IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • ¿Cómo se puede exigir al sector privado que la temporalidad se limite al 15% cuando en la Administración rebasa el 42%?

Me parece un auténtico descaro. Bueno, mejor dicho dos. En el sorprendente debate gubernamental acerca de la reforma laboral se han dado cosas curiosas. Como por ejemplo la indefinición acerca de su alcance y las disputas entre vicepresidentas. Ahora dicen que ya han llegado a un acuerdo, aunque la ausencia absoluta de concreciones permite albergar dudas de que tal cosa sea cierta. También resulta curioso que se anuncie el acuerdo horas antes de discutirlo con la patronal que, guste o no, es una de sus patas fundamentales. Pero lo más grave de todo me parece el absoluto descaro mostrado por el Gobierno y, en concreto, por su vicepresidenta segunda. Vea. Uno de los objetivos principales buscados por la derogación (¿?) de la legislación actual consiste en limitar a un 15% de la plantilla total el número de personas que puedan ser contratadas con carácter temporal.

Ya de entrada, sorprende el desconocimiento que supone equiparar temporalidad con precariedad, cuya mejoría es el objetivo final, pero lo que irrita es el descaro de pedir eso a los empresarios cuando el sector público mantiene porcentajes de temporalidad superiores al 30% y que superan el 42% en el caso del País Vasco. ¿Se puede ser más descarado? Se puede, pero hay que entrenar mucho y esforzarse más. Máxime, cuando las empresas se enfrentan a niveles de demanda cambiantes al son de la coyuntura y el sector público no, y si baja la demanda, pues se cruzan los brazos y todo arreglado. El presupuesto público es un magnífico antídoto contra los males de la baja actividad. En las empresas, el daño lo acusan las cuentas de resultados. ¿Le importa eso a alguien en este Gobierno? No parece.

Pero el martes hubo otro ejemplo de descaro. Al final hemos descubierto que los agujeros de la Seguridad Social los va a solucionar… ¡Usted! Qué callado lo tenía… El ministro Escrivá, que no quiere molestar a los pensionistas ni a la estrella emergente de Yolanda Díaz, ha decidido que los trabajadores y las empresas paguen una cotizaciones más altas para engordar una hucha famélica. Así que si es usted pensionista está de enhorabuena, pues nadie tocará su pensión. Pero si es trabajador en activo y ha tenido la mala idea de pertenecer a la generación del ‘baby boom’, sepa que ha cometido un grave error. No solo va a pagar más ahora, sino que el Gobierno le amenaza con reducir su pensión en el futuro si las condiciones se agravan. A la vista de cómo evolucionan las variables que inciden en el problema, ¿duda alguien que se agravarán?

Queremos empleos buenos y con salarios altos. Así que parece una decisión muy lógica esta de castigar a los empleos buenos que disfrutan de salarios altos. ¿Sí, no?