Miquel Giménez-Vozpópuli

  • O un Thyssen, un Vogler, un Schröeder, un Kirdorf, un Ford, un Sir Henry Deterding, en fin, alguien que ponga pasta. Porque anda pidiendo a su gente que aporten 1.500 pavos

El día que se haga una comparativa rigurosa entre el componente racista del separatismo catalán y el racismo alemán más de uno se quedará atónito. Lo mismo sucederá con los métodos propagandísticos, la elaboración de una falsa historia, la politización en las escuelas o el control de los medios de comunicación. La revolución de las sonrisas no aguanta ese análisis ni medio minuto. En lo que sí existe una notable diferencia es en el modo en que el dinero ha financiado ambos movimientos. Al principio, en aquella Alemania de Weimar nadie daba un duro por el agitador oscuro y atrabiliario, y toda la alta finanza apostaba por el conservadurismo de siempre, representado por Hindenburg y Von Papen, aquel señor que decía controlar a Hitler.

En Cataluña el separatismo supremacista ha nacido, en cambio, financiado por el dinero de todos. Dinero institucional que debería haber servido para carreteras, escuelas, hospitales, infraestructuras, en fin, para justificar la existencia de una España autonómica que, en principio, debía servir para acercar la administración al ciudadano y obtener así una mayor eficacia. Nada. Ya saben, España nos roba. Es totalmente exacto el axioma que dice que los separatistas jamás tienen suficiente. De ahí que aunque hayan manejado – y manejen – millones a espuertas, aunque se hayan hecho fortunas colosales a base de comisiones de país bananero, aunque la corrupción sea constante a lo largo de estas décadas, siempre se quejan de que no tienen un duro. Lo dijo Ferrusola con todo el cinismo del mundo en sede parlamentaria. “No tenim un duro”. Pobrecita Madre Superiora. Hace falta valor.

Durante estos años del procés hemos escuchado hasta la saciedad que todo lo pagaba la gente, los autocares, el bocata, las camisetas, las pancartas, el botellín de agua, las pegatinas, y aunque esa misma gente haya sido tan boba en pagar, que lo ha hecho, estaba clarísimo que el montaje no se financiaba con la venta de merchandising. La justicia investiga si hubo o no desvío de fondos públicos hacia el proceso y creo que acabará demostrándose.

Sea como fuere, Carles Puigdemont, que vivió como un sátrapa hasta que ocupó su escaño como eurodiputado –sigue viviendo igual– suplica a sus electores que pongan mil quinientos euros por cabeza para, citamos textualmente, “ayudarnos a hacer posible la campaña de Junts para las elecciones del 14-F con un préstamo”. Ni qué decir tiene que aceptan donaciones de cualquier cantidad superior y, aseguran, que devolverán el dinero una vez reciban la subvención electoral que se otorga según los resultados que se obtengan. Juran que la suya será una campaña austera “como corresponde al momento actual de la pandemia”. Ríanse ustedes del tocomocho, el nazareno o el trilero que esconde la sota.

Lo que revela ese dato es que el movimiento ‘lazi neoconvergente’ nacido de aquel famoso gobierno ‘business friendly’ de Artur Mas, no tiene detrás a nadie serio en materia monetaria

Vamos a ver, por muy separatista que uno sea, por mucha venda que lleves en los ojos, por mucho odio a España, ¿es posible que, con la que está cayendo, un autónomo se desprenda de mil quinientos euros para pagarle la fiesta a Puigdemont, que ni siquiera vive aquí por su tremenda cobardía? ¿Really, Jorge? Claro que sí, habrá gente que apoquinará, porque si algo ha conseguido esta panda es hipnotizar a una parte de la sociedad catalana, que no salen de la secta ni tampoco tienen quien les ayude a salir.

Pero lo que revela ese dato es que el movimiento lazi neoconvergente nacido de aquel famoso gobierno business friendly de Artur Mas, el que pactó tras derrotar al Tripartito los primeros presupuestos con el PP de Alicia Sánchez Camacho para volverse después montaraz e irresponsable, no tiene detrás a nadie serio en materia monetaria. Nadie. Porque el capital catalán, el que ha tenido que trasladar su sede fuera de Cataluña, el mundo empresarial que cobardemente dejó hacer a Convergencia hasta que fue demasiado tarde, ya no quiere saber nada con orates. Están ahora por un gobierno tranquilito con un Illa conciliador y una Esquerra que tiene más ganas de ocupar el sitial convergente que de proclamar nada que no sea la hora del té.

O sea que ni Krupp ni la Caixa. La señora Pepeta y alguna dadiva de sus amigos separatas belgas. Con lo cara que está la langosta.