ALBERTO AYALA-El Correo 

La semana política nos ha dejado, por fin, una excelente noticia en medio de la trifulca partidaria: la aprobación del Ingreso Mínimo Vital (IMV) justo cuando las secuelas económicas de la pandemia siguen arrojando a cientos de miles de familias a la pobreza. El IMV es, sin duda, el mayor éxito político de la izquierda en años. Tanto el PSOE como Unidas Podemos lo llevaron como promesa electoral en los últimos comicios, cuando aún no asomaba en el horizonte la sombra amenazante del coronavirus.

El ingreso es ya, pues, una realidad, como en la mayoría de Estados europeos. Pero políticamente no hay que desdeñar que nace con el apoyo de todos los partidos, excepto Vox. Incluido el PP. Por miedo a que parte de su electorado no entendiera, por ejemplo, una abstención o por convicción es una pregunta de momento sin respuesta. Pero la semana política nos ha dejado algo bastante menos grato. Y ha sido aquí, en Euskadi.

Sin duda molesto por las presiones para que EH Bildu condene la campaña de los disidentes de ATA contra sedes de partidos, el domicilio de los socialistas Idoia Mendia y Alfonso Gil, o EL CORREO, en supuesto apoyo a la huelga de hambre -ya concluida- del preso etarra Patxi Ruiz, el secretario general de Sortu se retrataba y retrataba a su organización. Arkaitz Rodríguez sostuvo que el problema se estaba «sobredimensionando». «Sin quitarles gravedad», dijo, las pintadas «se quitan con acetona, pero a los presos políticos asesinados por la política penitenciaria nadie les va a devolver la vida», soltó con la descarnada crudeza con la que la izquierda abertzale encubrió y jaleó los crímenes de ETA por décadas.

Las manifestaciones causaron indignación en las fuerzas políticas. Pero fue la presidenta del BBB del PNV, Itxaso Atutxa, la más contundente. «Lo que no sé es si el dolor, el sufrimiento y esa mancha negra que la familia de quien fue concejal de UPN Tomás Caballero tiene tras su asesinato (a manos de Patxi Ruiz) se quita también con acetona», contrarreplicó a Rodríguez. Estamos, aunque no lo parezca, en la precampaña para los comicios del 12-J. Y hay una pregunta que no todos los partidos vascos quieren responder con claridad suficiente: ¿Qué se hace con EH Bildu?

La izquierda abertzale es la segunda fuerza del país, pero no es uno más a todos los efectos por su negativa a condenar los crímenes etarras. Sólo el PP rechaza cualquier pacto con la coalición. En la izquierda, el PSE sí suscribe acuerdos con EH Bildu en el día a día del Parlamento de Vitoria, pero no contempla cogobernar con luz y taquígrafos con la coalición. Pese a ello Pedro Sánchez no tenía hace unos días reparo alguno en comprometerse con los de Otegi a derogar íntegramente la reforma laboral a cambio de su apoyo a la prórroga del estado de alarma. Luego llegaba la rectificación socialista sobre la legislación laboral. Pero el blanqueo de la coalición ya estaba hecho.

¿Tendremos en Euskadi sorpresas como ésta? Conociendo a Idoia Mendia diría que no. Pero visto lo liviano de los principios de Sánchez quedo a la espera. Podemos en cambio no tiene problemas en caminar junto a Otegi ni en ofrecer cogernar con ellos. Opción que el ‘no’ del PSE hace inviable. ¿Y el PNV? Pues ni sí, ni no, ni todo lo contrario. EH Bildu es su gran adversario electoral. Pero también el hermano abertzale con el que lanzar retos al Estado.

Lo dijo hace ya muchos años Pernando Barrena y, por desgracia para nuestra convivencia, se ha cumplido: «Jamás abjuraremos de nuestro pasado». Si las cosas siguen igual, y todo apunta que así será, no estaría mal que todos los partidos vascos detallaran antes del 12-J hasta dónde están dispuestos a ir o no de la mano con los herederos de Batasuna. ¿Urkullu, el PNV, van a seguir usando a Jonan Fernández para lanzar cíclicos capotes a la izquierda abertzale y/o para blanquear la tragedia del terrorismo? Claridad, por favor.