A nadie se le ocurriría pedir a los diputados socialistas que voten a favor de la investidura de Alberto Núñez Feijóo: al fin y al cabo, no fue a eso a lo que se comprometieron cuando se presentaron en las listas electorales socialistas y el PP no es solo su adversario político por antonomasia sino su enemigo declarado. Pero sí se les puede pedir que se opongan abiertamente y con su voto a que se amnistíe a políticos corruptos y golpistas y, lo que sería todavía peor, a que se detenga la causa judicial que el jefe de la mafia que vive en Waterloo tiene abierta, para lo que es esencial que, una vez que la de Feijóo fracase, muestren su negativa a apoyar la investidura de Sánchez a cambio de satisfacer las demandas de Puigdemont. ¿Cómo vamos a descartar, a estas alturas del partido, que exista vida inteligente y responsabilidad de Estado en el grupo parlamentario socialista?
Pedir podemos pedírselo, aunque es poco probable que se opongan y es casi seguro que se ciñan a ver, oír y votar lo que el partido les señale, como es práctica habitual en nuestro sistema político. Al fin y al cabo, los diputados son miembros de sus partidos y se deben, por inconstitucional mandato imperativo, a lo que el partido ordene; en el caso de los diputados socialistas, a lo que Pedro Sánchez decida, en defensa de sus intereses personales. Lo que suponga para España lo que ellos voten es irrelevante, ellos son peones al servicio de la causa, por muy representantes de la soberanía popular que sean: al César lo que es del César y a Sánchez lo que es de Sánchez.
Otra cosa es que decidan apoyar lo que todo el PSOE decía hasta hace cuatro días: que la amnistía no cabe en nuestro ordenamiento jurídico, que es inconstitucional y que en ningún caso se concedería
Que voten contra la investidura de Feijóo es, ya digo, razonable. Incluso considerando que Pedro Sánchez es y seguirá siendo un peligro para España, no tienen por qué ver a Feijóo como la alternativa necesaria; y es, además, posible, que algunos de ellos estén esperando el surgimiento definitivo de un nuevo partido político de izquierdas que defienda la igualdad y el Estado de Derecho al que terminen votando cuando sea una alternativa electoral cierta. Desgraciadamente, lo mismo que antes tocaba criticar la amnistía, ahora toca defenderla o mantenerse callados, a la espera de lo que se les diga. Otra cosa es que decidan apoyar lo que todo el PSOE decía hasta hace cuatro días: que la amnistía no cabe en nuestro ordenamiento jurídico, que es inconstitucional y que en ningún caso se concedería. Pero esas quizás sean palabras mayores. Las decisiones importantes (qué votar) las toma el grupo parlamentario; y si no es el grupo parlamentario, la ejecutiva del partido; y si no, el líder supremo, que para eso lo han elegido las bases. Así funcionan los partidos políticos y nuestra democracia. Quien prefiera otra cosa, que se exilie. Les pagamos para que aprieten el botón, no para que se presten a determinadas disquisiciones legales o morales o a la defensa del interés general y hasta de la decencia política. Porque lo fundamental de la amnistía no es que sea inconstitucional, siendo tal cosa importante, sino que sea inmerecida, inmoral e injusta; o sea, que sea una indecencia.
Además, si han apoyado la rebaja del delito de malversación de caudales públicos, promovido el indulto a delincuentes y aceptado que se negocie con un prófugo de la Justicia española, no veo que no puedan seguir traicionando los principios fundamentales de la izquierda. Ellos son leales al partido que los incluyó en sus listas electorales, o sea, que no tienen opinión al respecto o prefieren no decirla por incapacidad, miedo o cobardía. Los desleales, no confundamos, son los que osan criticar al líder supremo, imaginando que son libres y hay democracia interna. Menuda ocurrencia.
Hoy presenta Feijóo su candidatura a presidir el Gobierno de España. Los españoles quisieron hace dos meses que no tuviera ni los votos ni los escaños suficientes para serlo, por mucho que fuera el PP, efectivamente, el partido más votado. Lo de ganar o perder es muy relativo, pero en un sistema parlamentario alcanza la presidencia quien logra los apoyos necesarios para serlo. Y Feijóo no los tiene. Lo que sí puede hacer es presentar y defender con argumentos su alternativa, no para intentar convencer a ningún diputado socialista, cosa que ni se plantea, sino para que, si se repiten las elecciones, los ciudadanos le otorguen los votos y escaños que en las últimas no le dieron. Pero eso será después, no ahora.
La concesión de la amnistía y la paralización de la causa judicial contra Puigdemont es una inmoralidad y una injusticia. Los diputados socialistas no deben olvidarlo
Tras decaer la investidura de Feijóo, tocará salir a la calle contra la decisión del PSOE de rendirse ante la derecha independentista catalana. La amnistía no estaba incluida en el programa electoral con el que el PSOE se presentó a las elecciones del 23 de julio, hasta once de sus ministros se mostraron contrarios a ella a lo largo del último año y el propio Pedro Sánchez la descartó por completo apenas días antes de las elecciones generales. Además, tal como ellos mismos nos decían, es contraria a nuestro ordenamiento jurídico, pondría en riesgo nuestro sistema democrático y es inconstitucional. Si estas no fueran razones suficientes para pedir elecciones generales, nos queda la más relevante: la concesión de la amnistía y la paralización de la causa judicial contra Puigdemont es una inmoralidad y una injusticia. Los diputados socialistas no deben olvidarlo. Y si prefieren no pasar por el mal trago de servir a los intereses de España y que se les califique como tránsfugas votando en contra de la investidura de su líder, que le hagan saber cuanto antes que no están dispuestos a apoyar su investidura si es a cambio de conceder una amnistía indecente. Que Sánchez deba renunciar a ser presidente y se convoquen nuevas elecciones generales.