IGNACIO MARCO-GARDOQUI-ELCORREO

La última novedad en materia fiscal, el Impuesto a las Grandes Fortunas, se podría haber efectuado con menos prisas, con más calma y, sobre todo, con menos ideología. Pero, es cierto, que entonces se corría el riego de hacerlo bien. La intención no era solo castigar a los ricos -que eso siempre está muy bien y es oportuno-, sino de doblegar la insolencia de las comunidades autónomas ‘díscolas’. El objetivo siempre es el mismo, recaudar más, pero ellas habían elegido el ‘otro camino’, el de bajar impuestos y aumentar la base imponible, en lugar de la ortodoxia oficial de subir los tipos y que la base imponible se las arregle como pueda. La versión díscola es más lenta y arriesgada, pero si sale bien es mucho mejor. La ortodoxa es más sencilla, no requiere más esfuerzo que el de un ligero manoseo al BOE y ya está. El efecto es inmediato y lo que suceda mañana solo interesa a quienes gobiernen mañana, cuya identidad nos es hoy desconocida. Solo faltaría que los políticos de hoy tuvieran que preocuparse por las situaciones futuras. Bastante trabajo tienen los pobres -pobres de corazón en el sentido evangélico claro-, con lidiar con el presente opresivo.

Bueno, a lo que íbamos. La reforma fiscal, este impuesto y los de la banca y las energéticas, tuvieron un deambular parlamentario de lo más placentero y bonancible, al contar con unas mayorías holgadas. Por contar, contaron incluso con el voto de quienes están convencidos de que los tumbarán los jueces y el de quienes no tienen la menor intención de aplicarlo. El PNV ya tiene solucionado este asunto, con su Impuesto sobre el Patrimonio, así que se ha preocupado solo de dejar claro que el nuevo impuesto debe someterse al régimen del Concierto. Tan es así que a 29 de diciembre ese objetivo se ha conseguido gracias a la inagotable bondad del presidente Sánchez, pero carecemos de una norma que lo regule. Se les ha olvidado aprobarla. ¿Se hará en 2023 con carácter retroactivo? No creo, sería un escándalo regular a posteriori conductas patrimoniales ‘cortadas’ el 31 de diciembre. A los contribuyentes les disgusta -eso se podría obviar, no es grave-, pero es que a los jueces les irrita. Lo consideran abusivo. Ya sabe, tienen la piel demasiado fina.

En realidad, aquí no es necesario hacer nada. Tenemos desde hace años un Impuesto sobre el Patrimonio y ahora tendremos otro sobre las grandes fortunas, que habrá que regular, pero no aplicar. El PNV no quiere y el PSE se rendirá pronto. La guerra del PSOE está en el frente de Madrid y, si sobra munición, en el Andalucía. No sé si este impuesto funcionará y cumplirá sus objetivos. Lo que es seguro es que las reclamaciones abarrotarán los juzgados, que emitirán sus sentencias cuando estemos preparando unas elecciones. Pero otras, las próximas ya se habrán celebrado.