EL MUNDO – 11/01/16
· El nuevo ‘president’ asume la hoja de ruta que fija la secesión unilateral en 18 meses y remata su discurso con un «¡Visca Catalunya lliure!» Junqueras será el nuevo vicepresidente y el encargado de desarrollar la Hacienda propia y el banco central Inés Arrimadas: «Han corregido en los despachos lo que le han negado las urnas»
Apenas dos horas y cuarto antes de que venciera el plazo legal, el Parlament invistió anoche a Carles Puigdemont presidente de la Generalitat, el quinto desde 1980. Las circunstancias insólitas de los últimos días han apartado a Artur Mas del cargo, pero su desafío a la estructura del Estado permanece: el nuevo jefe del Ejecutivo catalán prometió seguir paso por paso el camino trazado hacia la independencia.
«Es un periodo excepcional de posautonomía y preindependencia. No son tiempos de cobardes», dijo el nuevo president. En un discurso poco trabajado por la premura –un día antes no sabía que iba a relevar a Mas–, el hasta ayer alcalde de Gerona anunció que buscará la separación de Cataluña del resto de España en 18 meses, aunque tenga que desoír las presiones del Gobierno y desobedecer las resoluciones judiciales.
La caída de Mas desencalló la investidura, y Puigdemont se convirtió en presidente de la Generalitat con el apoyo de 70 de los 135 diputados de la Cámara: los 62 de Junts pel Sí y ocho de la CUP. Los 63 representantes de Ciudadanos, PSC, Catalunya Sí que es Pot y PP votaron no, mientras que los dos otros parlamentarios de la CUP se abstuvieron.
La excepcionalidad presidió toda la jornada
No podía ser de otra manera: Mas se resistió hasta el último segundo a dejar paso, y sólo lo hizo cuando parecían inevitables unas elecciones que habrían puesto en riesgo la continuidad del proceso soberanista y la integridad de Convergència. Por ese motivo, el pleno se convocó en domingo; si en la medianoche de ayer no se hubiera nombrado nuevo presidente, se habrían repetido las autonómicas por imperativo legal.
El discurso del nuevo presidente de la Generalitat se pareció tanto al que Mas pronunció el 9 de noviembre, en la primera jornada de su fallida investidura, que Puigdemont tuvo que aceptar que no había tenido tiempo para prepararlo y que, en esencia, venía a defender lo mismo que su antecesor. Incluida la resolución pactada entre Junts pel Sí y la CUP que integra el compromiso de desobedecer las resoluciones del Tribunal Constitucional, y que ya ha sido declarada ilegal por ese mismo órgano.
Aseguró que asume el cargo «seguramente» de forma «temporal» porque «los momentos irrepetibles necesitan liderazgos irrepetibles», y garantizó que se «dejará la piel» en seguir el plan de Mas para lograr la independencia. «No es hora de cobardes», remachó.
También como Mas, Puigdemont no dedicó ni un minuto a hablar de corrupción. Ni en su discurso principal ni en las réplicas a los grupos, en las que mostró bastante ingenio, en contraste con la gravedad de las intervenciones de la mayoría de la oposición. Si para algunos era un día de fiesta –o al menos de alivio, porque la legislatura ha estado a punto de naufragar–, para otros constituía el inicio de un periodo difícil para Cataluña y para el resto de España.
Puigdemont admitió que no esperaba «asumir la responsabilidad» de presidir la Generalitat. Y empezó pidiendo perdón a los ciudadanos por las tensas negociaciones con la CUP y agradeciendo su gesto a Mas, que siguió toda la sesión con cara de circunstancia.
El nuevo presidente dedicó sus primeras palabras a subrayar que el acuerdo con los antisistema no se circunscribe a la sesión de ayer, sino que también garantiza la estabilidad del nuevo Govern. De hecho, dos diputados de la CUP participarán en la toma de decisiones de Junts pel Sí mediante una fórmula que aún no se ha especificado.
El Parlament invistió anoche a un político independentista de pies a cabeza, como demostró el «Visca Catalunya lliure» con el que cerró su primer discurso tras la sesión. Una vez consagrado, se dirigió a saludar a Oriol Junqueras: el líder de Esquerra será su vicepresidente y el hombre fuerte del nuevo Govern.
El hecho de que Puigdemont tenga como horizonte la ruptura con España provocó la primera reacción de Mariano Rajoy –que anunció que le vigilará de cerca– y fue también la piedra angular de las réplicas que recibió en la Cámara. Todos los partidos le recordaron que, a causa de la ausencia de ley electoral en Cataluña, los independentistas tienen mayoría absoluta de escaños pese a que se quedaron por debajo del 48% de los votos.
Pero esa circunstancia no parece importar a los cabecillas independentistas, que han preparado un calendario de ritmo vertiginoso para reformas que, con toda seguridad, serán invalidadas por el TC. Los principales aspectos de esa ruta hacia la independencia serán la elaboración de una Constitución catalana, una Hacienda propia, un banco central y una Seguridad Social.
«Será un trabajo que pedirá la participación de mucha gente, entre la cual cuento con el presidente Mas», aseguró. También defendió la declaración de ruptura ya anulada por el TC, que levantó ampollas entre los miembros más moderados del Govern y que se comprometió a aplicar. «La declaración del Parlament abría el proceso constituyente y ahora ya no podemos dejarla a un lado», proclamó sobre un texto que el propio Mas admitió que servía sobre todo para intentar que la CUP votara su investidura.
Tras anunciar que intentará negociar con el Estado, habló sin embargo de aduanas, de asumir las pensiones y el paro y de crear un banco central. «La Cataluña que queremos hacer tiene que ser un país más justo, equitativo, preparado, culto y saludable», aseveró parafraseando el discurso que Mas pronunció hace dos meses.
Carles Puigdemont habló largo rato con Mas –su esposa lo hizo con la del ex president– en el hemiciclo, y luego abandonó la Cámara entre los aplausos de los independentistas. A partir de hoy, él es quien pone cara al movimiento que intenta acabar con el modelo autonómico que en la Transición contó con el apoyo de la gran mayoría de los españoles y los catalanes. La presidenta del Parlament, Carme Forcadell, comunicará hoy al Rey el nombramiento.
EL MUNDO – 11/01/16