JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC

  • La socialdemocracia de verdad, el PP, había ido más lejos que los eurocomunistas

Desde Pujol, Cataluña no distingue entre público y privado. Antes, lo público y lo privado estaban separaditos. Se tocaban en secreto a base de bien, como novios en la última fila del cine. Por cierto, ahora que los cines cierran, ¿dónde se magrea la chavalada? Sí, ahí donde usted piensa también había rollo, pero, sin cines, ¿cómo logran…? Me voy de tema. Antes, lo público y lo privado practicaban asimismo tocamientos bendecidos: concesiones y tal. Hoy lo llamamos colaboración público-privada, y es de sentido común. Hasta que llegan los comunistas, pillan lo privado, lo llaman público y se lo quedan. En plan Nicolás Maduro Exprópiese. O hasta que llegan los socialdemócratas y también se te van quedando lo privado, aunque por vía algo más lenta: los impuestos.

Nadie ha practicado esta forma de robo solidario (yo trabajo y tú te quedas el fruto; yo curro más de medio año para ti, mi Leviatán, chulo mío, ñam) con más prisas y hambre que el Gobierno de Rajoy y Montoro. No confunda el joven lector a Montero la incomprensible o a Montero la sueltavioladores con Montoro el voraz, el insaciable, que llevó los tipos marginales del IRPF a cotas escandalosas para los comunistas. Verán, antes de ser ‘wokes’ lloricas y ofendiditos que no aguantan las opiniones diferentes y las llaman violencia, antes de abrazar la fe sucedánea del catastrofismo climático, antes de volverse imbéciles y ponerse a buscar micromachismos con una lupa, los comunistas eran gente seria. Errada pero seria. Criminal pero seria. El martillo y la hoz no los habían empuñado, solo habían visto una herramienta: el sacapuntas gordo del cole, aquel plateado de la señorita. Me voy, me voy. Pues bien, ni los comunistas, por serios, soñaban con robarle al contribuyente más del 50% de lo que había ganado con su trabajo. Más progresista, solidario y rojo que el PCE, el PP de Rajoy y Montoro estableció lo que todo el mundo entiende por tipos fiscales confiscatorios. La socialdemocracia de verdad, el PP, había ido más lejos que los eurocomunistas, que quedaron de pronto como unos moñas.

Se está acabando la columna y aún no he abordado lo que quería: la impúdica coyunda catalana entre público y privado, que es total. Un presidente alentaba el terrorismo callejero de los comandos. Llamaban sociedad civil a ANC y Odium, títeres (antes de cobrar vida y morir) de los gobiernos golpistas, que debían calentar la calle. Última muestra: un club privado, creado y controlado por Puigdemont para suplantar a las instituciones catalanas, va a simular que vota si apoya o no el pacto con el doctor Naide. No den por hecha la obediencia de la santa companya: algunos espectros han afeado al pastelero loco sus dispendios en ‘caterings’. Si un gobierno en el exilio no puede permitirse unas piezas de ‘foie’ y unos platos de ibérico recién cortado, apaga y vámonos. Traidores. ¿Para esto tanta lucha?