IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

El ingreso de las diputaciones forales crece de manera imparable. Nada menos que un 18,39% en el primer cuatrimestre. ¿Es coherente con el crecimiento global de la economía? ¡No, qué va! Los últimos datos de la evolución del PIB muestran una actividad en desaceleración e incluso a punto de pararse. ¿Cómo es posible? Pues porque los impuestos se aplican sobre los precios y los ingresos nominales crecen cuando la inflación aumenta. Este crecimiento del ingreso registrado en las diputaciones es similar que el obtenido en el resto del Estado, aunque hayan tomado la buena, justa y conveniente decisión de deflactar limitadamente los tipos del IRPF. Pero en el resto, los ingresos suben con los precios.

Unos mayores ingresos suponen un alivio para las siempre tensionadas cuentas públicas, pero la tensión en las cuentas vascas no padece el mismo nivel de gravedad que el reflejado en las del Estado. Ni mucho menos. Por eso hay que fijarse en los efectos que producirá esta importante retirada de dinero del bolsillo de los ciudadanos. Es muy fácil: restará capacidad de compra, justo ahora cuando la demanda privada interna desfallece y es la principal responsable de la atonía económica. Y justo ahora, también, cuando los costes impactan con dureza sobre los márgenes de las empresas, lo que afectará a sus decisiones de inversión y perjudicará la recuperación de una productividad que es vital para nuestro futuro.

Hay más implicaciones. El aumento de los ingresos coincide en el tiempo con un abultado crecimiento de los gastos. La pandemia, primero, y la guerra después han obligado a responder desde la Administración -la vasca y todas las demás-, proporcionando más ayudas a las familias y un mayor soporte a las empresas. Ha sido una obligación del pasado reciente. La duda es si lo será también en el próximo futuro. Los dirigentes opinan que la inflación es un desagradable episodio que será puntual y tansitorio. Si aciertan, este aumento será ‘cosmético’, como lo califica la AIReF. Si los ingresos retoman su curso normal, ligado a la actividad, y esta se va a reducir sí o sí, ¿qué pasará con los gastos? ¿Se reducirán de la misma manera o se quedarán ahí convertidos en más gasto estructural?

No está claro. Para un dirigente público siempre es más sencillo desarrollar el gasto que reducirlo. Máxime cuando estamos en los albores de un ciclo electoral en el que todo el mundo se juega, nos jugamos, mucho. De momento, quién va a mandar los siguientes cuatro años.