Jorge Vilches-Vozpópuli
Habrá que decir en Bruselas, donde contemplan con espanto cuanto ocurre en nuestro país, que estos que se sientan en el Consejo de Ministros no nos representan
Recuerdo que cuando apareció Podemos como el protagonista de la vida política entre 2014 y 2015 hubo quien dijo que ese grupo de ‘profesores’ iba a iniciar un nuevo tiempo. Era lo nunca visto: el despertar de la sociedad traicionada por la Transición, el ajuste democrático que iba a abrir las ventanas del país para que salieran los malos olores. Esos dirigentes, tan engolados como fabricados por ciertos medios, serían objeto de estudio por las generaciones futuras, decían los aduladores. Bueno, se precipitaron.
Podemos era el resultado final de una crisis política y social, no el inicio de nada. Su vida ha estado caracterizada por las purgas y las divisiones, las contradicciones y las mentiras, el odio calculado y el conflicto. Una existencia fundada en el espectáculo televisivo y la performance callejera. Una política dedicada a construir obstáculos y cavar trincheras, a romper lazos y empujar al PSOE al sanchismo, ese egocentrismo teñido de populismo barato.
En definitiva, ha sido una vida de traición y ruido. Y hablo en pasado porque un partido que llega al poder y lo toma de forma autoritaria aprovechando un estado de alarma, coloniza la administración, y asalta los medios de comunicación pero no sube en las urnas, es cosa del ayer.
No son profesionales de nada, ni técnicos de la Administración, intelectuales o siquiera juntaletras. La mediocridad del personal de Podemos es pasmosa
En seis años no han sumado cuadros, sino que los han eliminado. Sus actuales dirigentes y la cohorte que les acompaña, en todos los niveles de este Estado Autonómico, no son profesionales de nada, ni técnicos de la Administración, intelectuales o siquiera juntaletras. La mediocridad del personal de Podemos es pasmosa; no hace falta más que ver el fruto de la caterva de asesoras del ministerio de Igualdad.
La endogamia, el amiguismo y el sectarismo, siempre presentes en cualquier partido, son las normas en Podemos para permanecer o ascender. No es la ley de hierro de las oligarquías, sino de las medianías. Incapaces de hacer o decir algo nuevo, los podemitas son perfectamente predecibles y aburridos. Insultos y victimismo a partes iguales, maniobras de distracción para ocultar escándalos como el de Dina Bousselham, y negligencia, mucha negligencia.
Purgas y plebiscitos
Lo que decía ser ‘el partido de la gente’ se ha convertido en ‘el coro del Caudillo’. Y es que la pasión autoritaria que destila el comunismo nunca construyó nada democrático, sino todo lo contrario: acaba convirtiéndose en una dictadura. Hay quien lo dice desde el principio, y quien, como Iglesias, lo envuelve en un discurso democratista que vive a golpe de purga y plebiscito interno.
Los ataques a la libertad y a los derechos individuales, a las instituciones que mal que bien han funcionado aunque sean mejorables, el desprecio al pluralismo y a la opinión crítica, y el cesarismo más abyecto, acaban pasando factura en las urnas. Porque en las democracias, y España lo es, siempre hay quien castiga a los autoritarios, y eso será así mientras haya elecciones libres.
Por eso vieron la pandemia como una oportunidad. Por eso hablaron de un golpe de Estado de la ‘ultraderecha’. Por eso apretaban a la Guardia Civil y al Ejército. Por eso intentaron deslegitimar a la oposición
Una fórmula totalitaria como la de Podemos, que quiere restringir la vida política a su pensamiento único y reglamentar la vida privada, las costumbres y las creencias, no es compatible con la democracia. La lógica política apunta a que ese proyecto, que pasa por laminar el sistema del 78, desde la Monarquía hasta la libertad de opinión, solo puede seguir adelante si se suspende la democracia. Por eso vieron la pandemia como una oportunidad. Por eso hablaron de un golpe de Estado de la ‘ultraderecha’. Por eso apretaban a la Guardia Civil y al Ejército. Por eso intentaron deslegitimar a la oposición.
El conjunto es indigno de un gobierno democrático. Esto lo saben en Europa. Habrá que decir en Bruselas a esos que miran con espanto lo que está pasando en un país cuyo Ejecutivo oculta los muertos por la covid-19, ataca a su Jefe de Estado, se apoya en quien quiere romper el orden constitucional, desprecia a las empresas, y blanquea a los terroristas, que estos que se sientan en el Consejo de Ministros no nos representan.
Este país es mucho más que un oportunista que en cinco años ha pasado de cobrar 955 euros al mes a ser millonario diciendo que defendía a los pobres de los ricos. Ya.