Puigdemont convierte la Diada en un ‘selfie’ independentista

EL MUNDO 12/09/16

· El presidente de la Generalitat se dio un baño de multitudes en una jornada en la que dominó el espectáculo sobre la política
· Colau estuvo en todos los actos pero evitó fotografiarse entre ‘esteladas’ en la edición con menos público desde 2011
· La marcha de la CUP acabó con quema de banderas de España, Francia y la UE y gritos de «vamos a cortarle la cabeza al Rey»


Otra vez la «última» Diada

· Puigdemont usa la debilidad del Gobierno para recuperar el referéndum pactado y avisa de que «sin Cataluña no se puede gobernar España»

La Diada de ayer dejó las cosas como estaban. Después de cuatro 11 de septiembre consecutivos en que las movilizaciones servían para dar giros dramáticos a un guion siempre escrito por el Govern, el de este año sólo ha constatado la voluntad de los independentistas de seguir su hoja de ruta, y celebrar unas nuevas elecciones a mediados del año que viene que deberían consagrar la ruptura con el resto de España.

La quinta Diada multitudinaria no constituyó un paso adelante en las reivindicaciones independentistas, sino más bien un impasse. Las cinco grandes movilizaciones –en Barcelona, Tarragona, Lérida, Salt (Gerona) y Berga (Cataluña central)– suscitaron el habitual baile de cifras, pero no batieron récords. La Delegación del Gobierno en Cataluña contó en total a 370.000 manifestantes, las autoridades locales a más de 800.000 y los organizadores creían haber superado de nuevo el millón.

Eso sí: seguramente porque Ada Colau y su entorno se sumaron a las manifestaciones, Puigdemont dijo que durante la cuestión de confianza que afrontará el 28 de septiembre trasladará «a la política española» una última oferta para celebrar un referéndum de autodeterminación pactado. Lo hizo con poca convicción, porque a renglón seguido añadió que si no hay acuerdo con Madrid –que parece lo más probable– seguirá con la «fórmula prevista», la de las «elecciones constituyentes».

Formalmente, esas elecciones serían unas autonómicas, como las de 2015. En aquella ocasión se les dio el adjetivo de «plebiscitarias»; el de «constituyentes» se usa ahora porque, según el presidente de la Generalitat, Cataluña ya circulará cuando se celebren «en tránsito entre la postautonomía y la preindependencia», y él estará ya «en funciones».

Para ello, deben aprobarse antes las tres leyes de «desconexión» que Junts pel Sí prometió en campaña. La primera, la de la Seguridad Social, ya ha puesto en riesgo de inhabilitación a la presidenta del Parlament, Carme Forcadell. Eso ha provocado que la ley de la Hacienda propia haya quedado descafeinada hasta el punto de que promete recaudar tributos sólo «de acuerdo con lo previsto constitucionalmente y legalmente». Falta ver cómo será la tercera, la de Transitoriedad Jurídica, que los independentistas quieren que sirva para evitar vacíos legales.

El president intentó trasladar la presión al Gobierno en una rueda de prensa matutina con corresponsables extranjeros en España. Pero Carles Puigdemont utilizó para reivindicar las nuevas elecciones los mismos argumentos de su antecesor, Artur Mas, con las de 2015: serán un «verdadero plebiscito de validación» del procés, a falta de un referéndum oficial. El déjà vu siguió con las declaraciones de Oriol Junqueras: el vicepresidente del Govern dijo un año más que la de ayer era la «última» Diada autonómica.

Puigdemont fue después a Salt. Allí, muy cerca de Gerona –donde fue alcalde cuatro años–, se dio un baño de multitudes. Por primera vez un president participaba en las manifestaciones independentistas de la Diada, y él aprovechó para dejarse ver, en el papel de gran esperanza para revertir la decadencia electoral que le han adjudicado los estrategas del Partit Demòcrata Català.

También insistió en lo que había trasladado por la mañana a los corresponsales extranjeros. «Es el momento de que la clase política española se dé cuenta de que sin Cataluña no se puede gobernar España y de que la solución de la demanda catalana es política y no judicial», afirmó, jactándose del bloqueo político que han producido las dificultades para formar Gobierno.

El acto empezó formalmente a las 17.14 horas, en recuerdo, otra vez, del año en que Barcelona cayó en poder de las tropas borbónicas en la Guerra de Sucesión. Los manifestantes de Lérida, Berga, Salt, Tarragona y Barcelona fueron elevando unas cartulinas amarillas que pretendían simular un «latido» conjunto a favor de la independencia, en una performance estéticamente más confusa que en años anteriores.

Los líderes de la ANC (Jordi Sànchez) y Òmnium Cultural (Jordi Cuixart) se encargaron de los parlamentos tras la concentración de Barcelona. Ambos subrayaron dos ideas: que la movilización de ayer constata que el independentismo sigue en forma –«esto no lo para ni Dios», dijo Cuixart– y que darán apoyo a Forcadell y a los encausados por organizar la consulta del 9-N. «Preferimos las urnas a los titulares, no dudéis ni un momento en poner las urnas», añadió Sànchez, uniéndose a la consigna de pedir por última vez un referéndum acordado.

Los partidos no independentistas participaron en la Diada de forma desigual. El entorno de Podemos se unió a Colau y participó en las manifestaciones, pero con perfil bajo. El PSC estuvo en la tradicional ofrenda floral a la estatua de Rafael Casanova, pero no en las marchas independentistas de la tarde. Y tanto Ciudadanos como PP se desmarcaron e hicieron actos propios porque consideran que el Govern y sus acólitos han «secuestrado» la Diada.


BAILE DE CIFRAS, PERO A LA BAJA
El tradicional baile de cifras de asistencia culminó las manifestaciones de la Diada. Sin embargo, si se comparan los que ofrecieron diferentes instituciones con las del año pasado y los anteriores, parece claro que ayer se movilizó menos gente. Las guardias urbanas de las ciudades participantes contaron a 800.000 personas, por los 1,4 millones que se reunieron – según las mismas fuentes – el año pasado. Sociedad Civil Catalana fue la entidad que ofreció un número menor: habló de 292.000 manifestantes.