IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO
- ¿Seguiremos atiborrados de euforia en octubre cuando los turistas se vayan y las empresas vean cómo huyen sus clientes?
En julio se ha producido la destrucción de 7.300 empleos y se han registrado 3.230 parados más, algo que no sucedía desde hace meses. Pero no hay que asustarse. Aunque un solo parado es mucho, tomados en su conjunto y comparados con los ocupados totales, no son tantos. Además, el presidente tuvo ayer que refrenar su euforia hasta siete veces a lo largo de la rueda de prensa que concedió tras su entrevista con el Rey en Marivent, a la vista de lo bien que va todo. Ya sabe, cuando le asalten las dudas, acuda al oráculo. No le garantiza el acierto, pero al menos le asegura un aperitivo más alegre, aprovechando que en su bar no han subido todavía la temperatura del aire acondicionado. Sin embargo, como soy un timorato, hay cosas que me asustan. La primera es oír a la vicepresidenta Nadia Calviño hablar de recesión -solo como eventualidad, pero habíamos quedado en que eso no iba a suceder en España en ningún caso-. La segunda es comprobar que no existen registros tan malos para un mes de julio en los últimos 21 años, y mire que hemos sufrido padecimientos y soportado crisis desde entonces. La tercera es que el turismo a tope y las contrataciones del sector servicios echando humo, no son capaces de enderezar las pérdidas del resto. La cuarta es que el mes terminó en fin de semana y las siempre numerosas cancelaciones de contratos se sumarán a las del mes de agosto.
Hace pocos días supimos que las ventas de automóviles van fatal y que la industria muestra una contracción apreciable de su actividad. ¿Qué sucederá cuando los turistas extranjeros vuelvan a sus fríos países, los nacionales a nuestras apagadas calles y las industrias se enfrenten a unos costes que siguen creciendo y a unos márgenes que continúan menguando, mientras los clientes empiezan a huir? ¿Seguiremos atiborrados de euforia en octubre?
Pedro Sánchez le echó la culpa de todo este disgusto veraniego a Putin, a quien citó unas siete veces e insistió en que la reforma laboral ha cambiado definitivamente la estructura del empleo y obliga a leer las cifras de distinta manera. Lo siento, pero eso iba por usted. Por pensar que solo ha cambiado los títulos de los contratos y sospechar que los trabajadores de su chiringuito no seguirán fijos y perderán su empleo cuando acabe el verano, aunque la vicepresidente segunda, en su infinita bondad, no les incluya en las listas del paro. Es usted un avinagrado. ¡Qué necesidad, oiga!