Ignacio Camacho-ABC
- Si el Gobierno revoca el criterio de la Justicia no podrá impedir que Puigdemont se cuele por la misma rendija
Estaba claro que desde el instante en que Moncloa aceptó como interlocutor oficial a Junqueras, Puigdemont iba a reclamar un sitio en esa misma mesa. Por el momento le han dicho que nones, que es un prófugo y tal, pero la petición tiene lógica plena porque el expresidente catalán goza provisionalmente de inmunidad europea y puede asistir a las reuniones por videoconferencia. Una vez abierta esa puerta, o todos dentro o todos fuera. Los delitos que se le imputan son idénticos a los de los demás insurrectos a quienes se dispone a indultar el Gobierno para facilitar, según sus explicaciones, la concordia y el entendimiento, y el huido sabe que se va a acabar beneficiando de ese criterio. El Ejecutivo sanchista aún no ha percibido en su totalidad el riesgo que entraña la iniciativa de revocar las decisiones de la Justicia; le va a resultar muy difícil aplicarla de forma selectiva y evitar que el símbolo de la revuelta sediciosa se cuele por una rendija y esgrima su derecho a participar en la ‘salida política’.
El escándalo del perdón a los condenados del ‘procés’ no será comparable a la rabia y la frustración que generaría ver a Puigdemont paseando libre de cargos por nuestras calles. Y esa hipótesis no sólo no es hoy por hoy ningún disparate sino que está en camino de suceder más pronto que tarde. En cuanto se consume la rebaja penal del delito de sedición que está en marcha, incluso tendría a su alcance la posibilidad de librarse de un breve paso por la cárcel. Y en todo caso, la medida de gracia para sus colegas supone la anulación ‘de facto’ de la sentencia y allana la vía absolutoria en la Corte europea, donde el giro de los acontecimientos está provocando una reacción perpleja. No sólo en Estrasburgo; a ver quién y cómo convence ahora a un juez de Bélgica de que conceda la extradición -¿para indultarlo?- que con una tenacidad casi ingenua continúa solicitando el juez Llarena.
Pero ya quisiera Su Persona que el estrafalario fugitivo se quedase en Bruselas. Eso le daría respiro a su estrategia. La de Puigdemont tiene otro objetivo, que consiste en no dar tregua a su verdadero enemigo, el socio que en realidad es su rival cainita por la hegemonía del soberanismo. Y si Junqueras pretende ganar tiempo negociando con el Estado, aunque sea en falso, su competidor hará todo lo posible por desestabilizar ese diálogo. Obcecados con la supervivencia a corto plazo, ni Sánchez ni esos asesores con fama de infalibles han calibrado hasta qué punto pueden torcerse sus cálculos. El limbo legal que están abriendo se va a convertir en una piedra en su zapato si el desertor lo aprovecha para plantarse en el centro del escenario. El regreso a España sería una obra maestra de sabotaje cuyos estragos dañarían a la vez al Gobierno y a sus aliados. Como eso ocurra dentro de este mandato, al Bonaparte de Moncloa le espera su propio Waterloo.