Pedro Sánchez está bordando primorosamente la bandera de la división. En primer lugar con sus aliados de ERC y EH Bildu, cada vez más reticentes desde Pegasus. No es que la división se haya instalado en la misma coalición de Gobierno. Por primera vez los dos socios han votado en sentido contrario a una ley, que era en este caso la Ley Audiovisual. Nunca había pasado. Todo lo más se habían producido divergencias en alguna proposición no de ley, pero en una ley propiamente dicha, nunca habían chocado el PSOE y Podemos. La división se ha cebado en una tropa que desde los tiempos de Zapatero, habían constituido una avanzadilla del progreso. ¿Se acuerdan de la unánime brigada de la ceja? Bueno, pues nada menos que 350 cineastas se plantaron el jueves en un manifiesto contra la Ley Audiovisual del PSOE, en la creencia de que es una sentencia de muerte para la industria audiovisual española. Desde Antonio Resines a Pedro Almodóvar; de Iciar Bollain, Isabel Coixet y Alex de la Iglesia a menudencias como Leticia Dolera y Sara Sálamo; desde Santiago Segura y Fernando Colomo a portentosas inutilidades como Eduardo Casanova, conocido por sus atuendos imposibles en las galas de los Goya. Estaban todos, ya digo. Y todas, por supuesto.
Para todo lo demás está el PP. El tarambana de La Moncloa arranca siempre en su mejor estilo de hacer oposición a la oposición, incurriendo para ello en un ejercicio de alteridad insoportable para cualquier cabeza medianamente lógica. Ayer hizo la siguiente descripción del Partido Popular: “Minan la convivencia, polarizan nuestra sociedad y degradan la vida pública. Usan las instituciones en su propio beneficio para mantenerse en el poder”. Semejante alarde solo fue superado por Franco, en una cena que le dieron apenas terminada la guerra las fuerzas vivas de Oviedo, ciudad natal de su mujer, y a las que Carmen Polo preguntó por un personaje conocido. Hubo un silencio ominoso que al cabo de unos segundos fue roto por Franco: “A ese creo que lo fusilaron los nacionales”.
Sorprende que los populares ayuden a veces al PSOE a ganar una elección o, al menos, a evitar una derrota. Ocurrió el 2 de mayo, cuando votó contra una enmienda a la totalidad de la Ley de Seguridad Ciudadana planteada por ERC. Al día siguiente, el PP ayudó al PSOE a vetar la comisión de investigación sobre el caso Pegasus. El jueves, como veníamos diciendo, permitieron la aprobación de la Ley Audiovisual con una abstención salvadora.
Se quejaba Feijóo de que Sánchez les insulte al tiempo que les pide el voto, pero debería recordar que contra el vicio de pedir, la virtud de no dar. Parece que algo de razón lleva Abascal al advertir de que “ningún colaboracionismo con este Gobierno es aceptable”.
No negaré virtudes políticas al presidente del PP, ver la recuperación de su partido después del erial Casado y la caída del sanchismo en intención de voto, pero debería tener en cuenta que la prioridad fundamental es el desalojo de Sánchez y su peña. Confiar en la ley de la gravedad puede ser un regalo para un personal cada vez más harto vote a Vox para que el PP cumpla con lo que de él se espera. Sánchez se rodeó ayer del 40% de sus ministros, su equipazo los llamó, y dijo “Gobierno de coalición progresista”, al menos media docena de veces. Le tira mucho el acrónimo ‘copro’, ya lo señaló Bustos, pero es que él era de Ciencias y nunca estudió griego.