EL MUNDO – 19/06/16 – JORGE BUSTOS
· Si las elecciones de diciembre se plantearon en buena medida como la lucha generacional entre el viejo bipartidismo y los dos partidos emergentes, la presente campaña discurre por los cauces clásicos de la ideología machadiana, según la cual una de las dos españas ha de helarnos el corazón, aunque sea junio. De ello tiene mucha culpa el vertiginoso envejecimiento de Podemos y Ciudadanos, cuya frescura se escurre por el sumidero de la sobreexposición mediática y acusa la frustración por el bloqueo institucional en que consistió la XI Legislatura.
El desprestigio de la nueva política parece relajar aquellas exigencias de renovación en el PP que hasta hace no mucho copaban la opinión pública. Lógico: si el discurso de los demás envejece, la imagen de Mariano Rajoy no es que rejuvenezca (por mucho merengue que se aplique al himno) pero ya no canta tanto como antes. Pero el comprensible cierre de filas hasta el 26-J no significa que la necesidad de una renovación haya quedado definitivamente sofocada.
«Mi experiencia es que el trabajo conjunto entre generaciones distintas ha ayudado a cambiar puntos de vista de unos y otros», explica Andrea Levy, que junto con sus tres compañeros cumple un año en la directiva nacional. «Nosotros quisimos hacer ver al presidente la necesidad de introducir un discurso más social y de multiplicar la presencia en los medios, y creo que en buena medida el presidente nos ha hecho caso. Se hace más calle y menos mitin, y el partido exhibe mayor desenfado mediático». A cambio, se benefician de la experiencia. Levy reconoce cierto desconcierto en la noche electoral de diciembre: no sabía qué iba a pasar. «Rajoy nos reunió y nos explicó su escenario, razonándolo con datos. Y se ha cumplido punto por punto. Eso tranquiliza».
¿Suponen Levy, Casado, Maillo y Maroto una renovación real del partido o aportan, como afirman numerosos analistas, un mero barniz de juventud sobre una maquinaria anquilosada? «El presidente sí confía en nosotros. Tampoco hemos cometido ningún error garrafal en este año como para que deje de hacerlo. Él no quiere que nos mimeticemos con lo que había, sino que espera que propongamos formas distintas de hacer», comenta Levy. Darle una vuelta a las formas sin cambiar el fondo: esto es lo que les pidió Jorge Moragas, quien a menudo ejerce de correa de transmisión entre los vicesecretarios y Moncloa, y es considerado casi un vicesecretario más, sobre todo en la gestión de temas sectoriales. ¿Envidias? «Toda novedad crea una cierta alteración, pero más que enfrentamientos yo hablaría de fricciones. Nosotros no estamos en la lucha por la sucesión», zanja la vicesecretaria de Estudios.
Los cuatro nuevos jinetes del PP forman un grupo heterogéneo –«a diferencia de los de Ciudadanos, que parecen clones»– pero muy unido. Integran un mismo chat de trabajo, cada semana bajan juntos a comer tras el comité de dirección y engrasan constantemente el argumentario con el único objetivo de que el PP siga en el poder tras el 26 de junio. Si se les pregunta por la renovación pendiente, responden que ellos son la prueba de que ya ha empezado y relativizan la importancia de la Red Floridablanca, un think tank de jóvenes escindido de FAES muy crítico con el liderazgo de Rajoy. «No creo en la descapitalización de golpe. No es inteligente prescindir de la experiencia». «Aún recuerdo el día en que me tocaba debutar en un mitin, en la conferencia política de julio de 2015, ante el auditorio abarrotado de Ifema. Me temblaban las piernas y le dije a Arenas: ‘Javier, yo no puedo hacer esto. No salgo’. Y empezó a darme consejos, incluso trucos de respiración, y salí», evoca Levy. De ruedas de prensa complicadas sabe Javier Arenas un poco: era el portavoz cuando la guerra de Irak.
VOCES CRÍTICAS
Pero no se trata sólo de la Red Floridablanca. Son demasiadas las voces populares de peso que claman por la renovación de ideas y de personas, so pena de arrastrar a la irrelevancia al primer partido de España en el peor momento para el país. Juan Vicente Herrera pidió a Rajoy que se mirara al espejo. Esperanza Aguirre denuncia que al PP le falta relato. Aznar pide primarias y reivindica su legado frente a la indisciplina fiscal de Montoro. Cayetana Álvarez de Toledo cargaba en este periódico contra un PP «senil y sin proyecto», y afirmaba que Rajoy pasará a la historia como «el hombre que sumió al centroderecha español en la más profunda crisis política desde su refundación en 1990». Y estas son sólo opiniones expresadas en público.
Gabriel Elorriaga, director de la campaña de 2004 y aznarista derrotado en el congreso de Valencia de 2008, opina que la pérdida de votos se debe a razones generacionales –el reparto de los costes de la crisis se ha cebado con los más jóvenes– más que ideológicas o de corrupción. «No es tanto un problema de caras como de políticas. Se han introducido caras nuevas, y no ha tenido efectos electorales apreciables. Lo que atrae al votante joven es el reformismo, y esa bandera nos la ha arrebatado C’s». Explica que su PP tenía un discurso más estructurado, pero que la emergencia de 2011 sumió al partido en una gestión pragmática, fiada a la recuperación económica pero sin un programa político de calado más allá de la reforma laboral. Elorriaga, que se quedó sin escaño el diciembre pasado, traza un retrato desapasionado del presidente del partido: «A Rajoy le ha faltado ambición. Ha querido conservar de más. Ha hecho de la necesidad virtud y, sabiendo que no es un líder empático, ha renunciado a intentarlo, quedándose en un lenguaje simple, gobernando al tran tran. Pero la crisis era profunda y demandaba otra respuesta», concluye.
El momento más crítico de la discrepancia entre jóvenes y mayores se produjo en los días posteriores a la comparecencia de Rita Barberá, cuando todos sus concejales fueron imputados, ella lo negó todo y se agarró al escaño de senadora entre desplantes a los periodistas y amenazas veladas a los compañeros de partido. Casado calificó aquello de «vergüenza», al igual que Maroto. A la facción más veterana del partido la expresión no le gustó. Rajoy se reunió con los vicesecretarios. Ellos le explicaron que no podían acudir a las tertulias y atender a los medios y al mismo tiempo pretender escapar de preguntas incómodas. «La apuesta es arriesgada, pero si apostamos por comunicar hay que ir hasta el final, incluyendo los ámbitos hostiles», razonó uno de ellos. El partido no tenía esa cultura de lidiar con medios agresivos. Rajoy sólo les pidió una cosa: que trataran de coordinar el discurso con el resto. Que no se oyeran voces disonantes. En todo caso, el presidente rara vez se interesa directamente por la estrategia de comunicación. Para asuntos del partido, los vicesecretarios trabajan con María Dolores de Cospedal; para asuntos de Gobierno, con Soraya Sáenz de Santamaría. Así no entran en conflicto de lealtades con las dos mujeres fuertes del PP que, como es sabido, no guardan entre sí las más fluida de las relaciones.
Casado niega que el PP esté evitando renovarse. «Cuatro de cinco vicesecretarios somos nuevos, entran ministros como Íñigo [Méndez de Vigo] o Alonso o Catalá, las candidaturas territoriales también han cambiado: ahí está Cifuentes o Moreno Bonilla. Es que a Rajoy le gusta la renovación por sustitución y adición: prefiere introducir los cambios aprovechando las bajas», arguye.
De momento, la principal renovación que se ha producido en el PP en el último año tiene que ver con su estrategia de comunicación. Desde que llegó a la vicesecretaría, Pablo Casado instauró un orden de comparecencias que a la vez subrayase su papel orgánico y repartiese juego entre sus compañeros. El mensaje no cambia pero las caras sí. Los portavoces de las ruedas de prensa se van alternando: una semana Pablo y la siguiente uno de los otros tres vicesecretarios. Casado dirige la comunicación del partido, en colaboración con la secretaria de Estado y con Moragas, pero evita personalismos excesivos aunque figure en todas las quinielas de la sucesión.
ESTRATEGIA MEDIÁTICA
«Ahora tenemos interlocución con todos los medios. Cuando me nombraron, dije tres cosas a los responsables del partido: que lo que no se comunica no existe; que los periodistas no son nuestros enemigos sino nuestros únicos aliados; y que este ciclo electoral iba a ser el más mediático de la historia de España, porque la política ya se hace en la tele», afirma Casado. ¿Por qué tardaron tanto en aceptar fenómenos con los que sus adversarios políticos ya llevaban meses trabajando? «Hemos estado unos años ocupados en lo urgente y hemos olvidado lo importante. Pero hoy hasta los gurús de Twitter y Facebook reconocen que, después de Podemos, somos el partido que mejor maneja ya las redes sociales. Y no se trata solo de la forma, sino del contenido liberal: ¿Acaso no es atractiva la defensa de la propiedad privada o de la enseñanza concertada?».
¿Sobrevivirá Rajoy a las condiciones leoninas de C’s en una negociación postelectoral? «Rivera no puede pedir la cabeza de Rajoy si Rajoy gana las elecciones mejorando sus resultados. Eso sólo ha pasado en Italia con la llamada solución Monti, y fue un desastre. Además, el candidato entonces estaba encausado».
Una cosa está clara. El PP no se renovará de forma creíble hasta que Rajoy salga de la presidencia. Pero eso no parece que vaya a resolverse de forma abrupta, contenido, como parece, el destrozo electoral. Siga o no gobernando el PP tras el 26-J, se convocará en el PP un congreso ordinario y es muy probable que la transición la controle Rajoy.
Y será la generación que ahora ronda los 40 y los 50 años la que recogerá el testigo, como de hecho ya está sucediendo. «Es la generación más influyente por su peso territorial y experiencia de gobierno, más que quienes estamos en la dirección orgánica», concluye Pablo, saliéndose de la foto de los quinielistas. Que harían bien en mirar a la generación de Cristina Cifuentes antes que a la suya. Lo mismo, por cierto, que acaba de reclamar Ciudadanos.
EL MUNDO – 19/06/16 – JORGE BUSTOS