- Puigdemont vuelve al centro del debate y lo hace por la puerta grande, como recordatorio permanente de todo lo que prometieron y no han cumplido ni cumplirán.
Hacía tiempo que no oíamos hablar del President Puigdemont. De Puigdemont sí, entiéndanme, aunque más bien poco. Pero del President Puigdemont ya casi nunca. Incluso en TV3 apareció el otro día subtitulado como “Junts”, por el partido al que se supone que todavía lidera, mientras, lógicamente, se reservaba el título de “President” en exclusiva a Pere Aragonès. Hoy, incluso Aragonès ha tenido que re-reconocerlo como president, aunque lo haya hecho en minúsculas y por Twitter, piando sobre amnistía y autodeterminación pero sin decir ni pío sobre la independencia ni la Justicia española.
Un mensaje poco institucional pero muy institucionalista, digamos, en el que por esas informalidades del Twitter, que parece que han venido para quedarse, se dirige a todo un President de la Generalitat, al exiliado y represaliado aunque ya no único legítimo, como a un tal @krls. Puigdemont es ya un twittero. Y aunque no sea un twittero más ya es menos President. Y lo peor de todo es que no lo es sólo para Aragonès. Porque el tiempo es olvido, la distancia todo lo enfría y a Puigdemont y a Junts se les estaba haciendo muy frío y muy largo este silencio.
A Puigdemont le estaban olvidando hasta los suyos y el tiempo y la estabilidad, aunque precaria, de esta decadente legislatura jugaban en su contra. Ni él sabía qué hacer ni los suyos sabían qué hacer con él. Ahora ya sí. Y ahora el marrón lo tiene Esquerra, a quien más le valdría que la detención o quedase en nada o en juicio, condena y absolución lo más rápido posible.
En la batalla electoral y, más aún, en la batalla por la hegemonía del procesismo, Esquerra jugaba hasta ayer mismo contra un partido en descomposición, sin liderazgo claro, con un porcentaje inusitado de frikis y que insistía en una vía fracasada, derrotada ante el Estado y abandonada por la mayoría de los catalanes. Esquerra tenía el cinismo y la hipocresía y hasta el maquiavelismo junqueriano, que es amor, pero de los que matan de su lado. Y podía seguir trabajando sin prisa pero sin pausa en su consolidación como gran fuerza central del independentismo.
Sería muy cínico asumir que esta es la foto que quería Junts, pero quizás sí sea la que necesitaba
Pero todo este trabajo debe hacerse en calma y con discreción. El mal catalán “no vol soroll”. Y la tarea de Esquerra es la de ir acostumbrando al independentismo a aceptar la derrota sin haber tenido que reconocerla. Se trata, básicamente, de conseguir que dentro de 20 años a los héroes de la retirada se les siga llamando héroes de la resistencia. Y, para que esto funcione, es imprescindible que nadie con cierta legitimidad o cierta credibilidad pueda recordarnos lo que están haciendo.
Por eso a los indepes sólo se les permite denunciar que el rey está desnudo si es para asumir el cinismo de los partidos procesistas o bien para adoptar la pose distante del divertimento irónico. Quien opte, en cambio, por seguir hablando en serio sobre la independencia y demás, quien decida hablar de verdad sobre lo que supone e implica la mesa de diálogo, quien se atreva a recordar cómo se reían estos rufianes de los discursos ridículos y vacíos que ahora venden recalentados pero con la misma suficiencia de siempre, quien pretenda en definitiva conservar el mismo discurso mientras van cambiando los intereses del poder, tendrá que aceptar pasar por hiperventilado, terco, empecinado…; en definitiva, por loco. Y bien, parece que vienen días de locos.
Sería muy cínico asumir que esta es la foto que quería Junts, pero quizás sí sea la que necesitaba. Su supervivencia como partido y como movimiento pasaba por ir denunciando el trapicheo autonomista y el uso y el abuso de los tiempos y las palabras y las negociaciones en las que están sumidos Esquerra y el PSOE. Y por lograr convencer al votante independentista de que aquí sigue habiendo un conflicto abierto con el Estado y que hay, que sigue habiendo, una alternativa unilateralista y desacomplejada y demás. Y para ello no hay nadie mejor que Carles Puigdemont, el fugitivo de la injusticia, el último de los independentistas que podía pasearse por el mundo como vencedor.
Su detención podría suponer, claro está, su derrota definitiva. Pero de momento, y mientras siga abierto el proceso, Puigdemont vuelve al centro de la escena y al centro del debate y lo hace por la puerta grande, como recordatorio permanente de todo lo que prometieron y no han cumplido ni cumplirán. Junts recupera así y después de mucho tiempo aquello que los cursis llaman el momentum. Y son capaces de querer aprovecharlo.
*** Ferran Caballero es profesor de Pensamiento Contemporáneo en la Universidad Pompeu Fabra y de Pensamiento y Creatividad en LaSalle-Universidad Ramon Llull.