que va a hacer de la soberanía el eje de su estrategia. Y reafirmará esa diferencia para tratar de ganar a largo plazo la batalla por la hegemonía nacionalista contra la izquierda abertzale.
Es verdad, también, que el espectacular ascenso de la izquierda radical va a tener sus efectos sobre el PNV. En principio, aleja la hipótesis de un acuerdo estable con los no nacionalistas, especialmente con los socialistas —la reedición de los pactos de los años ochenta hasta mediados de los noventa—, y abona más la posibilidad de pactos puntuales con unos y otros partidos en función de los retos políticos. Y es posible, también, que acentúe su discurso soberanista, pero sin cambiar su calendario: la reforma del Estatuto para 2015. La crisis económica sigue mandando.
Luis R. Aizpeolea, EL PAÍS, 22/10/12